Ya la lluvia no cae como antes.
Ahora se la lleva la brisa, balanceándola de un lado a otro, como si no supiera a dónde ir.

Pixabay

Sus gotas son como agujetas que lastiman la cara
y dejan en el rostro lágrimas cristalinas que parecen un llanto desmedido.

Antes, el entorno era acogedor.
Ahora levanta la pestilencia adherida al asfalto, que se adhiere con saña en mis fosas nasales, asfixiándome.

En otros tiempos un intenso aguacero despertaba a las musas que dormitaban en los pechos soñadores.
Hoy día agitan el calor y la angustia de quienes deben correr de un lado a otro tapando las goteras que dejó abiertas el dolor.

Ya la lluvia no cae como antes.
El tiempo se esfumó mientras vivía sentada junto a la ventana anhelando al sol.

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