Indumentaria reprimida, hombre salobre de hierro, va montando su montura cual caballero inmortal, que cruza por la llanura de una vida sin dolientes, solo, abrumado y pesaroso, va cortando el viento que a veces no existe. El no andar lo amilana y parece que lo impulsa, una vida fría e inerte no es lo que él quería.

      Vivir parece triste cuando no está lo que se quiere y así parece morirte cuando no reposas en tus sueños, un pasado temerario y un futuro noble incierto, lo abrazan en las penumbras de la duda que le mata.

      Su dinamo está muy frío, su caballo en la apatía, le cuesta salir del charco que hoy ya tapa sus zapatos, unas botas muy raspadas, parece que no le quedan, va dejando la piel pegada cual serpiente madurando, aunque a veces mira lejos y así se queda pensando, si le toca ser veneno o poción para ir curando.

      No le duele haber sentido, pero si el no sentir, y así se va su vivir juzgado por sigo mismo, tapando con su dedo lo que el sol ya está quemando, se vuelve a quedar pensando y le duele más su pecho. Un paso para el vivir, una ser que a él lo mueve, el ya no sentir placeres ha cegado su regazo y aunque tiene un solo brazo de batallas ya perdidas, es la guerra de la vida que lo lleva a ser soldado.

      No piensa morir tan fácil, no le importa ir de cero, prefieres ser el sincero que libera su fracaso, y aunque apurar el paso no siempre es de hombre fiero, no importa llegar primero cuando el miedo es muy escaso.

      Hombre salobre de hierro endulzado por la vida, continua tu porfía como el niño que un día fuiste, no pienses que ya moriste por estar en este pedazo, es en la mitad del ocaso cuando puedes ver la aurora, vuelve a ser el de otrora y pon andar tu caballo que su raza de buen bayo te llevará a buena hora.