Casa, vecino, gente

in #spanish7 years ago

Una vecina aporrea la puerta, sospecho que es por los calzoncillos de su marido que han caído sobre las cuerdas de mi tenderete, en mi casa no tengo timbre, se rompió hace años y no me he preocupado en cambiarlo, me gusta la pereza de no ser molestado por vendedores de tortas, mantecados, viajes fin de estudios, operadores de telefonía o simplemente cambio de tarifa eléctrica. No me gustan cuando aporrean la puerta, son unos simples calzoncillos, cuando salga, quizás si me acuerdo, los dejaré sobre la baranda de la entrada del descansillo del portal, donde tantas otras veces, los vecinos, dejamos la ropa.

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Saben que hay alguien en la casa, suena “A love supreme de John Coltrane” no muy alto, pero lo suficiente para saber que hay presencia en la casa, no voy a abrirte joder, no me gusta que entre ni una voz siquiera ajena a mi voluntad en la casa, y además es mi espacio, mi tiempo, mis maneras y mis formas, yo decido a quien atiendo y cómo lo hago. Aquieta tu espacio, te devolveré tus míseros calzoncillos, mi casa, es mi despacho, mi sancta sanctorum, cuando aporreas con tus manos de neardenthal, me estás violentando, es como una onda acusadora, cuando yo no he hecho nada, me siento agresivo, violado, no tengo ganas de ver tu rostro, tu pelo grasiento, me repugnan tus maneras, no soporto el olor a colonia barata que expides, ni el eco ampliado de mi voz en el rellano de la escalera.

Además, haces ruido, mucho ruido tía, todo el puto día con el martillo pega que pega, ¿qué piensas que no tengo otra cosa que hacer que estar pendiente de arreglar tus descuidos tendiendo la ropa? No hace viento, tía, quizás pensabas en el nabo equivocado, igual no pensabas, igual deberías dar la prenda por perdida, la vida sigue, maldita arrabalera, hija de mil demonios de ruido y decibelios,que perturba la paz de mi casa, esta casa, LA CASA.

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Cuando era pequeño, sólo había dos tipos de llamadas a la puerta en mi casa, la llamada esperada, ya preavisada por el portero, todo alegría por la visita de abuelos, tíos, primos y demás fanfarria familiar. También estaba la espera, la impaciente del círculo de lectores, también era avisada por sus grandes voces del señor del butano, siempre diligente y feliz, sospecho que siempre, dejé demasiada propina, siempre he sido asi, de darle poca importancia al dinero, hasta que me hipoteque en la casa, que coño, CASA, CASA, CASA y así hasta el infinito, durante diez o doce años, sólo he sido CASA, la angustia del día veinte, de no pagar la letra, de que no se pasen los días para que no haya recargo para que no haya intereses, mucho privarme, de aquí a allá, veces dejado de hacer cosas, de criar fama de malhumorado e introvertido, todo para CASA, CASA, CASA, una carnívora raiz que me carcome los cimientos y a la vez me ata.

¿Todo para qué? Para que llegues tu con tu martillo, con tu música bachatera, con las carreras de hijos, con las voces y discusiones que no sabe uno si tienes la telenovela puesta alta o simplemente la vida es de telenovela en tu casa, y luego verte en el ascensor, odio cuando baja, está ocupado y estás, tu si tu, la peor la más mala de las noticias, no eres capaz de decir ni buenas tardes de forma correcta, suena arrastrado, no se ni como te atreves a mirarme a la cara, igual no eres ni consciente del ruido de la escandalera, del desorden que armas.

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Hace años, cuando compré la casa, tenía vecinos chinos encima, lo supe al tiempo, un día llegué y caía un caño de agua en el techo de mi cocina, esa cocina que compré a precio de oro, esa cocina por la que había dejado de poder comer despreocupadamente fuera, y no mirar los precios de las cartas, y subí y estabas tu, con tu olor, a especias, con tu moño, con tu “no enteldel nada”, tuvimos que cortar el agua de su contador ante la imposibilidad de entendiesen nada. Una semana, una semana estuvieron sin agua corriente, eran dieciséis, lo juro, mi padre los contó, incluso se quedó prendado de un niño pequeño chino de cabeza grande y redonda como una tele los sesenta, que chocaba con las paredes, como si le faltase una línea de programación e intentase así cambiar de pantalla.

Quizás me he vuelto muy huraño, puede ser, pero cuando cae algo, sobre los cordeles, me limito amablemente a restañarlo en un espacio común, vecinal, aséptico,sin habla, mudo, silencioso, y por tanto, confortable.

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