Navidad Bajo Estrellas — Crónica.

Lo de anoche fue especial, y es que he vivido una navidad como ninguna otra.

Se acercaban las 10 pm, la cena de navidad estaba a punto de servirse, entre charlas y risas matábamos el tiempo que nos separaba de reunirnos en la mesa y compartir nuestro plato navideño.

—Muy bien —dijo la madre de mi amiga — vamos a servir los platos.

Me sentí emocionado y fui a ayudar. Sin anunciarse, y como salido del haberno, un manto negro alcanzó cada lugar de la de casa y todo quedó en tinieblas... se había ido la electricidad.

Se había ido la electricidad ¡y en Noche Buena! Bien, bien... calma. Se escucharon a los vecinos maldecir, a un bebé llorar a lo lejos, y a nuestras propias mentes que maquinaron cualquier cantidad improperios que supimos guardarnos para nosotros mismos.

—¡Bien bonito, pues! —dijo mi amiga —esto si es lo ultimo. Así no voy a cenar.

—No irás a cenar tu, yo lo que tengo es hambre —respondí.

La mama de mi amiga buscó un par de velas y las encendió, las colocó sobre la mesa y encendió otra que llevó a la cocina. Mi amiga y yo fuimos con ella para ayudar a preparar los platos.

—Bueno —empecé — el reto de esta noche es servir los platos y comer antes de que se consuman las velas.

Mi amiga y su mamá rieron al unísono. Sentía la necesidad de hacer la noche agradable, era Noche Buena y nada debía arruinar un día tan especial, ni siquiera algo tan inesperado como un corte eléctrico.

—Que empiece el juego entonces —respondió mi amiga.

Servimos la comida con tranquilidad, como si estar a la luz de la vela fuera lo mas natural.

—¿Saben que es lo bueno de esto? —pregunté.

No esperé respuesta y enseguida añadí:

—Que vamos a pasar una navidad tal como nuestros antepasados lo hacían, no nos podemos quejar, es una nueva experiencia.

Volvieron a reír y todo se hacia mas amigable, hasta las velas parecían estar contentas porque tardaron decenios en consumirse.

Servimos los platos y tuvimos nuestra cena a oscura. El fuego creaba sombras bailarinas en nuestros rostros y la comida estuvo excelente. El reto se cumplió, la comida terminó primero que las velas, y el reto implícito también se cumplió: estar en armonía pese a la oscuridad.

Hablamos largo rato después de la cena, reímos y cantamos, no pensamos en economía, no pensamos en sabotajes de algún partido político, no pensamos en lo que faltaba, solo disfrutamos lo que había... y lo hicimos bien.

Foto propia.

Invité a mi amiga a mi casa y aceptó. Al llegar la situación allí era peor: no había velas.

—Aqui los retos son: no caerse, no tropezar, no equivocarse de nombre al llamar a alguien, tomar la comida con el tenedor y saber donde dejas el vaso con la bebida.

Volvió a reír. De verdad me gustaba su risa y para mi era (y es) un placer hacerla reír.

—¿Ya comieron? —preguntó mi tía.

—No, aun no —respondí antes de que lo hiciera mi amiga.

—Bueno les voy a servir.

—Pero si ya comimos —susurró mi amiga.

—Pero ella no sabe —respondí y me llevé el índice a los labios. Ella hizo un gesto como de: Te estas saliendo con la tuya. Al final del gesto, una sonrisa de aprobación.

Comimos mucho, tanto que apenas nos quedaban fuerzas para hablar. Nos sentamos y le decía que no se moviera mucho porque sentía que iba a explotar de un momento a otro.

Hablamos con mi familia sobre muchas cosas, aquí si criticamos la situación, sin embargo no quería que lo hicieran así que intervení.

—Ustedes si se quejan, ¿no ven que hicieron esto para que la gente pasara una navidad mas unida? Aquí estamos, hablando como los locos y disfrutando a pesar de todo.

Así lo quería creer aunque en el fondo también sentía mucha frustración. No era justo lo que estábamos pasando: casas a oscuras, calles desoladas, familias desmotivadas; pero tampoco era justo que eso nos robara la felicidad de pasar una navidad feliz.

Hablamos mucho y hubo un momento que me quedé dormido en el mueble, solo la voz de mi amiga me despertó y un hilillo de baba cayó de mis labios cuando levanté la cabeza.

—Ya son las 2 am. Me tengo que ir.

—Quedate a dormir aquí —respondí todavía con la mente en brazos de morfeo.

—Si claro —rió — ya quisieras.

Me levanté del mueble y la llevé a su casa. De camino observamos el mas hermoso cielo nocturno que habíamos visto en mucho tiempo. Miles y miles de estrellas alumbrando como luciérnagas en el cielo, brillando como luces de navidad regalándonos su hermosura para guardarla para siempre en nuestras retinas.

Fuente

—Esa es la osa menor —dije señalando el cielo.

—Y esa es la mayor —señaló también.

Vi un par de estrellas fugaces, pedí dos deseos. La dejé en su casa y me fui a la mía con la mirada siempre clavada en el firmamento. Al llegar todos seguían hablando, echando cuentos, riendo y pasando una navidad diferente, sin electricidad, sin luces navideñas, sin música, pero con familia y amigos. Le pregunté a mi mama sobre mi regalo.

—Creo que el niño Jesús no encontró la dirección porque está todo oscuro —me dijo.

Reí y seguí hablando con ella. De su cartera sacó una bolsita.

—Feliz navidad.

No me lo esperaba y sonreí. Era una pelota de goma y un juguetito con cara de emoji.

—Para no perder la tradición —me dijo y a través de la oscuridad su sonrisa destelló con el brillo blanquecino de la luna.

—Gracias —la abracé mientras reía. Horas antes le había preguntado sobre que me traería santa.

—Que me traiga aunque sea una pelota —le había dicho.

Foto propia.

Y así fue, santa supo llegar, la familia de mi amiga y la mía supieron disfrutar, la que no supo llegar fue la electricidad que no nos encontró hasta aparecer los primeros rayos de sol de la mañana del 25.

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Gracias por estar aquí leyéndome de nuevo. Espero que haya sido de tu agrado.

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PD: Esto me pasó de verdad.