EL PENTAGRÁMA DE NUESTRO CUERPO.

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Calentándo como calienta el sol, cada parte de mi cuerpo, estirándo como me estiro al despertar, cada uno de mis tendones, doblándo como doblan las campanas mis muñecas y tobillos; aquí estoy preparándo mi cuerpo, para que en medio de este silencio, empieze su lenguaje corporal.

Vestida de blanco profundo como el cisne, me preparó para salir a danzar en mi lago cristalino, para desnudar en cada giro la candidez de mi piel, dándo rienda suelta a todas mis fantasías y en medio del rubí de la lujuria ponerlas a bailar.

Abró mis brazos, como dos alas fugaces, bailándo con la soltura de mi soledad, queriéndo atraparte en este espacio sublime y etéreo; doy vueltas y vueltas queriéndo volar, pero caigo sin encontrarte; mis zapatillas me sonrien con miedo, rogándo que después de esta loca pirueta, pueda incorporarme de nuevo.

Todos aplauden, te veo venir, vestido de cisne gris, el público impermeable es testigo de lo que esta por venir, nos abrazamos, tu cuerpo me habla y el silencio de mi piel entiende, la invitación a un paraíso artificial, en medio de este caos exquisito, en este escenario marfil: ¡que empiece de nuevo la función!

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Al escuchar nuestra melodía, el compás de los latidos de mi corazón se alteran, mi alma apagada y triste se esconde.

Empiezan a llenarse de emoción cada uno de mis sentidos, que explotan en cada salto que doy; estoy soñandote, amándote y entregándome en este dulce orgásmo celestial, a través de la punta de mis pies en cada salto vertical, en medio de este estallido emocional, quiero romper el equilibrio universal, para terminar completándo este ritmo, en la más hermosa danza horizontal.

Grandes reflectores nos están iluminándo y tú te me vas yendo, tu amplia sonrisa en medio de esta escena, me recuerda que no habrán rosas ni cena, que solo era la coreografía sabatina de esta función.

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Se desvanece tu presencia ante mis ojos, ahora me siento como un cisne negro, ya mi lago no es tráslucido como el cristal, está lleno de oscuras sombras espectrales, bajo un cielo cargado de veneno.

Moriré lentamente, sin compañero de vuelo, bajo esta gélida nevada, en este inframundo invernal.

Pero el viento tibio de este lugar no me deja morir en paz, un aliento húmedo y cálido me dice: despierta amor, hay que practicar, en pocas horas empezará la audición; pero antes de comenzar, entrenemos haciéndo de nuevo el amor.