El día de todos los vientos (I)

El hombre fuerte habría resistido
todos los embates a sus sentidos
y a sus fuertes músculos,
domando su emoción.
Él podía acorralar al dolor,
nunca se le enfrentó ninguna pena
y era inmune al sabor de la traición.
Temido era por muchos,
se deseaba su muerte
y hasta en tierra extranjera
era bien conocido el hombre fuerte.

Le decían la mujer de mil rostros,
algunos de verdad,
otros de ambigüedad,
el resto de mentira.
Equivalente al peor de los monstruos
se complacía con indiferencia
sembrando de sospecha
cuando se encontraba alguna certeza
buscada con paciencia.
Nada bueno se puede esperar de ella,
también es peligrosa
pues si alguna vez se ve acorralada
o si se ve enfrentada
es capaz de matar.
Nunca esté entre nosotros
la malvada mujer de los mil rostros.

La vieja sabia es la última en llegar,
no podía faltar
en este fantástico repertorio
que no augura ni fiestas ni jolgorios
y a los entendidos pone a temblar.
Muchos lo narran como asegurando
que ella salió del mar,
dicen que ella es incapaz de olvidar,
como si fuera fuego,
le gusta entrar en el alma volando
de quien pudiera haberla perturbado
llevándole pesar.
Como a bruja veneran
muchas personas a la vieja sabia.

Hoy, en el día de todos los vientos
el grupo se ha encontrado
pues con grandes secretos
los atraje incautos a esta reunión
haciendo procesión
por la puerta de entrada del corazón
y en la conciencia de mis invitados.
Se romperán tabúes
operando preguntas
de respuestas azules,
sacudiendo el olvido de baules
de espinas filosas y diminutas.

¿Cómo podría llamarse el encuentro
del pequeño asustado,
de aquella anciana sabia
del temido hombre fuerte y
la mujer de mil rostros
en este día de todos los vientos?
Vuela la pregunta en el pensamiento.