Mi cuerpo se vuelve a despertar.
Y empieza otra vez la película.
Dos partes de mí mismo comienzan una nueva pelea.
Soy una trinchera de incesante guerra.
Agotado de intentar conciliar lo irreconciliable

Dos pensamientos gobiernan una mente.
Una de mis manos se aferra a domingos cálidos de película.
Y la otra,
la otra se encarga de dibujar siluetas de delirio en bares de desenfreno.

Me sumerjo en mares de paz.
Abrazo el calor de fogatas de seguridad.
Beso labios de amor entregado.
Paseo con la cotidianidad de la rutina

Y por esos pequeños instantes de estabilidad.
De serenidad.
Juro que ese fragmento de mi gana la batalla.
Pero la otra se ríe.
Siempre más sabia.
Siempre más paciente.

Espera
Espera el momento de su contrataque
Lo logra.
Porque yo soy demasiado débil.
Demasiado cobarde.
Y Comienza el huracán de frenesí.
Y me entregó.

Otra vez.

Abro las familiares puertas de la lujuria.
Navego por los colchones impropios de los suburbios.
Me adentro en cuerpos indecentes.
Colecciono besos salivosos.
Amigos sin rostro.
Recuerdos vacíos.
Vuelos sin retorno.
Y de esos vuelos me lanzo sin paracaídas y me estrello contra el puente de la incertidumbre.

Me siento a ver como mi hogar seguro se transforma en un castillo de arena.
Que poco a poco.
Grano a grano.
Se derrumba en mis manos.
Cada día soy agujerado por las balas pérdidas de mis trincheras.
Que me paralizan.
Que me agobian.
Solo espero la dimisión de una las partes en esta guerra.
Mientras que yo,
Yo hago el amor con el fracaso.
Una vez mas