El pincel de Van Goght y los tres grados del amor

in #spanish7 years ago

Me pregunto si parte de esa nostalgia que parece intuirse en las pinceladas de las obras de Van Goght, no serían, en el fondo, emulsiones de tristeza desprendidas de un corazón que padecía ese desazonador flagelo de Eros, que a lo largo del tiempo se ha venido definiendo como mal de amores. Resulta significativo observar, tras la lectura de algunos detalles de esa pequeña joya biográfica que son las Cartas a Theo, que el Vincent que ponía sentimiento en los textos que le enviaba a su hermano Theo desde un exilio voluntario en la Bélgica campesina y minera, sobrellevaba los embites de tan fiero contrincante con una heroicidad digna de épocas pasadas, ajeno todavía a un cambio histórico que comenzaba a aparecer por el horizonte, en el que, como advertiría Jung posteriormente, el hombre comenzaba a amar más que nunca su comodidad, inmerso en una era, ‘la de la neurastenia, la impotencia y el butacón’, en la que ‘ya no le quedan energías para escalar balcones y batirse en duelo’.
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Comentaba Vincent, supongo que todavía aferrado a ese fino hilo que mantiene cerca de la mano el globo de la ilusión –momento en el que la esperanza, viene a ser como la paloma mensajera de la paz-, la existencia de tres grados en el amor: el primero, no amar y no ser amado; el segundo, amar y no ser amado y el tercero, al que él denominaba summum, amar y ser amado. Descartados el primero y el último grado, Vincent se consolaba con aceptar el segundo grado, quizás como mal menor y desde luego, conmiserativo: aquél en el que coincidía plenamente con el soberbio escritor alemán, Hermann Hesse –autor, entre otras magníficas obras, de Demian y El lobo estepario-, que aireó a los cuatro vientos el antiguo mantra o contrahechizo –metafórica y psicológicamente hablando-, que decía: más vale haber amado y haber perdido, que no haber amado nunca.
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La cuestión es, que si la técnica moderna permite averiguar con cierto margen de seguridad, la posible enfermedad que padecía un artista en un momento determinado, en base a los trazos y a la persistente utilización, por ejemplo, de ciertos colores –en este sentido, sería interesante analizar a El Greco-, quizás también permita intuir, o cuando menos sugerir, que incluso en la aparente alegría de obras como Los girasoles, Vincent van Goght, después de todo, estaba en lucha consigo mismo y con su corazón. Puestos a pensar, podría decirse también, como conclusión, que quizás el desamor dé alas a la genialidad, emulando el eslogan de ese bebida energética llamada Red Bull.

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Buen artículo, además de referirse a uno de mis pintores preferidos, por el misterio de sus pinceles y por hacerme sentir una ternura extraña. Mal de amor a la humanidad. Como escribe Don Mclean en “Vincent”, la canción que le dedicó:
Aunque no podían amarte, tú los amabas sinceramente.
Y cuando no quedó esperanza en esa estrellada, estrellada noche,
Te quitaste la vida, tal como los amantes suelen hacerlo;
Pero pude haberte dicho, Vincent, que este mundo nunca fue hecho para alguien tan hermoso como tú.

Interesante comentario y reveladora las palabras del tema de Mclean (supongo que te refieres al Don Mclean de American Pie), que imprimen una nota de poesía a un hecho tan patético como es el suicidio. La genialidad y el mundo, generalmente suelen estar enfrentados y no deja de ser paradójico que haya seres que vienen al mundo en un momento equivocado. Ahí tienes por ejemplo a Gaudí, incomprendido en su tiempo, hasta el punto de que Le Corbusier llegó a decir de él y su arte que eran una vergüenza para Cataluña y hoy en día levantan pasiones. Con Van Goght, aparte de ese posible mal de amor a la humanidad, creo que también sufrió el mal de amor personal, y ahí está el episodio de los tres grados que le comentaba a su hermano Theo, en un momento de euforia por el amor que sentía hacia su prima. Creo, y a lo mejor me equivoco, que a la postre tanto el afecto como la falta de afecto motivan a la superación. Es como el Arcano Mayor del Tarot Los Enamorados, que generalmente se denominan también como los Dos Caminos: posiblemente desemboquen en el mismo sitio, pero desde luego, el viaje es muy diferente según sea la elección. Gracias por tu comentario.

Curioso que aludas al tarot, acabo de elegir para mi post a una papisa. Este es el tema de McLean:

Un vídeo realmente precioso, y la canción es todo un lujo para los sentidos, muchas gracias. El Tarot me fascina; de hecho, tengo numerosas barajas. La última que adquirí fue la de Ryder-Waite. Se trata de un pasaje formidable para la exploración del inconsciente. Y con respecto a la Sacerdotisa, algún día quizás revele mis experiencias.

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