El Cortijo de Pozo Monte. Capítulo 5: El olvido

En los ojos vítreos de la abuela se podían adivinar los pensamientos vacíos, la nada, resultado de los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer. Hacía las mismas preguntas cada cinco minutos, lo que algunas veces podía desquiciar.

-¿Aquí vivimos?
-Sí.

Silencio de cinco minutos.

-¿Mi madre murió?
-Sí abuela, hace más de cincuenta años.

Silencio de cuatro minutos.

-¿Y mi abuela?
-Tu abuela murió también hace muchos años.
-Vaya, ¿y quién hay ahora en El Cortijo de Pozo Monte?
-Abuela, eso no existe ya, allí no hay nada.
-He estado fuera cinco años y no me he enterado de nada.
-Llevas viviendo aquí más de cincuenta años...

Así una y otra vez.
Nadie hacía demasiado caso a sus comentarios, y a la vez se compadecían de aquella situación.
“Llegar a viejo para esto...” pensaba aquel que se sentaba a su lado por sentirse un poco mejor consigo mismo.

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Llegó un día la nueva enfermera para encargarse de los cuidados de la mujer. Tenía el entusiasmo y las ganas de trabajar propios del principiante. Escuchaba cada quejido y comentario de la vieja con total atención. A la anciana le gustaba tener tanta consideración y parecía mejorar con aquellos cuidados.
Se encontraban haciendo cuentas mentales para ejercitar la memoria cuando recibieron la visita de uno de sus hijos, viajante que estaba de paso.

-¿Cómo se encuentra?
-Bastante bien. Le gusta mucho contarme historias de su infancia y su juventud. Pero no suele recordar lo sucedido cincuenta años atrás. Es normal con su enfermedad.
-Se le ve mejor con tus cuidados.
-Gracias, disfruto con ello. Cuidé de mi abuela muchos años.

Cogió la mano de la anciana, que volvía a tener la mirada puesta en el infinito de la ventana, como si quisiera escapar.

-Por cierto, ¿sabe usted qué es El Cortijo de Pozo Monte?
-Ella dice que es donde nació. Cuando tenía 13 años sus padres compraron una casa en el pueblo y ya nunca más volvieron. Creo que lo vendieron. Nunca hemos sabido donde está, o si realmente existe, o existió.