Un Distinto Día- Cuento Original
-¡Que es esta luz que me enceguece! -
Fue el primer pensamiento de Frank al levantarse, para acto seguido posar su mirada en la pared que tenía justo a su derecha y comprender que la fuente de su malestar inicial provenía de la ventana abierta, días atrás hubiese soltado una maldición a su esposa Edna por tan grave descuido que posiblemente le hubiese causado uno de los frecuentes ataques de tos a los que se había acostumbrado.
Odiaba la luz, tanto como el perfume a jazmín que emanaba del cuerpo de su esposa, no porque ambas cosas fueran particularmente desagradables, sino porque le recordaba la oscuridad y los hedores en los que generalmente se encontraba el sumergido.
Hoy por el contrario, no solo disfrutó la luz que tenía frente a sí, sino incluso se permitió formar parte de ella, se sintió pleno, a gusto, con una suave sensación de bienestar que recorrió todo su cuerpo y que le hizo olvidar su terrible enfermedad.
-Edna, voy a ducharme y salir a la tienda!-
Gritó Frank al levantarse de la cama de un salto, se asomó por la ventana y salió hacia el baño amplio que estaba fuera de su habitación, sin siquiera voltear a revisar la mesita de noche a la izquierda de su cama donde guardaba sus medicamentos, evitando entrar a su baño privado que tantos malos recuerdos le traía.
Justo cuando se disponía a desvestirse y ducharse recordó lo desagradable que le resultaba tomarse un baño a esas horas, siempre prefería ir primero a la tienda, estar una o dos horas conversando con Ramón, su administrador para luego regresarse y comenzar su rutina de aseo diario, a pesar de que se sentía muy distinto prefirió mantener alguna de sus viejas mañas.
-Edna!, me voy – gritó Frank y salió de su casa con destino a la tienda de abarrotes que había fundado hace 10 años a unas pocas cuadras de su casa.
Desde que comenzaron a aparecer los primeros síntomas del cáncer de pulmón que padecía, Frank decidió cambiar los calientes huevos revueltos, el tocino, el pan tostado y el café que diariamente le preparaba su mujer, por una bebida cola y cualquier empacado que tuviese en su tienda, le desagradaba escuchar las reprimendas de su esposa sobre el origen de sus males, los constantes recordatorios de sus desvelos por atenderlo y de lo agradecidos que debían estar con Ramón, ya que sin su ayuda la tienda hubiese quebrado hace mucho tiempo.
- ¡vaya si está distinto el día, pude escaparme de la vieja parlanchina sin que se diera cuenta, este día realmente pinta bien!, me iré caminando a la tienda, no vaya a ser que la doña se dé cuenta de mi salida y quiera quitarme mis amados Marlboros.
Reflexionaba Frank mientras intuitivamente introdujo la mano en el bolsillo de su camisa para sacar su más anhelado vicio, pese a que no pudo hallarlos, la ausencia de los mismos, por muy raro que resultara no le pareció molesta.
-Edna, ha hecho muy bien su trabajo además de sacarme los cigarros sin darme cuenta, no sé cómo le ha hecho para que no sienta el anhelo de una agradable bocanada de tabaco, al final sus disparates como que me están afectando.-
- En cuanto llegue, lo primero que haré es poner a Ramón en su puesto, ya comienzo a sentirme muchísimo mejor, más ágil y fuerte, creo que puedo retomar las riendas de mi negocio, además no vaya a ser que me descuide y se quede también con mi vieja, aunque, ¿me haría un favor o no?.
A pesar de la nevada de la noche anterior y a la ola de frio que azotaba la ciudad, Frank se sentía tan bien que apenas percibía un poco de frio a pesar de no llevar abrigo, respiraba profunda y constantemente, no porque se estuviese cansando, cosa que le ocurría muy a menudo cuando ejercitaba su obesa y enferma humanidad, sino porque por una razón desconocida, sentía como el viento llenaba sus pulmones y le generaba a su alma una paz y tranquilidad que no sentía desde hace muchísimo tiempo.
Ya en la puerta de su negocio no pudo contener su temperamental carácter y pateando fuertemente la puerta gritó:
-Mejicano de mierda, mientras yo le pago él se da la gran vida a mis expensas!, ¡quién demonios le dijo que tenía la autoridad para decidir cuando abrir o no Mi tienda!, un día más sin recibir ingresos, justo hoy cuando decido reincorporarme el trabajo, ¡mejicano de mierda!, ya me las pagarás, hasta hoy trabajas aquí.
No se molestó ni quiera en intentar abrir la puerta, sabía que él solo no podría atender la tienda sin sus vendedoras y trabajadores, además no vería a María la esposa de Ramón y cuya ausencia era la causa principal de su rabia.
-Ahora tendré que aguantar la cháchara de Edna- Se decía para sí Frank mientras giraba con destino a su casa.
Mientras caminaba hacia su casa, se puso a reflexionar sobre el cambio que estaba experimentando no solo en su cuerpo sino en su estado de ánimo, pensaba como era posible que después de haber vivido una de las noches más dolorosas de los últimos tiempos y de apenas poder dormir, se sintiera tan bien, tan rejuvenecido.
Había pasado toda la noche rezando y pidiéndole al señor por su salud, tal como le había enseñado el padre John quien junto a Edna y Ramón eran las únicas tres personas que le habían acompañado desde que comenzó a enfermar y aunque nunca creyó en dichos rezos, definitivamente era la única explicación que le hallaba a su nueva situación.
- El señor me ha escuchado-, se decía.
- ¿Será por el tiempo que llevo sin ir al bar?, ¡será porque ya no frecuento a María?, María, María, María de mi vida, esos pechos, esos labios, esos muslos, ¿cómo podré vivir sin ellos?, ¿Cómo podré superar el placer que me provoca mirar a la cara al cabrón de Ramón mientras me acuerdo de tus dulces caricias?, ¡mujer cuanto me gustas!. Murmuró Frank mientras ya casi llegaba a su casa.
Al entrar a su casa Frank, como generalmente lo hacía gritó a su mujer:
- Vejestorioooooo!, llegó el rey de la casa, ¡demando tu atención!, ¡Ednaaaaaa, sal de donde te encuentres!.
Sin embargo no obtuvo ninguna respuesta, Edna no salió corriendo a su encuentro como solía hacerlo.
-Que día tan raro – pensó.
En ese momento comenzó en su mente a generarse una angustiante preocupación, producto de lo que ahora comenzaba a entender, la tienda cerrada, Ramón no está en su puesto, Edna siempre tan pendiente del mejicano cabrón…
-maldición a mí nadie me ve la cara de imbécil!
Rápidamente subió a su habitación, con los ojos encendidos en rabia y presto acabar con quien se cruzase en su camino.
-maldito cabrón me las pagarás! –, se dijo para sí Frank ya casi llegando a su cuarto donde guardaba el viejo revólver.
Al cruzar el umbral de su habitación se le ofreció un espectáculo que lo dejó inmóvil, frío y con los ojos desorbitados, se le hizo un nudo en la garganta y se le revolvió el estómago de una forma tan fuerte que le sobrevinieron arcadas.
Frente a si, al lado izquierdo de su cama, justo al lado de la mesita de noche donde guarda sus medicinas se encontraban: Edna, Ramón y el padre John sentados con actitud triste y vacía el cuerpo inerte de un hombre con la tez hendida, el cuerpo flácido y el horrible púrpura de la muerte bordeando la comisura de sus labios y el redondel de sus ojos, se acercó, no podía creerlo.
De repente comenzó a desaparecer paulatinamente la brillante luz del cuarto, lo que era cálido comenzó a ponerse frio, de un frio intenso, casi glacial y una sensación de vacío se fue llenando con lamentos, gritos y maldiciones, de repente la noche se tragó el día de un bocado, todo desapareció se acabó el distinto día.
Por cierto, el párrafo que más me ha gustado ha sido este:
Desde que comenzó a padecer los primeros síntomas del cáncer de pulmó, Frank decidió cambiar los huevos revueltos bien calientes, el tocino, el pan tostado y el café que diariamente le preparaba su mujer, por una bebida cola y cualquier empacado que tuviese en su tienda. Le desagradaba escuchar las reprimendas de su esposa sobre el origen de sus males, los constantes recordatorios de sus desvelos por atenderlo y de lo agradecidos que debían estar con Ramón, ya que sin su ayuda la tienda hubiese quebrado hace mucho tiempo.
He cambiado un par de cositas, pero la descripción de sus desayunos y la elección de palabras me ha resultado muy acertada. También los recordatorios de la mujer. Eso me ha acercado al personaje mucho más que el resto.
Guao!. Eso definitivamente fue una corrección @juagarsa, sinceramente muy agradecido por la misma, así puedo enriquecer mi trabajo en base a la opinión del lector, cosa que es muy pero muy importante para mi, estoy ahorita el móvil y no podre editar cómodamente el cuento pero cuenta que lo haré tomando en cuenta tus observaciones, si lo tengo que explicar es que obviamente no lo supe plasmar, pero el cuento tiene algunas claves y esta puesto en la perspectiva del personaje central, fijate a donde no volteo cuando se levantó de la cama?, recuerda que el sale de su cuarto y cuando regresa a la casa regresa a si cuarto entrado por la puerta que estaba a si derecha... No habías visto referencias a la nevada porque el personaje no sentía frio, pero porque no sentiría frio?, porque darse cuenta de la nieve solo cuando la ve?, porque no se encuentra con nadie durante el relato a pesar de ser un día normal y corriente?, la respuesta: cuando llega a su cuarto hay una persona muerta... En si cama y gente a la derecha... Donde el nunca volteo a ver y ahora por la colocación de la puerta puede hacerlo... Lo que ve lo impacta gravemente, entiende lo que pasa y en ese momento todo oscurece y desaparece... desaparece el... El que esta muerto en la cama es el mismo. Como te dije al tener que explicarlo pues es porque definitivamente no he podido mostrar adecuadamente la idea, pero seguiré intentándolo gracias por la ayuda, muy agradecido
Será para el próximo... ya no puedo editar, este.