30122018

La mañana apuntaba bien, mucho sol por la ventana que me hizo albergar esperanzas de un buen paseo en la playa. Pensé lo que a la postre no fue una buena idea, ir en coche con ropa para cambiarme y después al ir a casa de mis padres, ponerme la ropa de más abrigo como finalmente hice.

Llegué a la playa y el buen tiempo duró lo que tarde en llegar del coche a la playa propiamente dicha, un viento helado me recibió y una nube que amenazaba lluvia fue el recibimiento no esperado, aún así fui valiente , me descalcé y a probar por última vez en el año el frío del agua.

La playa, con una fisionomía difícilmente reconocible del verano para acá, aparte de la ausencia de personas, la disposición de la arena y la sustitución de la plaga de medusas por la de las asquerosas toallitas húmedas que suelta a bomba llena la planta depuradora de Málaga.

La temperatura del agua es bastante extrema, muy fría lo cual es agradable a unas piernas cansadas de la semana de andurreos varios e ir por la arena te da un contraste de resistencia muy gratificante.

Aún quedan restos de la peligrosa medusa portuguesa, con un tamaño considerable, como mi puño, hace desaconsejable acercarse más a la parte del agua, entre la fuerza de las olas y la posibilidad de medusas, es mejor alejarse y eso hice, concluí por seco, es decir el resto del paseo.

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