Una entrañable borrasca llamada Ana (reposición)

juancar347 (72)in #spanish • 6 years ago

Dicen que hacia el final de su vida, Wolfgang Amadeus Mozart planeó recrear esa pequeña obra maestra de Shakespeare que es La Tempestad, si bien esas mismas lenguas, dimes y diretes no aclaran –seguramente, porque no se haya encontrado indicio alguno al respecto-, si llegó a improvisar algunos de esos inquietos acordes, que es de suponer, seguramente ya habían comenzado a rondar fugazmente por su mente, procedentes de ese misterioso canal con el que el genio vienés se comunicaba con aquella inapreciable orquesta divina que son las esferas, con toda probablidad localizadas en la cúspide de los cielos donde Dante situó el Paraíso. En base a ello, quiero imaginar, y de hecho así lo siento mientras atisbo por la ventana y observo cómo el cielo va cubriéndose progresivamente con esos colores funerariamente caóticos que caracterizaban la obra del Greco, que el preludio para su ópera podría haber sido muy parecido, en el fondo, a aquél otro con el que Beethoven estremeció al público en sus asientos, la primera vez que escucharon los acordes de su Quinta Sinfonía: Ta-ta-ta-chán...Ta-ta-ta-chán. Una entrada estrambótica, fuerte y agresiva, que genera tensión y a la vez temor, y que recuerda, puestos a comparar, ese angustioso ínterin o calma chicha en el que Adán y Eva supuestamente permanecieron, mientras la ira de Dios se acercaba por un horizonte en el que ya comenzaban a arder fuegos de intencionada irresponsabilidad.

Los meteorólogos –tengan paciencia, por favor, que no estoy cambiando de tercio ni me ha dado la ‘barrunta’, como al del crimen de Cuenca-, yo no sé si traicionados por el subconsciente o influenciados, quién sabe, si por esa hada madrina que los humildes y los impotentes reconocemos como justicia poética –el tarotista, sin embargo, pensaría en la inflexible Sacerdotisa o en la Rueda de la Fortuna, que puede llegar a ser de todo, menos caprichosa e inmutable-, han llamado a esa furibunda borrasca que está llegando a España después de poner a media Europa los pañales en su sitio con una buena reprimenda, Ana. Lejos de parecer simplista o lacónico, Ana es un nombre que, salvaguardando en el buen lugar que corresponde las cuestiones afectivas, sugiere algo mucho más serio e importante, que ya nos recordaba Chesterton cuando hablaba del génesis de una biografía, refiriéndose, en particular e intencionadamente, a la que le hizo al poeta y visionario William Blake: lo que había antes de que Dios creara el cielo y la tierra.

Ana o Anna, es un vocablo significativamente generalizado, que no sólo encontramos en las culturas celtíberas que caminaron por los valles, llanos y montañas de esta florida Hesperia, sino también en culturas mucho más antiguas, consideradas por la Arqueología como ‘culturas cuna de la Humanidad’, como puede ser la sumeria. Y lo que viene a significar, simplificando la cuestión, no es otra cosa que la matriz o líquido amniótico, metafóricamente hablando, del que procede la vida: el agua. Su asociación, por tanto, con la figura ginolátrica de la Madre, no es gratuita, ni siquiera para el Cristianismo, que al fin y al cabo la adoptó como Madre de la Madre. Como tampoco sería gratuito, sustituir el vocablo ‘ciclogénesis’ por el de ‘mitogénesis’ y ver, en el trasfondo de estas sorpresivas situaciones, una metáfora defensiva ante la agresión del hijo –Freud lo llamaría incesto y hasta me atrevería a decir que Platón pensaba algo similar cuando recreó su mito de la Atlántida-, por la que la madre toma medidas, siendo éstas, drásticas en ocasiones, en concordancia con el daño y la violencia recibidos.
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Nos sorprendemos de la violencia con la que el clima últimamente nos está afectando, pero nos olvidamos de que realmente somos responsables por nuestras continuas agresiones. Olvidamos que la Tierra es un ser vivo y que su alma ginolátrica realiza calladamente sus funciones ‘en el hogar’, aun siendo el pago del olvido su recompensa. Pero no tenemos en cuenta, que es también la mujer ejecutiva, brillante y agresiva capaz de ponerse al frente y llevar con firmeza las riendas de la más grande y poderosa multinacional que existe: la Vida.