Mini Cuentos - Primera Entrega: "LOS CORAZONES LLORAN"

Buenas tardes mis apreciados y respetados lectores.

En esta oportunidad, les quiero entregar el primer mini cuento de mi autoría, que se titula: "Los Corazones Lloran". Este primer relato, lo escribí hace ya muchos años atrás, cuando aún estaba en la época del bachillerato. Lo tenía escrito como manuscrito en mi diario y lo mejoré para esta versión editada que hoy les quiero compartir. Espero sea de su agrado.

                                   LOS CORAZONES LLORAN

Aquella mañana él regresó bien temprano del trabajo. Iba muy emocionado y compró en la floristería de paso, unas hermosas rosas rojas para su ser más amado. Quería encontrarse con su esposa y darle la sorpresa más hermosa.

¡Pero qué sorpresa!, ¡qué gran sorpresa se llevó!; pues, cuando llegó a su morada, ella ya estaba amada. Otro hombre la había hecho suya, aquella mañana. Y en sus brazos, ella se aventuraba y se aventuraba, en la búsqueda de los placeres más ilícitos de su alma.

Él la miraba, sólo la miraba, mientras ella, tan avergonzada, sollozaba. Su corazón lloraba con los sollozos más sentidos en el fondo de su alma. Así, permanecería ese dolor, por largo tiempo compungido en su alma.

En el fondo de su desolado ser, oía la voz de la conciencia de su alma, pedirle a gritos que no pecara, pedirle a gritos, que ya no se manchara y por sobre todo, que no se alejara de la persona que más amaba.

El corazón de él, lloró amargamente su dolor, lloró terriblemente su dolor. Así fue como su triste y dolido corazón, lloró terriblemente, su dolor. Él Lloró con gran amargura, al verla toda desnuda en su lecho con el traidor, que deseaba verla libre, para seguir con ella y seguir bebiéndose, todo lo que con tanto amor y con tanto anhelo, le había depositado su esposo con todo su amor. Él que era su único y gran amor, el más idílico y entusiasta adorador, que había depositado todo lo suyo, todo de su ser, en la base de su corazón. Ella compartía con él, el más perfecto acaecimiento, de cumplir felizmente la vida conyugal... hasta aquel nefasto día.

Pese a su gran dolor, él sabía que la seguiría amando por mucho tiempo. Aguantaba y aguantaba con denuedo su ya evidente derrota e intentó con desespero y con dolor, lo último a lo que recurriría; hablar con ella, le parecía imposible, porque ya en su alma rota, sólo quedaba desconsuelo, tristeza y la gran impotencia que sentía. Ya la rabia había subido tanto en su ser y había algo en su sollozante corazón que ya le oprimía.

En el fondo de su alma inmaculada y todavía, en su cristalina dulzura, ya no podía haber nada más, sino un gran dolor y una gran amargura. Su alma y su corazón serenos, se prepararon para lo que ahora venía. La absoluta y necesaria pregunta del momento:

• ¿tú, me amas todavía?

La respuesta que él esperaba con mucho anhelo, lamentó que fue tardía; pero esperó por todo el tiempo algo que, al final, sabía que llegaría:

• ¡Sí amor, claro que sí, tú, más que nadie, sabes que todavía te amo!

Él Esperó un momento, sólo un poco más, para buscar aún más aliento. Solamente pudo encontrar mucho más dolor y aún más resignación a su sollozante corazón.

En ese lapso de tiempo, veía de lejos, la soledad queriéndole atrapar. Y surgió en él, muy pronto, un ingente deseo de perdonar. Sí, inefablemente, de pronto, él estaba dispuesto, él la quería perdonar. Porque ya notaba la enorme soledad de la ingente falta que le haría y la amaba con toda el alma, la amaba con todo su ser, la amaba de verdad.

En ese momento, súbitamente la buscaron sus ojos y la volvió a mirar. La buscó, como buscando dentro de su ser, todo lo que se le vendría al final. Entonces fue cuando, instintivamente, ella lo miró y le preguntó:

• ¿Estás dispuesto a aceptarme amor, con la convicción de lo obvio y aún después de haber visto, con tus propios ojos, con quién fue?

• ¿Estás dispuesto, en verdad estás totalmente seguro de eso, mi amor?

Él sabía con toda el alma llena de amor, ya seguro, que le diría que sí. Pues aún la amaba con toda su alma y aunque su corazón lloraba, después de esta escena abrumadora, en la que habían pasado tantas cosas, ella iba a seguir siendo su dama, ella iba a seguir siendo su esposa.

En ese momento le contestó: sí, sí y sí; estoy dispuesto a perdonarte. Aún con el ingente dolor que se anida fuertemente en mi corazón. Este dolor en mi alma es grande, pero no me impide perdonarte. No me impide serte indulgente.

Y tú, mi mejor amigo, uno de mis seres más amado, más querido. ¿Por qué amigo? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te atreviste a hurtar, las cosas que me son sagradas, las cosas más preciadas de mi hogar? Es robar, es herir en el alma, es tanto como agarrar lo que no es tuyo. Amigo mío, es violar de la peor manera, el sagrado sentimiento de la amistad.

De todas formas, pese a todo lo que ahora siento, pese a mi orgullo, no me puedo olvidar, no lo puedo evitar, porque sé que fui algo tuyo. Fui tu amigo, tu mejor amigo, un fatal gran amigo, ya no hay nada más. Ahora sólo me queda un gran vacío, un gran dolor, un gran murmullo. Ahora sólo deseo que te apartes, que no aparezcas ya nunca, que ya no aparezcas jamás.

Y tú, la mujer radiante, llena de luz viva y que iluminó todo mi hogar. La que es mujer que conmigo, de alguna forma compartió y comparte. Debo decirte amada mía, mujer de mi vida entera, que el perdonarte, ha sido hasta este momento y es todavía, el trago más difícil de tragar. Para mí, eres el ser más querido, igual que para nuestros bellos hijos. Pero ante esta sociedad, todo lo hecho, todo esto fue una barbaridad. De todas formas, no hay marcha atrás, ya todo lo hecho, hecho está. Quiero decirte que, a mi lado, ahora tú deberás olvidarte de mi amigo. Porque de una forma u otra y sin previos avisos, si acaece nuevamente, todo habrá terminado por siempre y ya no querré jamás volver a verte.

Pese a mi gran dolor, voy a seguir a tu lado, voy a estar contigo mucho más. Ya no por pasión, ya no por amor, ya no hay más. Sólo será por amistad. Porque no hablen y no te critiquen, para no darle gusto a la sociedad. Porque se regocije en mis hijos mi alma y mi corazón ya deje de llorar.

Me dijiste que me amabas y de alguna extraña y sublime forma, te creí; puede ser que sea verdad, pero para mí, ahora eso ya no importa más. Porque yo estoy ahora contigo por la memoria del más bello idilio, por el recuerdo de lo vivido, por un pasado y por nuestros bellos niños, que serán nuestro futuro, nuestro legado familiar. Ahora estoy contigo por nuestro amor ya fenecido, por nuestros encuentros tan coloridos y por sobre todas las cosas del pasado: por la más hermosa amistad con la que tú y yo, desde niños, siempre nos abrigamos.

Fin

José M. Lausar

Para seguir mis publicaciones en lo tocante a poemas, cuentos y novelas, pueden pasarse por mi blog, a través de mi link: @joseelpoeta1.

Siéntanse libres de comentar. Sus comentarios me ayudan a mejorar y serán muy bien recibidos por este servidor.

Les deseo un feliz fin de semana.

Un fraterno abrazo para todos.