Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (4)
Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo
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Circulaba por la avenida Hidalgo rumbo a la calzada Independencia cuando un peatón me hizo la seña, me detuve justo para que subiera al asiento trasero. Cannabis se hallaba tendido en el asiento del copiloto. Dentro del taxi pude observar que el pasajero vestía una elegante gabardina ajena por completo al clima de la temporada. Eché a andar el taxímetro e hice un alto a la espera de que me comunicara su destino.
-Vamos directo, por favor.
En respuesta a la comedida orden arranqué a velocidad moderada, pronto me percaté que me observaba por el retrovisor, trataba de unir mi cara con los fragmentos que le presentaba el espejo.
-Tiene usted aspecto de grifo- me dijo. Cannabis saltó de su asiento como fulminado por un rayo, parado en sus patas traseras se volvió para observar a nuestro pasajero.
-Perdóneme señor, pero no entiendo-; me hice un rápido examen, recién habíamos apagado un cigarrito.
-Sí-. Dijo para después callar y escudriñar en el retrovisor. Antes me había ocurrido, regularmente la gente que lo detecta tiene dos reacciones al enterarse; rechaza al interlocutor por estar bajo el influjo del enervante, o hace migas para realizar un conecte.
-Eres un grifo-, me machacó.
No alcanzaba a percibir el rechazo o la aceptación, en tanto Cannabis le observaba inquieto pero en silencio.
-¿Cuál es el caso amigo? ¿Prefiere tomar otro taxi?-, le pregunté de manera cordial.
-¿Cómo se llama tu perro?-. Preguntó sin hacer caso a mis cuestiones.
-Cannabis.
Sonrió, pensé que con eso daba por despejadas sus dudas.
-Sí, pero tú eres grifo-, repitió.
Entonces caí en cuenta que podría ser una de esas personas que se enredan en temas obsesivos que no pueden desarrollar. Con la intención de cortar el diálogo le busqué en el espejo.
-Soy Hipergrifo- le dije sonriente mientras nuestras miradas coincidían.
Fuimos callados algunas calles más. Cuando estaba por preguntarle la dirección exacta a dónde le llevaría se dirigió a Cannabis.
-¿Cómo es que no lo sabe?- preguntó confundido.
-Es un tipo extraño, un poco despistado; pero apto, eso sí-. El pasajero levantó los hombros para comunicarle que sus juicios estaban de más, en seguida sacó de entre la gabardina un sobre para carta.
-Detente en esta esquina- ordenó. Antes de bajar del vehículo me entregó el sobre. -Dentro está escrito el objetivo y los datos necesarios para llevarlo a término. Hasta aquí mi trabajo, voy a comerme unas quesadillas. Les deseo mucha suerte-. Bajó del carro y se retiró caminado rumbo al mercado de San Juan Bosco. Di vuelta por la 54 camino a casa. Era menester enfocarse de inmediato a la tarea que se nos había encomendado. Pasamos directo al centro de operaciones. Dejé el sobre en el escritorio para liar un cigarro, le pregunté a Cannabis por el heraldo.
-Hay personas que vagan de mundo en mundo recibiendo y transmitiendo mensajes. Todos de suma importancia para quien los emite o para quien los recibe o para ambos, menos para ellos. A veces bienvenidos, otras repudiados, siempre perdonados. Los transmisores viven un limbo que se compensa con la experiencia de transitar libres de pena por todo tiempo y lugar-. No me dejó preguntar más, me urgió a que prendiera el cigarro y abriera el sobre. Contenía una hoja media carta con tres únicas líneas. Dos de caligrafías contrastantes, la primera estilizada de finos trazos, demasiado correcta; la siguiente, compuesta de tachones de difícil lectura, casi indescifrables. La última tenía carácter administrativo, estaba mecanografiada con una impresión en un negro tan espeso que parecía atravesar el papel.
Solicito servicio a Zapopan. Munguía 976 altos. Lic. Arnoldo Asencio.
No comer no beber
CC. Hipergrifo y Cannabis.
Después de leer la exigua comunicación cada cual sacó conclusiones por su cuenta pero no nos las comunicamos, en todo caso teníamos claro el siguiente paso. Regresamos al taxi y nos dirigimos a la dirección señalada. En el camino me sentí contrariado. Esperaba un hecho extraordinario, un vuelco a la cotidianidad; sin embargo, de no ser por la breve charla entre Cannabis y el pasaje, los hechos se asimilaban naturales al día a día. Me estacioné cerca del domicilio, busqué el número y di con una angosta puerta de dos hojas. Timbré un par de veces y el cerrojo se descorrió por un hilo jalado desde la planta alta, me asomé y vi unas escaleras bastante inclinadas, una voz nos invitó a pasar. Cannabis subió primero con ágiles brincos.
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