¿Dónde Están mis Amigos?

Hoy acompañé a mi hijo al psicólogo. Estamos temporalmente sin nuestro vehículo, pues tiene algunas piezas dañadas. Justamente hoy el mecánico vino a la casa para chequear y diagnosticar. Problemas eléctricos, no le llega la corriente; compramos una pieza y ahora hace falta otra. Todas muy costosas, pero gracias a Dios, aunque parezca mentira, Steemit ha jugado un papel muy importante a la hora de solventar este tipo de problemas.

Así que nos llegó la fecha de la cita con la psicóloga y no contamos con el carro. El consultorio de la Dra. Mogollón, especialista en niños con Asperger, nos queda muy lejos de nuestra casa, y el transporte público es cada vez más paupérrimo. Cada vez menos unidades de transporte por falta de repuestos, o por falta de cauchos.

Suspendamos la cita -sugirió mi hijo.- Nada más de imaginar el recorrido de ida y vuelta me descompone el cuerpo. Y en realidad, a mí también, pero no podía decir eso. Debíamos ir a la cita así fuera en burro.

En Venezuela, casi todos tenemos dos teléfonos; no porque tengamos mucho dinero o nos guste presumir; sino porque la situación prácticamente te obliga; así como los ricos que tienen dos carros; el de lujo y el de paseo; el de campo y el de ciudad, nosotros tenemos dos teléfonos. El de sacar en la calle y el que permanece escondido. Al de sacar en la calle lo llamamos "Gallito". Es aquel sencillo, súper básico y elemental, lo más feo posible, que nadie te querrá robar; por ende lo llevas contigo con relativa tranquilidad.

Pues bien, al dejar el móvil inteligente para que no te lo roben, ya no tienes nada con qué distraerte mientras esperas por tu turno en el psicólogo. Lleguemos antes de la hora, a la hora exacta o después de la hora pautada, siempre toca esperar al menos una hora. Y ya estamos acostumbrados a tener algo en las manos; revisar correos, chatear por whatsapp o entretenernos con algún juego. Sin el móvil la espera se convierte en una verdadera prueba para la paciencia.

Previendo esto, decidí llevarme un libro, excelente compañero y no muy sencible de ser robado. Me encanta leer, y una de mis autoras favoritas es la chilena Isabel Allende. Tengo varios de sus libros, la mayoría ya los he leído, pero tomé el primero que se me vino a mano y me dediqué a leerlo en la sala de espera.

Isabel Allende vivió exiliada en Venezuela entre 1973 y 1988, época en la que Venezuela se encontraba en pleno desarrollo económico, industrial, empresarial y recibía en su seno gran cantidad de personas de todas partes del mundo que buscaban hacer dinero en esta patria llena de recursos. Por haber vivido aquí con sus hijos, ella llegó a conocer la idiosincrasia del venezolano y la contrasta magistralmente con la forma y las costumbres chilenas. En su libro "LA SUMA DE LOS DÍAS" ella habla de cuando conoció a su nuera Celia, una venezolana de unos 25 años. Ya para este momento Isabel estaba radicada en Los Estados Unidos y tenía su ciudadanía americana. Quiero citar textualmente un párrado de este libro donde ella describe a su nuera:

"A mi me resultó muy fácil querer a Celia, a pesar de que me chocaban su atrevida franqueza y sus modales bruscos - Los chilenos todo lo decimos con rodeos y andamos como pisando huevos- y que en apenas media hora ya nos había expuesto sus convicciones sobre razas inferiores, izquierdistas, ateos, artistas y homosexuales... Pero en esa misma noche nos hizo reir con esos chistes subidos de tono que no oíamos desde los tiempos relajados de Venezuela donde, menos mal, no existe el concepto de lo políticamente correcto y uno puede burlarse de lo que le dé la gana; después sacó su guitarra y nos cantó, con una voz conmovedora, las mejores canciones de su repertorio. Nos conquistó." p.64.-

Los venezolanos somos por naturaleza amistosos. Así como ella describe a su nuera, muy irreverentes y francos para hablar, confianzudos, hacemos amigos por donde pasamos; incluso en esta crisis que atravesamos hacemos amistades en las interminables colas (filas) que hacemos para comprar comida o cualquier otra cosa. "A fulano lo conocí en una cola" es una frase cada vez más frecuente. Hablamos, conversamos, nos reimos, bromeamos.... Somos "amigueros". Pueden preguntar a cualquier extranjero que haya estado en Venezuela y podrá certificar que la forma amistosa, sencilla y franca del venezolo es muy difícil de encontrar en otra parte del mundo. Contradictoriamente, reconozco que no somos los mejores cuando de atención al publico se trata. No sé por qué extraña razón somos muy antipáticos y descorteses a la hora de prestar un servicio, sea público o privado. Es algo que no tiene explicación, pero así somos.

El venezolano llega a casa de su amigo y abre la nevera, se sirve agua, registra las ollas y pellizca el pan. No hablo de que sea glotón; hablo de que establece relaciones de franca confianza.

En una de estas noches, estaba revisando mi album familiar y me encontré con las fotos de la celebración del cumpleaños de una de mis amigas; una excelente médico nefróloga-pediatra. Esa noche la pasamos muy bien; una reunión de amigos, "zanahoria" como llamamos nosotros a las reuniones donde bromeamos, cantamos y nos reimos sanamente. Y al ver estas fotos, me llené de nostalgia y las lágrimas vienen a mis ojos en este mismo momento. ¿Dónde están mis amigos? Es increible, es como un sueño, es algo surreal. Mis amigos ya no están y los que aún quedan, ya tienen todo listo para irse también. Diferentes destinos, diferentes suertes; todos fuera del país. Miren las fotos donde intento compartir con ustedes este sentir:

Año 2015 - Todos juntos reunidos.

Año 2017 - Todos separados por la distancia.

Es bueno saber que tienes amigos y familiares en todas partes del mundo; pero cómo hacen falta sus abrazos, sus risas, sus consejos, sus bromas, su presencia.