El Escepticismo
Si para el dogmatismo no existía problema alguno respecto a la aceptación del conocimiento y colocaba un cheque en blanco para avalar la conciencia humana y sus capacidades de intelectualización frente a la realidad, el escepticismo, como extremo contrapuesto, niega toda posibilidad de conocimiento optando por la duda como la vía más segura para evitar los errores y las falsas realidades a las que, según el escéptico, nos conduce el dogmatismo.
Escepticismo significa, en sus orígenes, cavilar, examinar, en tanto no acepta nada de plano, como la haría el dogmatismo. El padre, por así decirlo, del escepticismo es Pirrón de Elis, en la Antigüedad, para él no se llega nunca a un verdadero contacto del sujeto con el objeto, en tanto es imposible el conocimiento, es decir, no se da, en esencia, la relación del conocimiento.
Existe una corriente escéptica, sin embargo, no tan radical como la antiguo de Pirrón, esta otra versión del escpticismo se le conoce como escepticismo académico, que data de los primeros siglos de la era Cristiana. Para el escepticismo académico es imposible un conocimiento riguroso, es decir, no podemos afirmar que tal o cual proposición es absolutamente verdadera, sin embargo, si podemos señalar que aquella parece verdadera, que resulta probable. No hay, entonces, en el escepticismo académico verdades rigurosas sino sólo probabilidad.
También en la filosofía moderna se da una suerte de escepticismo, pero esta vez ya no como principio, o fundamento, sino más bien como método, aparece entonces Descartes quien postula la duda metódica y llegara a señalar que de lo único que no podía dudar era su propia existencia.
Hasta acá nuestro recorrido por la corriente epistemológica del escepticismo que ante el “todo lo acepto” del dogmatismo promueve “todo lo niego o, al menos, lo dudo”. En siguientes publicaciones seguiremos refriendo otras posturas que se colocan en posiciones intermedias de estas dos iníciales que ante el tema del conocimiento representan, como hemos vistos, polos opuesto, es decir, los extremos de la discusión.