No es un adios sino un hasta luego

Hola queridos amigos en este post finalizo ya las entregas de mis vacaciones en Amazonas y el tour de 4 días realizado al Autana. Salimos del Campamento del Cuao y nos dirigimos al Campamento del Autana al que llegamos en horas de la tarde, se observaban cierta cantidad de churuatas, casi todas desocupadas pues no era temporada de turismo, escogimos la churuata en la íbamos a dormir y comenzamos a colgar nuestras hamacas con sus respectivos mosquiteros pero a pesar de que no era temporada de lluvia en la zona empenzó a llover y el agua se colaba por el techo de palma de la choza que habiamos escogido y tuvimos que recorrer varias de ellas hasta encontrar una que estuviese en mejor estado.

Una vez resuelto el contratiempo, en la oscuridad de la noche y guiados por la luz de las linternas nos dirigimos al comedor y allí entre la luz de las velas degustamos la deliciosa cena que el guía-cocinero tenía preparado para nosotros. Entre pescado fresco de la zona, una ensalada tradicional indígena llamada pico e’ gallo, mucha fruta, bebidas, etc. pasamos un momento muy agradable comiendo y conversando sobre nuestro objetivo principal, el que nos tenía reunidos allí llenos de expectativas y muy emocionados. Al calor de la conversación el guía comenzó a contar la leyenda del Autana, en verdad bastante larga y para ser sincera no puedo recordarla toda, por que la resumo de la siguiente manera:

El Autana, según una leyenda Piaroa, representa el árbol de la vida que dio origen a todos los frutos que divinos e interminables proveían de comida a todos los habitantes de la tierra. Pero como siempre sucede en la abundancia, se hizo presente la codicia, un cacique que quiso concentrar el poder adueñándose del árbol lo mando a cortar pero lo que consiguió fue que este se secara y que la desunión y las disputas reinaran entre los habitantes.

Y con este relato concluye nuestra primera noche en el campamento.

Nos levantamos al amanecer y antes de salir nos dimos un delicioso baño de rio, que para mi sorpresa, pues yo pensé que por la hora el agua estar helada, esta estaba cálida y fresca lo que me hizo llenar de una gran energía, realmente necesaria para enfrentar aquel reto que se erguía desafiante ante nosotros.

Una vez en el sitio y con el corazón latiendo a mil pues estaba nerviosa porque no sabía con lo que me iba a encontrar y más porque a mi lado tenía a mi hija y mi imaginación volaba, pasando por mi cabeza todo tipo de situaciones peligrosas y como iba a enfrentarlas. Que locura, yo asustada y ella feliz! Y con estos pensamientos emprendimos la caminata que duraría aproximadamente 2 horas.

Comenzamos a subir y lo que vino después fue un agotador calor húmedo que reinada en el ambiente, árboles y más árboles entre cuyas ramas se filtraban algunos rayos de sol, en ciertas partes los guías tenían que abrir el paso con sus machetes y en otros había que atravesar riachuelos mojándonos los zapatos. Solo nos detuvimos unos pocos momentos para observar las tarántulas a quienes los guías molestaban introduciendo pequeñas ramas en sus cuevas y hacerlas salir a nuestro encuentro. Y así entre arañas, ranas, mariposas y mosquitos seguimos caminado hasta que llegamos a la última subida a la que prácticamente había que escalar. Agotados y sudados llegamos a la cima y ahi teníamos al frente y más cerca nosotros al colosal y majestuoso Autana.

Una vez allí miles de emociones te embargan. Algunos gritan, otros lloran y hay quien se sienta en silencio a observar y disfrutar de aquel místico coloso que se eleva imponiéndose como gran protagonista del paisaje.

Luego de vivir la experiencia regresamos al campamento cansados y silenciosos pero con una grata sensación de renacimiento. En horas de la tarde pudimos disfrutar de otro baño en las cálidas aguas del Orinoco y mi hija tuvo la oportunidad de compartir con algunos niños indígenas de la zona quienes al principio se acercaron a ella muy tímidamente y al rato estaban allí jugando como si se conocieran de toda la vida, superando las barreras de la lengua que no fueron un impedimento para poder entenderse.

Amanece nuevamente en el campamento y no habíamos salido del lugar cuando ya nos sentíamos un poco nostálgicos, sin habernos ido ya lo comenzábamos a extrañar. Después del desayuno y con algo de tristeza emprendimos el viaje de regreso llevando con nosotros esas maravillosas imágenes capturadas tanto en nuestra mente y corazón como por nuestras cámaras plasmadas como evidencia de un placer sobrenatural que no se puede dejar de compartir. Con el corazon en la mano puedo decir que no es un adios sino un hasta luego.

Es todo por ahora amigos, gracias por leerme y será hasta una próxima oportunidad.