Vengo de un lugar tranquilo, me sentía como un tiburón en una pecera chica. Devoraba todo a mi paso, hacía y deshacía a mi placer… Cazaba y dominaba.
Al mirarme al espejo podía ver mi piel, imaginándola grisácea y suave, mi cuello con agallas, mis ojos a los lados de mi cara. Al dormir me rechinaban mis tres mil dientes afilados, el solo pensar en el olor a sangre me hacía gruñir el estómago.

Desde mis adentros creí tan profundamente la idea de ser un tiburón, tan fervientemente, que me convencí a mí mismo de que no pertenecía al mundo de los seres terrenales. ¡Qué anormal caminar con pies cuando mi reino está en las profundidades!

Toda mi vida he sabido respirar en el aire más denso, en aire de papel y tinta, en aire de plasma negra, en aire de alcohol y smog… ¿Por qué sería el agua diferente? Solo en el aire denso me encuentro.
Me paré en la punta del acantilado, coloqué un pie en el aire y dejé que mi zapato se deslizara… Lo vi caer… Imaginé que aquel pequeño punto negro era un pez al que debía alcanzar.

Al principio me faltaba el aire, sentía cómo se apretujaban mis órganos internos, y mis venas dejaban de latir, mi asfixia me tornaba la piel morada haciendo evidente mi condición humana. Quizás vine solo a morir… Dejé que mi cuerpo cediera a las olas, me dejé llevar mientras un pensamiento ocupaba mi mente: Un pez que se cree humano, un humano que se cree pez; el caso es que no soy lo uno ni lo otro, en dolorosa transición... Soy la mitad de algo, ahogado en aire y ahogado en agua.

Luego, sin previo aviso, pasó la cosa más terrible y aliviadora: Comencé a respirar por estas recién descubiertas branquias.
Al ver mi cuerpo noté mi aleta, me transformaba en un ser acuático, soy lo que siempre supe, me reconozco en esta nueva piel…

Ahora soy un pez, uno entre muchos otros… Nadan, como yo, se pasean entre las rocas y las olas. De vez en cuando miro hacia arriba, a la punta del acantilado, y veo el espectáculo de otro humano que cree que la vida es mejor en el mar.
Ahora todos nos observamos sin interactuar, comprendiendo nuestro error con silencioso entendimiento. Así aceptaré mi tránsito: Me uno al ecosistema con plácida conformidad.

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