Contar la historia

Contar la historia tiene que ver con unir lo puntos. Darle forma a una imagen secuencial en el tiempo, pero con un mensaje transversal, un significado que atraviesa todo.

Con el modelo flujo-mente-tiempo vemos como la mente se está retroalimentando constantemente con el pasado y se alimenta con el futuro. Pero ¿qué toma del pasado?

Del pasado recoge esos hitos y hechos, pero con su carga emocional, porque son las emociones las que marcan las experiencias. También recoge los significados de estas experiencias, sea el que le hemos dado o el que se ha creado. 

Así que esa historia que nos contamos nosotros mismos, cada día, cada mañana, y que la revalidamos cuando se la contamos a otras personas, en parte nos define. Define nuestra identidad, nuestros estados, nuestras acciones.

Contar la historia es un magnifico procesador de experiencias, porque el acto de comunicarle a otros, es en si mismo un acto de comunicarnos con nosotros mismos. 

Contamos historias grandes y también historias pequeñas. La cotidianidad está llena de micro historias. Estas tienen componentes esenciales que pueden describirse de forma muy simple y rápida, se expresando una necesidad, un conflicto, o narrando el valor de presencia.

Al contar nuestras historias procesamos experiencias, las redactamos, identificamos las emociones, validamos o invalidamos creencias. Narrar la propia experiencia implica ponerle consciencia, y este es in magnifico ingrediente para que la mente fluya.

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