La colonia maldita

in #spanish6 years ago

La filosofía no sirve para nada, decía el otro día una filósofa española en una entrevista. A lo mucho te sirve para vivir bien y para morir bien, aclaraba.
Por esas cosas absurdas del destino, vivo en el mismo lugar donde la vida se confunde con la muerte, todos los días. Ya ha pasado más de medio milenio y seguimos culpando al mismo germen. Primero llegaron en barcos y ya nos conocemos la historia mal contada. Después llegaron en buques y aviones. La bandera es distinta. La sed es la misma. Antes era sometimiento y violencia. Ahora es sometimiento, violencia, pero con democracia y tecnología. El impuesto de guerra cambió de mecanismo, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Oro y sangre… ah y lo olvidaba, también quieren polvo blanco. Los colonos son tan predecibles. ¿Y nosotros? Nosotros somos más que relajados.
El colonialismo, aunque cambie de trono, siempre fue impulsado por una bola de huevones y asesinos. Hoy, sus herederos siguen haciendo lo mismo, pero con un manual más sofisticado, más cruel y más sanguinario. De norte a sur no sucede nada por casualidad. Como es arriba, es abajo, dicen los no maestros. Los malos hijos de América venden a su madre por unos cuántos centavos. Los genocidios, la guerra, que ahora dicen algunos es de “baja intensidad”, siguen siendo la fórmula eficaz de los gobiernos, empresas y carteles para producir miedo y terror. Así la dominación prospera. Así la esperanza se marchita. Pero hay quienes nos aferramos a las fuerzas superiores, a nuestra fuerza colectiva, esperando que nos manden un milagro o una nave espacial para acabar ya con tanta injusticia.
Platón decía que aprender en el plano físico, es recordar lo que ya sabía el alma en el plano etéreo. En ese sentido, a los que nacimos y hemos decidido quedarnos en este lugar tan raro, nos borraron la memoria sistemáticamente hasta quedar en nuestra etapa más primitiva, pero con Féisbuc, Tuiter, e instagram. La tierra que camina, no tiene más consciencia, la sagrada triada del capitalismo, colonialismo y patriarcado, nos ha ganado la carrera… hasta el momento.
Entonces, ¿cómo se vive o se muere bien cuando la vida se vive con miedo, con hambre y sin recuerdo? Por eso es cierto lo que dicen los occidentales, al menos en Honduras, la filosofía es una herramienta inútil. O como diría un destacado filósofo hondureño: en honduras nunca se sabe.
Basta repasar nuestra historia de mujer violada. Latinoamérica es la hija violada de una abuela África también violada. Centroamérica vendría siendo la nieta violada de la que nadie se acuerda. Triplemente violada.
Si alguien todavía cree que el sistema neoliberal funciona, le invito, muy cordialmente, a que venga a vivir por estas Honduras. Que pedalee tranquilo por San Pedro Sula, que camine seguro por el centro de Tegucigalpa y que no se le olvide apreciar el hermoso paisaje en el norte. Tan genial mi país que el hermano del presidente te vende coca con marca registrada. Un nido de ratas y pichetes, con una inconmensurable astucia para robar y matar. Aquí, donde habitan las historias más irrisorias. La tierra prometida ubicada en Olancho. El santuario precioso de la Ciudad Blanca. La guarida favorita de las aves de carroña.
Contrario a lo que cuentan los libros de historia y los influencers de dos pesos, los colonos nunca fueron grandes señores, no son grandes pensadores. No lo fueron antes y tampoco lo son ahora. Nos han tratado de confundir. Tienen las marionetas ideales para hacerlo. La fórmula es simple. Llegan, saquean violan y esclavizan. Te llaman socio, aliado, amigo. La ley de plata o plomo de Pablo Escobar la inventaron los gringos, no ese chavalo de Medellín, mal parto del capitalismo líquido. Pablito clavó un clavito y entendió, demasiado tarde, que los billetes no se comen y a lo mucho te sirven para encender fogatas.
Entonces te quitan la tierra, la mejor tierra, por supuesto. Ultrajan a los cuerpos de nuestras mujeres para desmoralizar las comunidades. Te explotan trabajando en campos, en fábricas, en moles y luego te obligan a consumir como cerdo sus productos. Te mantienen idiotizado, enfermo, drogado. Te matan si te vas, te matan si te quedás. Normalizan el absurdo, la crueldad, la violencia. Y cuando ya no les servís te echan y con el tiempo, te olvidan.
Se han llevado la fruta, la madera, el aire. Ahora dicen que el Uranio será la nueva Elena. ¿Por qué resguardan tanto la Moskitia? Nuestra Moskitia. Nosotros nos levantamos todas las mañanas, con más hambre, con más rabia contenida. Ellos importan su libertad y democracia a punta de balas y destrucción. Nosotros y sobre todo, nosotras, seguimos aguantando el látigo del patrón… seguimos sosteniendo la estructura.
Pero siempre habrá alguien quien nos haga recordar que nuestro eterno destino es vivir sin dueños y si no lo creen, que nos pongan a prueba. Contrario a lo que nos han hecho creer, la muerte es un invento. Un recurso del miedo. Y una vez que ya no le temamos al miedo, que se agarren las ratas.
Cuando la crueldad triunfa, la vida se retrae, es verdad, pero se siembra como semilla, únicamente para surgir después, con mucha más fuerza, con mucha más ira que mil bombas atómicas. Porque hasta hoy, jamás se ha visto que el miedo, con todo y sus asquerosos promotores, haya superado la potencia infinita de la vida.
Son tiempos difíciles. Nuestra tierra nunca estuvo tan desdichada. Ríos enteros muriendo. Especies desapareciendo. Las oenegés que prometieron erradicar el hambre, hoy andan tomando champagne en sus jets con narcotraficantes. Ayer apareció el cuerpo calcinado de un universitario. Hoy siguen matando a las mujeres y a los niños. Nos están dejando un mundo en llamas.
Somos la colonia más infeliz. A pesar que todavía sonreímos. Honduras es una mezcla dulce-amarga de belleza, criminalidad, fanatismo, adicción y misticismo. Ese potente coctel, inevitablemente revienta fuerte en tu sistema nervioso y como anuncian las campanas del apocalipsis, todo eso, en algún momento, tiene que salir.
Pero que no se angustien quienes ya perdieron la esperanza. Son más idiotas quienes depositan su esperanza en terceros. Yo me niego a vivir con miedo. Por eso necesito la esperanza. Pero no de esa que depende del otro. Para cultivar afuera, primero saco la maleza de adentro.
Quiero crecer en un país donde si quiero ponerme una puta falda y caminar sola en la noche, no aparezca violada y encostalada al día siguiente y luego un pendejo cibernético venga y me eche la culpa a mí por caminar sola y vestirme como zorra.
Soy una de esas que se niegan a aceptar un futuro oscuro e incierto. Porque sólo los cobardes se sienten a ver impávidos cómo nos matan de a poquito. A los pobres, sobre todo. En este país es más peligroso ser estudiante que ser narcotraficante, dicen las paredes. ¿Por qué resignarnos a pagar los platos rotos? No seremos sus esclavas.
Quizás es el precio de vivir en la tierra más linda. El mal siempre se obsesiona con lo hermoso, pero casi siempre, lo hermoso termina absorbiendo al mal. Por eso me niego a ser una infeliz más. Los nuevos colonos siguen subestimando a sus viejas colonias. Las maldiciones se revierten cuando las aceptamos y las miramos de frente. No confiando, ni tantito así, sino mirando de frente.
Algún día se irán los malhechores. Y aunque sólo queden las cenizas, nuestra tierra dejará de ser colonia. Las mujeres, los hombres y los niños tendrán una nueva oportunidad de florecer. ¿Cuándo será? Cuando te desprendás del miedo.
Pero no me crean mucho, el pesimismo revuelto con la fe, nos pueden traer pésimas decisiones. No crean más en los libros, ni en youtube. Busquen adentro, como decía Platón. Que los guíe su insisto. Basta con ponerse a pensar en el mañana. Buscá en vos y después encontrás afuera.

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