El futuro es cosa de gitanos
El romaní, el gitano o el caló, es un pueblo que siempre ha tenido una conexión muy estrecha, por no decir especial con esa trama marginal de la razón, que alguien, posiblemente en los albores de ese siglo XVII en el que Giacomo Casanova comerciaba con filtros de amor por las principales alcobas de Europa, denominó Ciencias Ocultas. Gitano y ocultismo, pues, vienen a ser como el gas sarín que se abate por encima de las trincheras de un mundo que por alguna razón que se me escapa, parece querer huir permanentemente del presente para refugiarse en un futuro que, aparte de impredecible, se presenta cada día más incierto. Esta faceta de pueblo nómada y nigromante, constituyó todo un atractivo para los guionistas de aquél Hollywood feliz de los años treinta, que comenzaba a estremecer al público, llevando a las grandes pantallas a aquellos personajes –y esto sí que podría considerarse, como una auténtica visión de futuro-, que no tardarían en convertirse en los grandes mitos del cine de terror: Drácula, el hombre lobo, la momia y el monstruo de Frankenstein. De todos ellos, posiblemente fuera aquél jovencísimo Lon Chaney, en su faceta de lunático acdcidental y víctima paradójica de una maldición ajena, quien más y mejor conectara con este mundo subliminal, donde el gitano –cuyo nomadismo, ya de por sí constituía todo un auténtico misterio, culpable en buena parte de su leyenda negra- representara magistralmente el papel de nexo entre dos mundos mediáticos y antagónicos, que aunque a veces procuran disimular, nunca llegan a entenderse: el del ayer, representado por la superstición y el del hoy, volteriano producto de la razón.
Remanente de ese mundo de la superstición, romántico y heredero en parte de una tradición de vuelos mucho más altos y poco o nada reconocidos, la lectura de las líneas de la mano, la visión en la bola de cristal y la tirada de los arquetípicos arcanos de las cartas del Tarot –juego simbólico, cuyos orígenes permanecen en el más oscuro de los misterios, si bien algunas fuentes quieren ver sus orígenes en los Triunfos y los Fracasos del genial Petrarca-, siguen constituyendo hoy en día, las herramientas principales con las que la hembra romaní desarrolla alegremente esa supuesta función social, basada en repartir buena suerte a cambio de una propina, sin la civilizada pero inconveniente necesidad de repartir con una seguridad social a la que tiene derecho, no obstante, tanto o más que cualquier otro cuyo sueldo, recortado miserablemente todos los meses, como el muñeco de la inocencia, le proporciona la suficiente videncia como para saber, al menos, de qué color es su futuro más próximo.
@juancar347
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