LA CANASTA DE EMOCIONES

in #spanish6 years ago (edited)

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1

Había una vez, una chica que llevaba una canasta de temores y de alegrías, esa chica que tan solo pronunciaba un nombre con anhelo y pasión.

La primera vez que su canasta se cayó, la alegría broto sobre ella, haciendo de la felicidad una gran amiga y para ella que ahora siempre reía, todo era felicidad.

No solo las cosas más hermosas podían satisfacerla, literalmente todo la hacía feliz.

Y por supuesto, nunca dejó de pronunciar su nombre.

El nombre de aquel hombre que le obsequió esa pequeña pero potente canasta de emociones.

2

Hace mucho tiempo esa chica que en ese entonces era tan solo una dulce y pequeña niña se enamoró.

Y sus sentimientos no han cambiado a pesar que en un futuro muy próximo de su canasta brotaran las emociones equivocadas o peor, las más desgarradoras, acompañadas de crueles verdades.

Inocencia, un día pensó en ella, como cuando era pequeña y el amor era tan solo cuentos de hadas, como cuando todo era tan puro como el color blanco, como cuando a ella le brillaban los ojos con tan solo verlo, no por mucho seria así.

Que ahora la anhela más que a cualquier cosa, la inocencia.

A excepción, por supuesto de su primer amor.

Ese que hizo llenar su canasta hasta algún día llegar a reventar.

Para todos, la característica más sobresaliente de ella, era su paciencia.

Su espera duro más de 10 años, y siguió esperando, porque su amor significaba tanto que era difícil olvidarlo. O así ella creía.

Porque la chica además creía, que el amor era mutuo.

Puro y mutuo, amor.

3

El día en el que él se presentó ante ella como su caballero, anhelaba que cayeran de esa canasta miles de sentimientos. Pero no de los buenos.

Ingenua e inocente era la chica, que se dejó llevar por la pasión, que su "dulce" caballero le dejó. Amada, solo eso ella quería sentir. Tan solo sentirse amada la hacía feliz. Pero si ella tan solo dejara de mentirse, abriera los ojos y despertara de esa falsa realidad, solo tal vez, pudiera comenzar otra vez.

La canasta no dejaba de brotar emociones felices, eso hizo que el caballero se sintiera ansioso.

¿Pero porque desearle el mal a una dulce muchacha?

Quizás en venganza, quizás por rencor, quizás por un oscuro y cruel pasado que una mujer le dejó.

La chica susurraba su nombre cada noche, podía sentir un leve destello de mentira en aquellos sentimientos pero eso no la hizo dudar ni un poco. Más bien, se obligó a despejar esas dudas y a proponerse nunca fallarle para que el nunca dejara de amarla.

Pero como dejar de amarla, si en un principio no lo hacía.

4

Pero que tonto el caballero por creer que ella desistiría de la idea de estar junto a él, su primer amor y quizás también el último.

El esperar comenzaba a irritarle, pero cualquier descuido podía hacer que ella despertara, y viera con sus ojos la realidad que le habían estado ocultando todo este tiempo.

Y a pesar de que esa felicidad que ella irradiaba era lo mejor que pudo haberle pasado, era tan falsa como que él la amaba.

Esa chica, tan tonta por esperar de él todo lo que se podría esperar de un príncipe azul, de un cuento de hadas, de una fantasía que estaba tan lejana como sus ojos no podían verlo.

Pero que irritante es la situación en la que se encontraba ese príncipe, de esperar todo lo que siempre quiso, que algún día alguien viviera lo mismo que él vivió, y así sentirse satisfecho, que esa falsa felicidad de una inocente chica que estaba cegada por la luz de sus ojos, se convirtiera en una vida miserable justo como la vida que le había proporcionado la chica de sus sueños, incluso, su primer amor.

Deseaba verla sufrir.

5

Y como importarle los sentimientos de esa dulce e inocente chica, que a pesar de sus descuidos y su exasperación, ella seguía a su lado, cuando el tan solo deseaba que su dolor se acercara.

Pero que cruel y malvado era aquel chico, que con sus manos la acariciaba y le hacía sentir lo que cualquier mujer pudiera desear, que con sus ojos la miraba con anhelo para que ella se sintiera amada, que con su voz la cautivaba con esos hermosos e inesperados poemas, que con su ser la hipnotizaba, porque con todo y nada, el simplemente no la amaba.

Pero que bien se le daba el actuar frente a ella. Y ella comenzaba a dudar de nuevo. Y esta vez ella tan solo dejó que la duda fluyera como agua que lleva el rio, como una inesperada verdad que estaba oculta frente a sus ojos ciegos.

Ella solo dejó que corrieran sus dudas, una detrás de otra. Y podía ver como en su felicidad se asomaba una sombra.

Pequeña, pero la que daba comienzo a todo lo que ese príncipe deseaba. Su deseo, su venganza, su crueldad, lo que más quería.

Su sufrir.

6

Sus dudas se extendieron hasta convertirse en realidades que ella nunca vio.

Realidades que ella pretendió no ver, porque aunque el príncipe creía que era de mente inocente, ella también podía fingir.

Que tan inocente y dulce no era, pero que si deseaba serlo.

A pesar de haber fingido, le dolía descubrir cuanto quería dañarla aquel chico, quien puso una canasta en sus manos para destruirla, no para hacerla feliz.

¿Porque tanto dolor? ¿Porque tanta angustia? ¿Porque tanta ansiedad? ¿Porque sentía aquellas horribles emociones, que jamás pudo imaginar?

¿Porque el querer hacerla sufrir?, eso pensaba esta chica. Pero podría nunca saberlo, porque cuanto más sufría más feliz este príncipe se sentía.

La manera en la que su tierna, dulce y alegre canasta estalló, fue nada más y nada menos que de ver al príncipe, al chico que ella veía como uno, burlándose de su inocencia.

Burlándose como nadie jamás lo hizo de ella y las palabras "Nunca te he amado" hicieron un hoyo en su corazón.

La canasta estalló, al fin. Y él se sentía feliz. La canasta estalló, al fin. Y brotaron de una en una aquellas terribles emociones.

Pero no tan rápido, como que su dolor comenzaba y él era feliz, nada acababa aun.

Miles de emociones y sorpresas estaban por venir.

7

En su imaginación este chico de ser un príncipe de luz que iluminaba sus mañanas, paso a ser un gran demonio con sombras acechando todo a su alrededor, pudriendo a sus víctimas y alimentándose de sus lamentos.

Consumiendo su felicidad como era capaz de hacerlo.

Como esa canasta se pudría, y ella sentía que el mal olor se hacia uno con ella misma. Como sus ojos ahora eran rojos, como debajo de ellos se asomaba un color purpureo, como su cabello que ahora estaba desarreglado no volvía a ser el mismo.

Como no se preocupaba por su apariencia.

Y ella se preguntaba "¿Cómo solo una persona puede causar tanta miseria?".

Y este, el que para ella ahora era el príncipe de la oscuridad, como de feliz era, de haber logrado su objetivo.

Sin embargo, no era un demonio. Era un simple humano, y este en específico no podía evitar sentir el error que había cometido. Porque como humano cometemos errores, pero muchos se arrepienten de ellos.

La culpa borboteaba en su estómago, ganas de vomitar y arcadas aparecieron, anunciándole su desgracia. Porque nunca sales ileso. Mucho menos cuando haces daño, que justo después se te devuelve a ti.

El amor convertido en odio, el odio disfrazado de amor.

El amor escondido en lo más recóndito de su corazón.

Pero como verlo, si la venganza nublo su alma.

8

Su mente flotaba, como aquellos barcos de papel sobre el agua que se mojan y caen al vacío. Pero no al instante.

Esa chica sufría, eso podía verlo, y algo en su corazón le decía que aquella canasta estaba maldita, igual que el mismo. Y se preguntaba, ¿cómo puedo habérsela obsequiado? Llena de emociones que sintió y quiso que otro sintiera.

Esa falsedad, esa mentira, ese dolor oculto, esa verdad relativa.

Su corazón le dolía, sí. Y eso no lo había esperado. Tan solo quería que ella sufriera, pero... ¿porque el también sufría?

¿Porque su dolor a él le afectaba? No lo quiso así.

No, ¿pero nadie elige a quien amar cierto?

Amor, aquel que lo hizo miserable. Volvía a aparecérsele como nunca lo imagino.

Siempre pensó que tan solo la amaría a ella. Quien lo hizo sufrir como a ningún otro. Tan solo la amaba a ella. A pesar de todo.

O eso, es lo que él se forzaba a pensar.

Porque su corazón le decía otra cosa. Como que, aquella quedo en el miserable pasado. Y esta dulce chica que es su presente. Lo hace sentir. Como imagino nunca volver a sentir.

Aquel sentimiento escondido. Amor.

9

Su vista se fue aclarando. Que digo, su corazón se fue ablandando.

Este chico no podía soportar el dolor de hacerle daño a alguien, ya podía sentir que se lo merecía, pero no soportaba que aquel dolor diferente de aquella vez pero aun así muy parecido volviera a repetirse.

La chica se sentía abatida y estúpida. No creía llorar tanto por una sola persona. Se sentía ridícula y poco amada. Se sentía en una pesadilla de la que aún no había despertado. Tiro la canasta con todas sus fuerzas tratando de olvidar al demonio causante de su sufrimiento.

Pero fue lo peor que pudo hacer. La canasta rodó y desbordó aquellos dulces recuerdos en los que su inocencia perecía y creía en el amor que estaba a su vista. Cuando amaba aquel chico sin dudas ni motivos.

Sintió nostalgia. Cruel nostalgia. De que todo aquello haya sido una mentira y una falsedad. Y que ahora volviendo a su realidad vivía la crueldad de aquel chico.

El que le obsequio aquella canasta. Llena de perdición y miseria.

Un demonio disfrazado de príncipe azul.

10

Tonto corazón. Corazón ignorante.

El ver sus lágrimas caer como gotas de cristal cada una estallando cuando toca el suelo.

Era terrible y a la vez hermoso. Porque en ella eso era hermoso.

Sus maravillosas cosas, pequeñas y simples, pero que para el esas maravillosas cosas eran más que eso.

Eran lo que hacía palpitar su corazón de esa manera irregular.

Tucu tucu. Su corazón hacía, cada vez que la veía.

Que mal era enamorarse después de haber fracasado en el amor.

Que mal era enamorarse después de haberse vengado de ese amor.

Que mal fue haberse enamorado después de haberle roto el corazón.

Pero que mal si era que ella ya no correspondiera a su amor.

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Escrito por Luna

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