El jardín de los luceros [Cuento psicodélico / relato original]

in #spanish7 years ago (edited)

Saludos querida comunidad Steemit, estuve ausente por diversos motivos, el más relevante es que en estos momentos padezco de una infección en el tracto respiratorio, espero que mediante los pocos medicamentos que he podido conseguir logre mejorar mi estado de ánimo y de salud. Sin embargo, no fue ningún impedimento para dejar de escribir y plasmar las ideas que se vienen a mi cabeza siempre, ahora sí, vayamos al grano y subamos el telón con lo que a continuación les presentaré, ya que es la primera vez que escribo un cuento.

El jardín de los luceros


– ¡Hey bro! ¿quieres de cumpleaños un regalo psicodélico? – Fue lo primero que leí en la pantalla de mi celular, aún me sentía abatido por la resaca da anoche, ¡joder!… ¡Cómo me duele la cabeza! –me dije– ¿y ahora esto? Mi “amigo”, si es que aún puedo llamarlo así, amaría verme delirando como el pobre del Sid Barret en los estudios de Pink Floyd, ¡oh! cuánta lástima siento por el pobre del Sid, eso de estar mezclando licores, marihuana y LSD terminarán por convertirme en un loquillo parecido o igual a él. Pero hoy será diferente, lo sé, veré cuál es la sorpresa que me aguarda esta noche. En medio de mis delirios no me tomé siquiera la molestia de bañarme, peinarme o cepillarme los dientes, tampoco para ordenar mi alcoba o limpiar toda esa mugre que adorna el piso, ¡Qué desastre! Nada de eso pretendo ordenar, solo pienso en divertirme y experimentar algo diferente. Cada giro que da la tierra en torno a mi aniversario es simplemente uno más, no me interesa lucir bien, la verdad que no, mi personalidad descuidada ya es algo que todos conocen, barbudo, cabello sucio, pantalones rotos, pero con un excelente sentido del humor, tal vez por ello toleran mi forma de ser. Tomo mi camisa de cuadros rojos y negros – mi preferida –, acerco mi enorme nariz al pliegue entre la manga y el torso ¡ah! ese aroma a cebolla del campo recién arrancada, el buqué de la milagrosa sábila cuando el yodo empieza a liberar su hediondez, jajaja, qué puerco soy ¿verdad? No pongan mala cara por mis comportamientos extraños, soy un maniático. Ahora sí, me dispongo unos minutos para responder el mensaje del demonio, de mi mala influencia, al culpable de muchos de mis errores, Sameer, ese “amigo” que nada más piensa en llevarme de la mano como Virgilio a Dante por cada uno de los círculos del infierno, solo que sin ánimos de ayudarme en esta dura travesía. –Hermano, ¿cómo estás? Claro que estoy interesado en ese “obsequio”, nos vemos a las 20:00 Hrs en tu casa– En ese momento la ansiedad ya se estaba apoderando de mi cuerpo, las manos comenzaban a sudarme y mi corazón galopaba como el de un soldado antes de salir al frente de batalla, no sabía qué tanto daño podría producirme “aquello”, pero era la misma curiosidad la que atendía a ese llamado. Sin pensarlo más, salí. Compré unos snacks en el abasto de al lado, por si el munchis nos atracaba en medio de la noche, pero sin antes comerme un buen hot dog en la esquina del frente. Señor Raúl, deme una kosaca con todo y full cebolla –le indiqué al perrocalentero– ¡Ah! Usted tan exquisito como siempre, ¿no quiere que le ponga cebolla solamente? Porque con ese aliento de muerto que trae hoy, terminará por correrme a todos los clientes –me contestó– Tranquilo, si tanto le molesta, colóquelo para llevar –gemí–. Tomé mi pedido, le pagué con el sencillo que llevaba en el bolsillo de mi camisa y decidí seguir caminando con paso acelerado, pasé por los callejones más oscuros, aunque peligrosos, opté por tomar uno de estos atajos, cuando me topé con un espectáculo que para mí era desconocido hasta hace poco, personas cayéndose a coñazos en un bote de basura por ver quién conseguía el mejor botín, entre otras palabras, el mejor trozo de comida que de allí podían sacar, las bolsas expedían un olor putrefacto, tal vez esas presas de pollo, según pude detallar, tendrían alrededor de unos tres días allí pudriéndose, hasta las ratas ya las habrían saboreado, solo les faltaba a estas personas adoptar esos ojos característicos de los roedores que en la densidad de la noche logran apreciarse, éstos, al verme, lograron escabullirse vertiginosamente, como si se tratase de… ¿un "ratero" también? jajaja, da igual. No sé quién se habrá quedado con la mejor parte, espero que disfruten de su preciado manjar de gusanos. ¿Hasta dónde ha podido llegar la humanidad? –me pregunté en ese instante– Me sentí un poco trastornado por la impresión que me causó aquella escena y seguí con mi ruta.


Una vez que hube caminado toda la avenida Carabobo, llegué a la guarida de Sam, allí estaba, ¡ah! Esta maravillosa casa, hasta aquí podía percibir el aroma de las flores que con tanto amor cuida la señora Nahid, con ese delicado roce de sus manos, delineadas por el duro trabajo de tantos años, es como si cada flor que se desvanece en un instante, es una arruga que le regalan estos bellos capullos a su guardiana. Me acerqué y con mi dedo índice todo sucio, corchado por el aderezo de mi cena, ya que a fin de cuentas el hambre me estaba matando y en una pequeña parada que hice, de un santiamén devoré esa delicia, toqué el timbre ¡ding! ¡dong! ¡ding! ¡dong! ¡ding! ¡dong! ¡ding! ¡dong! ¡Ya basta! intenso de mierda, vas a despertar a mi abuela, ya te abro la jodida puerta –se escuchó desde la ventana– Hice molestar al pequeño Sam con mi estúpido jugueteo para que moviera ese culo en abrirme. Por fin se acercó hasta la puerta del frente, vi como en su mano izquierda llevaba una simpática bolsa Ziploc y en su interior algo que llamó mi atención, con la otra que le quedaba libre me estrechó un abrazo. ¡Feliz cumpleaños perro! ¿Ya cuántos? ¿veintinueve? –Me preguntó– Jajaja ¡qué va!, veintiséis apenas hermanito –contesté– Con un gesto amable me invitó a pasar, atravesamos el jardín y nos acomodamos en el sofá que se encontraba en el pórtico, sin que Sam se diese cuenta, me limpié las manos sobre esta tela única, terciopelada, purpurea que cubría el diván, esa que parece como si emanase un perfume a uvas –estos árabes sí que tienen un buen gusto con todo lo que adquieren, y yo aquí, cagándoles esta hermosa obra de tapicería exótica con mi inmundicia–. Sin alardear más, ni darle vueltas al asunto, Sam sacó de su curiosa bolsa una especie de hongos y los esparció por encima de una mesita de vidrio que allí al frente teníamos. Mi sorpresa no fue nada normal, ya que solo los había visto en imágenes de internet o descritos en los textos de los psiconautas que visitaron a María Sabina, estos son “Los niños santos” –me dije– tomé uno con curiosidad y lo observé, era de un tono grisáceo, tallo alargado, cabeza acampanada y por debajo un suave tinte negro que manchaba. ¿Cuántos crees ser capaz de comer y con ello soportar el peso de tu conciencia? –Me consultó– Esta pregunta me dejó anonadado, tanto así que volví a poner al pequeñín encima de la mesa. ¿Crees que con unos quince iría bien? –Lo interpelé– Súmale a esa cantidad unos cinco y tomaremos la dosis “heroica” –me respondió el muy bastardo– Vale, hagámoslo entonces, porque si lo sigo pensando me echaré para atrás y bastante tuve que pasar para poder llegar hasta aquí, además nunca hago nada en particular en este día, así que… ¡Hagámoslo!


Repartimos el botín equitativamente, veinte por aquí y veinte por allá, los demás los dejamos encima de la mesa, tampoco es que eran los hongos más grandes del mundo, su tamaño variaba, unos chicos, unos grandes, al igual que su forma, también era muy diversa, tanto así que parecían por su aspecto al de los fósforos de la cocina. Ahora sí es donde comienza lo mejor mi pequeño saltamontes, toma esta taza de miel de abeja y sumérgelos uno a uno para engañar un poco al paladar, además, esta mezcla ayudará a que la psilocibina entre directamente en tu torrente sanguíneo, luego de unos instantes ya deberías empezar a sentir los primeros síntomas del viaje –acotó mi gurú– o bueno, así lo contemplé en ese momento. Cogí por separado cada uno de estos especímenes, los separé por grupos y comencé a comerlos, uno, dos, tres, seis, doce, diecisiete… ¡agh! ¡qué asco! Veinte, ¡Listo! ¡ya pasaron! Tomé un vaso con agua y me lo bebí a fondo, quería pasar ese trago amargo y olvidarme de lo que había hecho, pero… ya era demasiado tarde, dentro de mis entrañas algo empezaba a estremecerse y no eran ganas de ir al baño. Mientras tanto observaba a Sameer degustarlos, como si de caviar se tratase. Al cabo de unos minutos comencé a experimentar un inexplicable hormigueo en la espalda, escalofríos en mis brazos, y el corazón agitándose, sentí cómo un choque repentino de adrenalina recorría cada una de mis venas, los nervios estaban a flor de piel, no podía esconderlo –¡Qué fuerte es esto! ¡Dios, Alá, Jesús, Mahoma, María, José, agarren mi cordura porque ya se me fue!– Respiré profundo, me recosté, cerré los ojos y dejé llevarme. Pequeñas figuras con una tenue luz fluorescente empezaron a vislumbrarse bajo el telón de mis párpados, no quise abrirlos, era muy curioso todo lo que me estaba sucediendo, animales iban y venían, solo sus siluetas podían ser detalladas por instantes, algo similar a los petroglifos que dibujaron nuestros ancestros, con esto ya sabía qué clase de drogas se metían para inspirarse de tal manera sobre las rocas, los fractales iban armándose infinitamente, no paraban de hacerse locas figuras en mi mente. Podía escuchar el susurro del viento cada vez más y más agudo, inclusive la intensidad del mismo lo podía cambiar a mi antojo, abrí los ojos y mi realidad estaba totalmente distorsionada, Sam estaba en su mejor momento, no quise molestarlo, así que decidí caminar hacía el jardín, me senté allí y vi cómo varias luces bajaban lentamente, se posaban encima de los pétalos de las consentidas de doña Nahid, sus jazmines, claveles, violetas… ¡Qué delicia para mis ojos y olfato! Estos luceros ¿qué son? Yo los denominé como hadas que vinieron a hacerme compañía en este evento único e irrepetible. Me tendí de pies a cabeza, me quité los zapatos y empecé a jugar con la grama, también jugué con los luceros, los tocaba y ellos rodaban por mi cara, mi cuello y mis brazos. Daba vueltas, y seguía revolcándome con toda la gracia del universo. Hundí mis dedos en la tierra y con un movimiento continuo la frotaba, escuchaba carcajadas a mi alrededor, ¿será que le estoy haciendo cosquillas al jardín? –me preguntaba– de todas formas, nadie podría contestar estas preguntas. Bastó con que la intensidad de la alucinación comenzase a subir, como una montaña rusa sin fin, subía, subía y no paraba de hacerlo, ya no tenía control sobre lo que me sucedía. Vi mi cuerpo encorvado, inerte en el suelo, ¡mierda! ¿será que estoy muerto? ¡no puede ser! ¡no puede ser! Fijé mi mirada hacia donde estaba Sam, intenté gritarle en búsqueda de su ayuda, pero no podía escucharme, era inútil. Palpé mis bolsillos, he intenté sacar los audífonos para ver si en aquel plano algo de música podía devolverme paz y tranquilidad, pero no, todo fue en vano, salían metros y metros de cable, se me enredaban en mis dedos con ritmo nervioso, intenté romperlos, morderlos, destrozarlos, pero nada servía, toqué mi barriga y lo que estaba tocando realmente eran mis tripas las que se estremecían en mis manos ¡estaban afuera! ¿cómo pudo suceder? ¿cómo puedo seguir estando vivo? Ya no sabía distinguir lo real de lo irreal, ¡oh! Aquella imagen visceral tornó todo el ambiente de un tono rojizo, simplemente entre sollozos y lamentos clamaba piedad por mi error cometido ¿en qué peo me metí? Desesperadamente me quité toda la ropa, la acomodé en el centro del jardín y la encendí en llamas con el único mechero que traía, vomité encima de ella, me cagué encima, saqué el artista abstracto que todos llevamos dentro, me unté la cara y el pecho, dibujando mi obra maestra, líneas discontinuas, figuras asimétricas, todas se iban juntando hasta que la mirada de las personas que devoraban basura empezaron a aparecerse, a vigilarme, esa maldita imagen volvió a mi mente, pensé que ya la había eliminado por un momento, pero había sucedido tan reciente que no lo pude evitar ¿por qué no les di lo que llevaba para cenar? ¿esta es su manera de atormentarme? ¡mátenme si es lo que desean! La zanja que una vez hubo en mi barriga, comenzó a gruñir, se transformó en una bestia de dientes afilados, lengua bífida, y ese aliento de cebolla que expedía de su interior comenzó a persuadirme. ¡Mátalo!, ¡Mátalo!, ¡Mátalo! –gruñía– ¿será esta la única forma de salir de esta pesadilla? Sin poner en duda sus órdenes y en medio de mi desespero, salvajemente tomé la tijera podadora del jardín y me balanceé encima de Sam, éste no comprendía nada de lo que sucedía, pero ya era demasiado tarde, enterré firmemente el doble filo en sus ojos, fue un cálculo perfecto, cerré la tijera y ¡bualá! Más pintura, más arte… seguí podándolo, su lengua cayó de un tirón, sus orejas, el cuero cabelludo, ¡qué difícil es de arrancar esta parte! La tomé con mis dedos y lo desollé como un conejo… éste se retorcía de un lado a otro, lo sostuve fuertemente hasta que el forcejeo comenzó a cesar. Puse mi oído junto al lado izquierdo de su pecho, quise escuchar cómo se iban haciendo cada vez más lentos sus latidos. Perdóname amigo por todo lo que he hecho –le dije– De pronto escuché su voz ronca que me decía –tranquilo, todo estará bien pequeño saltamontes, tranquilízate, ya todo pasó, pronto la montaña rusa hará su última parada, en todo tu maltrip te estuve cuidando, no parabas de gritar y de llorar, ya amaneció y mi abuela nos tiene listos unos exquisitos falafeles para el desayuno. Ahora dime… ¿qué tal te pareció el viaje?

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Fuente: https://i.pinimg.com

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O_O mi madre!!!! quede sin palabras jajajaja aunq yo lo mato si me ensucia mis muebles jajaja que locura de historia

Señorita nagiss, jaja qué cuchi verle por acá en mi segundo relato. Una historia un tato subida de tono también, pero basada, en algunos detalles, en hechos reales. ¡Un gran abrazo!

ñ_ñ que te puedo decir me gusta leer, y tu me has gustado ... me refiero a como escribe xD

"...y tu me has gustado ... me refiero a como escribe xD" Jajajajajaja y ésto a mí me causó risa también jajajajaja.

jajajajaa son vainas!! xD

Jajajaja que loco tu relato y lo de: "Qué fuerte es esto! ¡Dios, Alá, Jesús, Mahoma, María, José, agarren mi cordura porque ya se me fue!" Me dio mucha risa. Me gustó, sigue así.

Bueno, hay que mantener el sentido del humor allí presente siempre. Saludos Nini

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Hermano ¡Esto está fantástico!
Me gusta mucho cómo lo redactaste, el gran toque humorístico y alegre que logras transmitir.
Te sigo desde ahora.
Sigue así.

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