Esta foto me la enviaron hace poco unos familiares y rememora mi niñez, para este entonces tenía alrededor de 4 años, pero al mirarla; mi mente viaja aún más atrás cuando tenía unos seis meses de nacido. Esto lo se, no porque lo recuerde; sino porque me lo contaron mis parientes. Para aquel entonces era el primer sobrino, el primer nieto y en casa de mi abuela todos mis tíos querían cargarme y eso incluía a mi tía menor, quien contaba con unos escasos seis años.

Ese día me llevaba en hombros y para bajar las escaleras que conducían del primero al segundo piso, quiso bajarme de los hombros a los brazos, pero no logró sostenerme y caí, sin que ella pudiera hacer nada para evitar que me prespitara hacia el vacío y me precipitara en caida libre hacia el suelo del primer nivel de la casa. Cuando ella escuchó el golpe producido por mi pequeño cuerpo al chocar con el duro y embaldosado suelo, y contemplar que quedé tendido como muerto, sin llorar siquiera, salió corriendo a esconderse en su cuarto, mientras gritaba "¡lo maté, lo maté!"

Otro hecho que recuerdo, porque me lo narró mi padre y de nuevo está asociado a mi primera infancia, es aquel en el que mis padres fueron a pasear. Como siempre mi papá, un apasionado pescador, lanzaba el anzuelo a la corriente del río, pero vigilándome desde allá con constantes miradas; mi madre se dedicaba a cocinar los alimentos a unos cuantos metros del árbol donde me dejaron dormido. Cada vez que mi papá miraba, allí estaba yo; plácidamente dormido.

Sin embargo, y después de un rato de no mirar, mi papá dirigió de nuevo su vista debajo del frondoso árbol donde se supone seguía dormido su primogénito, pero se llevó una sorpresa, porque no estaba ahí. Miró alrededor y no pudo localizarme, miró a mi mamá, pues quizás ella me tenía y no fue así; así que ahora con tamaño susto, corrió gritando: " y el niño". Mi madre no supo qué responder y tras mirar hacia la orilla del río, vieron que en un pequeño charco, salían burbujas desde del fondo. Mi padre desesperado, saltó como un rayo y al ver que era yo, y que me estaba ahogando; me sacó en medio del pánico de ambos.

Hay momentos donde pienso que soy un bueno para nada, que soy escoria; hay momentos en los que creo que mejor sería no existir, pero recuerdo todas estas cosas y pienso que no son meras coincidencias. Me anima y conforta saber que hay un plan con mi vida, que mis pensamientos se quedan cortos, al compararlos con los propósitos eternos que Dios tiene para conmigo. Puedo ver el pasado a través de estas fotos, viajo al ayer cuando escucho las historias de una y otra cosa ocurridas, pero en todas; veo un extraño plan, el cual a veces no entiendo. Miro al futuro con algo más potente que la misma imaginación, observo con mi catalejo de la fe que cada paso que doy tiene un propósito, aún más grande que mis sueños.