No podría decir la fecha exacta en que me enamoré de cada trozo de tu ser, porque, cabe destacar, que fui capaz de darme la tarea de conocerte a fondo y amar cada partícula que te conforma. Logrando amarte hasta tal punto de no conseguir olvidarte, de tener cada una de tus manías en mi mente y el eco de tu risa acompañándome cada segundo.

     Me enamoré del brillo que resplandece en tus ojos cafés cada vez que me observas y analizas, me enamoré de la sonrisa socarrona de tus labios y de la dulzura que estos poseen. Me enamoré de los lunares que complementan tu piel, sobre todo ese que yace en tu pecho, me enamoré de tu cabello rubio despeinado, ya algo oscurecido debido al maltrato del sol, sin dejar de lado decir que me he enamorado, inclusive, de cómo me tiemblan las manos cuando estás cerca.

     Me he enamorado de la manera en la que tu rostro se contrae y tus cejas se juntan cuando la tarde luce calurosa, me enamoré de tu ceño fruncido al percibir caer la lluvia ya que desapruebas estos tiempos, lo contrario a mí. Me enamoré de la increíble mentalidad que posees y como despeinas tu cabello en medio del estrés. Sin obviar la cualidad en la que resultas un niño y, a su vez, un hombre, disfrutando cada locura que fuese por amor.

     Me enamoré del modo en que tomas mi mano y la aprietas levemente, demostrándome que estás ahí, sin dejarme caer. Me he cautivado con la manera tan dulce en que sueltas un bufido al quedarte dormido y de cómo tiemblas durante el frío, refugiándote en mis brazos mientras me acariciabas suavemente los cabellos. Me enamoré de la gentileza que emanas, de la seguridad con la que siempre andas, e incluso, de la alocada forma de amarme que, solo tú, sabes hacerlo de ese modo. pero, ante todo, me enamoré de lo feliz que resulto junto a ti.

     Me he enamorado hasta de esas pequeñeces que sueles llamar defectos, de esas imperfecciones que, para mí, resultan tan dulces y dignas de mi amor, que se me es absurdo no enamorarme de ti. Me enamoré del hecho de que, aunque en ocasiones, lleguemos a ser agua y aceite, siempre logramos saber cómo combinarnos. Y recuerda, nadie ha de amarte tan atolondradamente como yo, tu fiel enamorada.