El mesías

Si algún hecho histórico se ha solidificado por los siglos en la vida de Jesús es la seguridad que este no fue el Mesías esperado por el pueblo de Israel.

Aquel que debía venir a corroborar las profecías escritas por inspiraciones divinas y vertidas en el Tanaj o transmitidas por la tradición oral desde los tiempos de Moisés.

Aquel hombre nacido en una familia de clase obrera, sin parentesco con reyes ni sacerdotes, no era propiamente lo que esperaban, pero dada la enorme popularidad y carisma del mismo, un grupo de modernistas optó por aceptarlo y para tales fines, dueños de la historia de su pueblo a través de los escribas, maquillaron las contradicciones y reescribieron algunos aspectos de su vida.

Eso logró justificarlos ante los seguidores del hijo del carpintero y les dio excusas para vigilar muy de cerca sus acciones y escuchar el mensaje que transmitía. Así fue como por arte de magia Jesús o Ieshua terminó emparentado con el rey David y fue llevado a nacer en Belén, los pormenores posteriores fueron escritos muchos años después de su muerte.

Pero si algunas circunstancias no cuadraban dentro del contexto judío, las enseñanzas y actitudes ejecutadas terminaron por darle la razón al bando tradicionalista y apartar al otro, aceptando las explicaciones teológicas, muy bien sustentadas de los más altos jerarcas religiosos del pueblo.

No podía ser el Mesías quien no reconocía al pueblo judío como el elegido de Dios y aceptaba gentiles en su entorno, menos aun aquel que predicaba amor al prójimo, sin importar si este era el propio imperio que los subyugaba.

Aquel locuaz y convincente predicador, capaz de cautivar las masas con sus palabras sencillas, de rodearse de mujeres y de personas segregadas por la Ley, no podía ser el enviado del Dios de los ejércitos llamado Yahvé, emulo del Marte romano, quien a través de los años, no solo había hecho posible el triunfo en las batallas, sino igualmente había sido el guía espiritual para la exterminación de personas y animales. Ese Dios creado para justificar las barbaries más abominables de la historia del pueblo judío.

Por lo que para vengarse de ese charlatán nacido bajo los rituales judíos, no bastaba solamente la muerte, sino también la desaparición histórica, que provocaría la extinción de sus mensajes con el correr de los años y la solidificación de la ley judía, a través de acuerdos con los conquistadores.

Así es que al igual que los modernistas lograron crear un nexo real, los tradicionalista lograron exterminar los vestigios terrenales de un predicador venido de algún pueblo del norte, que no solo logró rodearse de muchas personas sino que igualmente logró la notoriedad que los viejos profetas judíos no habían logrado, a pesar de ser estos verdaderos instrumentos de Yahvé.

Pero olvidaron que sus propias creencias, mitológicas en cierta forma, habían sobrevivido a través de la oralidad, por lo que el correr de los años logró que las enseñanzas del carpintero fueran transmitidas, y como suele ocurrir con la tradición hablada, al igual que la ley judía, fuera condimentada con expresiones y frases provenientes de la cotidianidad y del carácter mitómano del hombre.

Sin embargo sobrevivirían al olvido, donde intentaron ser echadas, y hoy más de dos mil millones de personas las siguen.

Cabe preguntarse cuales son las originarias acciones, consecuencia directa de las palabras de Jesús y cuales las creencias nacidas posterior a su muerte.

Para eso hay que escrudiñar la historia, a través no solo de los hechos narrados por los cristianos sino también por los escritos por quienes lo adversan y también por los descubrimientos científicos que nos han dado las herramientas para encontrar al Jesús histórico que los judíos creían haber desaparecido.