Los Señores Antiguos

Me apresure a sentarme mientras contemple a mi alrededor, todos estaban exhortos en sus propios asuntos, la taberna era extrañamente acogedora, estaba iluminada por unas especies de candelabros llenos de velas que colgaban desde el techo, se mantenía limpia. Elwyn, el posadero, tenía un rostro algo rechoncho y juguetón, de mejillas gordas y nariz ancha, contrastaban con su piel llena de pecas y su poblada barba, era peli rojo, en realidad nunca supe de donde provenía, pero era obvio que no era de la región, era amable, característica poco común entre los pobladores del lugar, sin embargo no carecía de carácter para hacer frente a uno que otro borracho molesto. Limpiaba de manera enérgica la barra, detrás de él, tenía un estante lleno de botellas de los más variados colores, con muchos tipos de licores de los diferentes rincones del territorio. Al lado izquierdo de la barra se encontraba la anciana, sentada en una silla cómoda.

Debía tener unos 90 años, y si no los tenía estaba cerca de tenerlos, sus ojos algo nublados, se perdían durante los relatos, como queriendo alcanzar con ellos esos recuerdos que se le acercaban al filo de la memoria. Con voz ronca y temblorosa relataba…

-....Y así el gran señor nombro a estos seres de antaño, los más sabios entre los suyos- Hizo una pausa- Para guiar a su gente y hacerlos gobernar, los doto de poder y sabiduría y al principio fue bueno, a través de ellos se creó el gran imperio, nació la ciudad de marfil, Rinaren que fue la cuna de grandes señores y capital de la civilización, Rinaren la grande, la ciudad de los dioses- Tomo un sorbo de algo que humeaba en una taza de barro- Desde su trono gobernó, Zarakniel el justo, el más importante de ellos, poseía una gran sabiduría y discernimiento, su reinado fue conocido como la época dorada del imperio y durante este tiempo creció no solo en poder, sino en extensión, conquisto el sur y se expandió, se erigieron las tres grandes ciudades, Tanarka, Lyriem y Markaroth. Cuatro ciudades, para cuatro grandes señores....- El relato no me era familiar, fue durante la primera edad. Este tipo de relatos no eran comunes, bien porque eran poco conocidos o porque la gente temía las historias antiguas, nadie las contaba, si quiera se mencionaban. La gente de la iglesia era originaria de Lyriem, la ciudad maldita, sin embargo pocas veces hablaban acerca de ello.

-Durante mil años gobernaron y fueron venerados y respetados- Continuo- Sin embargo muchas cosas sucedieron después, cosas innombrables que cambiaron el rumbo de la historia…- Hizo una pausa, luego nos miro con extrañeza y dijo- ¿No quieren caramelos?- Y esbozo una sonrisa risueña de anciano, tomo su bolsa.

-¿Que paso después?- Pregunto un niño que estaba a mi lado.

-Le dieron la espalda a los hombres y se propusieron a destruir todo aquello que habían creado, perdieron la bendición de la estrella del oriente y fueron malditos en diferentes lenguas, estos seres eran inmortales, pues gozaron en su día de un gran don, es por eso que se dice que aún son almas errantes, que recorren nuestras tierras en busca de perdón…- Este ultimo lo dijo cantando y luego se dispuso a tararear una melodía algo melancólica y mientras escarbaba dentro de su bolsa.

De improviso se escucho un fuerte portazo, todos sobresaltados dimos un sorpresivo brinco. En la puerta de la taberna estaban tres hombres armados, sus espadas eran extrañas, de hoja recta y totalmente oscuras, tenían los rostros llenos de pintura, todos estaban rapados y su vestimenta estaba constituida en su gran mayoría de pieles. Nos observaban fijamente, mostraban sus dientes de manera amenazadora. El grupo de hombres que jugaban cerca de la puerta se pusieron de pie de inmediato, el más cercano desenvaino su espada y se puso en guardia, con horror observe como lo atravesaban con una facilidad pasmosa. En cuestión de segundos todo se volvió un caos, algunos niños lloraban, otros se agazapaban en los rincones, mientras otros corrían. En ese instante el posadero salió de detrás de la barra a hacerles frente con una pequeña hacha, sin embargo se fue de bruces contra el suelo y uno de los hombres lo empalo por la espalda.

Ilustración por: Miguel Membreño
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