Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (2)

in #spanish7 years ago (edited)


Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo

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-¿Por qué vamos tan rápido?- le pregunté.

-Tenemos que llegar a casa lo antes posible. Te veo disperso, confundido y muy poco presentable-. No había reparado en lo elemental y al observarme me sorprendí. Aunque limpios, tanto mi camisa como el pantalón se miraban manchados de sangre, percudido ad perpetuam; a pesar de reconocer las prendas como mías, las desconocía por ajadas, avejentadas de forma inexplicable. Entre vértigo y escalofríos alcancé la esquina donde ya me esperaba impaciente Cannabis.

-¿Traes las llaves?- me preguntó. Hasta entonces me di cuenta que el taxi estaba estacionado en la acera. El tener frente a mí al automóvil me desató un alud de dudas, cuestiones alarmantes, propias de quién comienza a tomar conciencia después de una borrachera de varios días. Al comprobar que las llaves se encontraban en mi bolsillo derecho pareció ganarme el vahído. Cannabis ladró fuerte, me urgía para que abriera la puerta. Pasó primero para arrellanarse en el asiento de copiloto. Al entrar al taxi sentí cierto alivio.

-Vamos a casa y pronto- ordenó tajante. -Arranca rumbo a la glorieta del Charro de ahí te oriento. No pierdas la confianza y ten cuidado con los agentes de vialidad-. Durante el trayecto pude comprobar que desde siempre he sido taxista. Conduje a pesar de una intensa sensación mezcla de somnolencia febril y ebriedad intermitente, y a pesar también de la que califiqué en ese momento de extraña ciudad, mi ciudad, Guadalajara. Como buen profesional del ramo tengo su maqueta en la cabeza, es por eso que con todo y que se transformase de tramo en tramo a lo largo del trayecto, llegué al cruce indicado.

-¡Basta Cannabis, desgarrarás el tapiz con las uñas!- le demandé irritado.

-No me equivoqué. Eres la persona ideal para mis propósitos. 

Yo hubiera querido preguntarle por sus propósitos pero me pareció más importante saber la ubicación exacta del destino.

-Coge por Chamizal, llegando a Pensador Mexicano das vuelta, ya estamos cerca.

Empecé a sentir de nuevo el vigor con que había despertado ese día. Mis malestares cesaron, experimenté una intensa sensación de paz que me brindó un desahogo emocional súbito; de pronto me sentí ligero y alegre, cuando pasaba a la euforia Cannabis ladró. Estábamos frente a la verja de una cochera. Bajamos del carro, abrí el cancel y el perro ya no volvió a subir. Pasé a lo que alguna vez fue un estacionamiento público. Un lote mediano en el que al fondo se veía un techo de láminas. Todo alrededor era maleza silvestre crecida entre las cercas perimetrales. La falta de mantenimiento tenía aquello hecho un muladar. Busqué un cuarto, alguna pequeña construcción que pudiera habilitar como vivienda, pero no la había. Acerqué el carro al fondo. Al bajar el perro me esperaba sentado sobre sus cuartos traseros. 

-Esta es nuestra casa, disfrútala- dijo y señaló con la trompa una casita para perro hecha de madera. Su techo de dos aguas era verde y sus paredes color hueso. Estaba en una esquina, escondida entre el pasto crecido. El orgullo con que Cannabis me dijo que la disfrutara me infundió tristeza y un arrebato de cariño por el animal.

-De veras eres un buen amigo- le manifesté afectuoso.

Cannabis no hizo caso de mi reflexión y entró a la casa. Después de un rato sacó su cabeza malhumorado.

-Adelante, sin preocupaciones. Debes recordar, es tu casa.

Me arrodillé y muy justo pude entrar en la perrera. Observé entonces un hueco en el suelo, por ahí había pasado Cannabis. “Agrandé la puerta para que no tuvieras problema al pasar”, escuché su voz mientras mis caderas batallaban entre lo angosto de la entrada. Una vez del otro lado me vi recostado en el rellano de una escalera. Ahí me pude colocar en cuatro, así bajé algunos largos escalones hasta que pude tenerme en pie para seguir descendiendo.

-¿Qué es esto?- pregunté sorprendido al llegar al último escalón, donde el perro me esperaba.

-Nuestra casa, deberías saberlo. Pero antes de que hagas más preguntas te voy a pedir que primero descanses-, dijo y se adentró por una de las diversas bocas del amplio socavón en el que nos hallábamos. En él había un área con asientos de piedra con variadas formas para procurar descanso en distintos puntos del cuerpo. Cuando Cannabis regresó empujando un carrito de servicio descansaba en una especie de diván.

-Para ambos, no hay mejor lugar en todos los mundos que este. Puedes descansar con toda confianza, por fin estás a salvo. Te voy a servir un té de hojitas, semilla y tallos, un concentrado especial de diferentes cosechas. Yo fumaré un poco hachís, tengo muchas cosas que platicarte-. Del carro sacó lo necesario para llevar a cabo su tarea, en tanto, yo observaba sorprendido la singular belleza de la cueva. De sus irregulares paredes, aun en las partes más altas, nacían bocas de diversos tamaños de donde salían luces de distintas intensidades, a su vez esos poros en las paredes ventilaban el lugar de forma permanente manteniendo el ambiente fresco. El perro ladró haciéndome saber que mi tazón estaba listo. Se recostó a mis pies y empezó a rascar el suelo. Desenterró una caja de madera de donde sacó la goma marrón con la que llenó el cuenco de la pipa, usó el tizón con que calentó la tetera. Al sorber de la taza el preparado que Cannabis me había hecho, el calorcillo del líquido corrió por mis entresijos para después mezclarse en mis fluidos internos y dominar todo mi cuerpo. Sentí una relajación placentera y cierta somnolencia dominó mis sentidos. Recuerdo haber visto entre humo las palabras de Cannabis: “Estás a punto de escuchar la canción de la vida eterna. El origen de todas las leyendas”. Enseguida entonó un canto con tintes de plegaria. Un sonido celestial que me llevó de la mano y de manera simultánea al inicio de los tiempos y al más profundo de los sueños. Cuando desperté Cannabis ladraba de contento. Me había transmitido gran parte de su inmensa sabiduría.


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