Hoy quiero escribir sobre las cosas simples que han pasado por nuestras vidas y más que cosas, seres. Aquellos seres que en algún momento o en muchos, nos llenaron de dicha, paz, ternura y mucho amor.

Tenía yo 22 años y corría el 2002, cuando mi cuñada llegó de visita a nuestra ciudad con una cachorra Poodle Toy, color champán, de seis meses. Desde el instante en el que la perrita me vio demostró una necesidad imperiosa de que yo la cargara y eso hice. Durante los días que estuvo de visita mi cuñada, la perrita nunca quería separarse de mí, si por algún motivo me alejaba ella lloraba sin consuelo hasta que yo estuviera a su lado otra vez. Tanta fue su entrega y amor hacía mí, que cuando llegó el día de partir mi cuñada no logró subir la perrita al auto, así que me preguntó si sería yo capaz de aceptar que la poodle se quedara conmigo, que si no sería mucha incomodidad para mí. Acepté gustosa y así fue como Buffy se convirtió en mi amiga para siempre.

Durante años fue nuestra inseparable compañera, digo nuestra porque mi esposo también la recibió con los brazos abiertos y la llenó de mucho amor así como lo hacía yo.

Buffy se convirtió literalmente en mi pequeña sombrita, a donde quiera que yo iba allá iba ella, incluso si entraba al baño ella se echaba al frente de la puerta a esperar que yo saliera. Su compañía siempre fue muy gratificante para mí, me gustaba hablarle, cantarle y consentirla. Le cosía linda ropita y hasta trajes de baño le hacía. Era una compañera infaltable en nuestros viajes y se sabía comportar muy bien.

Durmió en nuestra habitación por 10 años, luego llegó mi primera hija y por cuestiones de higiene y cuidados de la bebé le tocó empezar a dormir en la entrada del cuarto. Así pasó el tiempo y se hizo viejita, sus ojos negros se volvieron grises, se cayeron muchos de sus dientes y estaba casi sorda, pero aún así me demostraba su amor incondicional.

Un 29 de septiembre del 2014 la puerta que da a la calle quedó abierta y ella salió. Al llegar de mi trabajo la llamé como era mi costumbre, pensé que como estaba quedando sorda no me escuchaba así que decidí almorzar y al terminar volví a buscarla de nuevo para darle de comer, no la encontré, un temor inmenso invadió mi cuerpo y llamé a mi esposo quién también la buscó y no la encontró, mis hermanos, mis padres, mis vecinos la buscaron y no la encontraron. Aún siento un dolor punzante en mi pecho cuando la imagino abandonada en las calles de la ciudad. ¿A donde se fue? ¿Quién se la llevó? ¿Cuándo murió? ¿Le hice falta?

De todas las publicaciones que pueda escribir, esta me cuesta mucho. El amor de una mascota es digno de disfrutar y no todos los seres humanos entienden la magnitud de un cariño como este. Algunos nos tildan de locos y exagerados. Gracias a Dios somos muchos los que los amamos y cuidamos.

He intentado crear un lazo parecido con un Poodle que nos regalaron hace un año exactamente pero no he podido, no es lo mismo. De pequeño lo bañaba y atendía un poco más que ahora, porque mi gran barriga de embarazada no me permite levantarlo para bañarlo. Sin embargo estoy pendiente de que se alimente y esté relativamente bien, pero esa conexión, esa amistad incondicional que llegué a tener con mi Buffy no logro establecerla con él, ella es irreemplazable.