Soy una persona dispersa, soñadora e indisciplinada, de esas que comienzan un libro y al aburrirle unas páginas, lo abandonan; o inician un proyecto y, luego de pasar la efervescencia del inicio, lo cambian por otro. Es un mal terrible, quizás heredado o quizás aprendido. El caso es que he tenido que vivir con ello y buscar medios para controlarlo.

Montaje propio, fondo tomado de Pixabay

Hace más de diez años decidí dedicarme a la escritura. Leía mucho y soñaba con historias que se formaban en mi cabeza luego de aquellas lecturas, ya antes me había aventurado a crear cuentos o poemas de adolescentes, pero una tarde quise llevar a cabo un proyecto más largo, con miras a convertirse en un emprendimiento independiente.

Así comenzó ORÁCULOS, mi primera novela escrita. Una historia de amor y magia ambientada en parajes selváticos venezolanos. Fue tan emocionante que la terminé en pocas semanas, pero, al hacerla revisar por lectoras amigas, noté que le faltaba un montón de cosas.

En ese tiempo estaba enamorada de las historias de romance paranormal, así que, inventé un mito indígena y con él tracé una trama llena de suspenso y misterios que resultó atractiva, pero que dejaba cabos sueltos. Reescribir la novela varias veces para hacerla creíble e interesante, pero seguía sin comprenderse muchas cosas y no deseaba hacerla larga. En lo personal, no me gustan las historias explicativas e interminables.

Para resolver ese detalle diseñé una “precuela”, es decir, una historia anterior a la que escribía. Eso resolvía buena parte del problema, pero seguían quedando cosas inclusas, sobre todo, luego del final de la novela principal. No podía dejar esas dudas en el aire, así que le hice una “continuación” que durante su escritura me trajo a la mente ideas nuevas, que me obligaron a sacar de la venta las que ya estaban publicadas para reescribirlas y ajustar toda la trama como si fuera una sola.

Montaje propio, fondo tomado de Pixabay

Aquella primera novela, que comenzó siendo una historia de amor y magia independiente con precuela y continuación, se convirtió de la noche a la mañana en una “saga”, es decir, en una seguidilla de historias autoconclusivas, pero conectadas entre sí por un mismo trasfondo.

El mito creció, así como mis aprendizajes y necesidades literarias. Luego de cuatro años, casi cinco, otras novelas más sencillas y no de fantasía llegaron, obteniendo gran aceptación entre los lectores. Comenzaron a escribirme de editoriales y a vivir experiencias asombrosas con otras escritoras. La saga ORÁCULOS quedó relegada, guardada en el olvido por un par de años, hasta que una necesidad imperiosa me obligó a sacarla.

Repensé muchos aspectos de la trama y decidí agregarle más, graso error, porque eso me llevó a volver a reescribir todo desde el principio antes de abordar una cuarta novela. Pasó el tiempo y pensé que nunca iba a terminarla. Me cansé, me aburrí y volví a abandonarla, pero la rescataba en ocasiones y seguía con ella. Fue desesperante, más aún al ver que estaba perdiendo seguidores por no publicar más seguido y las editoriales comenzaban perder interés en mí. Así que, a finales del 2017 hice lo que nunca había hecho antes: me organicé.

Tracé en una lámina grande de papel la continuidad temporal de la historia, demarcando lo que ocurriría en cada de una de las entregas de la saga, según el tiempo. El conflicto era uno solo y ese se desarrollaría en un período de tiempo determinado (3 años), en ese lapso surgirían cinco historias diferentes, correspondientes a los cinco personajes principales. En cada una sucedería un hecho que haría avanzar el problema dándole un inicio al otro hasta llegar al fin.

Duré semanas en esa organización, desarrollando personajes para cada entrega, eligiendo escenarios paradisíacos y estudiando mucho, pues quería mostrar algo de las costumbres propias de esa zona del país, como las prácticas de santería, que, por sus virtudes mágicas, compaginaban con el trasfondo de la trama. Fue un trabajo largo, pero eso me ayudó a reescribir en tan solo semanas la primera entrega, que logró publicarse con nueva portada en enero de 2018. La segunda salió en abril de ese mismo año, la tercera en septiembre y la cuarta en enero del 2019. La última estaba programada para mediados de año, pero, por los problemas económicos y sociales de Venezuela, mi depresión y mi obligada mudanza a otro país se retrasó.

Captura de mi perfil personal de #Nanowrimo

Hace poco la retomé, pudiendo avanzar a pasos agigantados en su escritura gracias a esa organización anterior, a la que solo le ajusté los tiempos. Tengo la seguridad de que la tendré lista para mediados de noviembre y publicada a mediados de diciembre. Con ella cierro un capítulo importante en mi vida, uno que duro un poco más de diez años, pero que terminará con grandes éxitos, pues he logrado que esas historias enamoren a mis lectores y mantengan activas mis ventas.

A pesar de los conflictos y de la complejidad del proyecto no perdí la fe en él. Lo escribí y reescribí todo lo que fue necesario, y organicé y reorganicé el trabajo tantas veces como pude para no volver a decaer. No hay que rendirse por lo que se creen “proyectos perdidos”, si son retomados con nuevos bríos y con nuevos ánimos podemos llegar a culminarlos con éxito.

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