Mi amado angel de hierro
Para Amanda la felicidad era algo que a su corta edad había sentido pocas veces.
Nació en un hogar de clase media alta, en donde si bien no era millonaria, tampoco carecía de ninguno de sus caprichos, aunque pedía muy poco a decir verdad. Criada por su madre (me gustaría decir: “por la madre mas amorosa del mundo”, pero no quiero engañarlos), una mujer de carácter duro, muy celosa, muy malgeniada, muy amargada, infeliz… sus motivos tenía. A pesar de no contar con figura paterna, y de tener una madre nada cariñosa, contaba con tías, primos, una abuela que la amaba como a su propia hija, la más querida.
Amanda tenía un carácter muy dulce, totalmente opuesto al de su madre. Siendo siempre honesta, alegre, muy inteligente, y hábil, se ganaba la buena voluntad de todos. Al parecer sí conocía la felicidad hasta este punto, ¿no es así? Después de todo ¿Quién no quiere ser amado? Amanda lo era, así que no podía ser tan malo.
Estudiando muy cerca de su casa, la mamá le permitía irse en compañía de sus primas, siempre sin ningún contratiempo iban a estudiar y regresaban a casa obedeciendo al mandato de no desviarse de su ruta diaria.
Día común regresando de clases por su ruta habitual, pasando por una calle un tanto sola, aunque aun con luz de día, fueron cercadas por un grupo de chicas, con ganas de empezar una fuerte pelea (llamando la atención de un niño de su escuela). Golpearon a Amanda brutalmente, dejándole varias heridas graves, solo para llegar a casa y encontrarse con una madre que la acusaba de “andar de regalada” según sus propias palabras, y ganarse los golpes que recibió, terminando de hacer de aquel día un infierno.
A media noche escapo al cuarto de su abuelita, quien sin poder hacer nada mas, la consoló con mucho cariño, la única con la que podía hablar pero solo a escondidas.
Pasaron los meses, las heridas visibles habían cicatrizado, pero su corazón se sentía solo y más destrozado que nunca. Era un día bastante caluroso y Amanda no se estaba sintiendo nada bien. Con sus 14 años ya había recién tenido su primera menstruación , y no estando muy informada al respecto, pensó que el malestar que sentía era debido a procesos nuevos por los que estaba pasando su cuerpo, así que decidió ir a darse una ducha, con la esperanza de que un poco de agua tibia aliviara sus mareos y nauseas. Solo alcanzo a gritar: “¡mamá!” y se desvaneció…
Exámenes tras exámenes revelaron que la tristeza de esta pequeña tenía un motivo más. Aquellos golpes de las niñas, muchos en la cabeza, entre otra serie de eventos, desencadenaron terribles consecuencias.
El tumor en su cerebro estaba bastante extendido. Cada quimioterapia no era más que sufrimiento y solo servía para acortar su vida poco a poco, y para darle un poco de “paz” a su madre quien en muchas ocasiones ignoro los gritos de auxilio de Amanda cuando se quejaba por los insoportables dolores de cabeza que eran tan frecuentes, “con el tratamiento mejorará”, decía.
Los varios intentos de extraerle el tumor solo hacían más grande la frustración de la familia y doctores al darse cuenta que no era posible conseguir sacarlo por la posición en la que estaba. “Es imposible, vayan preparando el funeral”, dijo el doctor.
Amanda lucho, habiendo quedado ciega, sin poder hablar, sin fuerzas, postrada en una cama de hospital, seguía luchando… ¡Era asombrosamente fuerte!
Aun la recuerdo. Se me vienen a la mente imágenes de momentos en donde era tan alegre y cálida, era reconfortante estar con ella. Es imposible no sonreír al pensarla así, tan viva.
Tampoco puedo olvidar su triste postura en aquel cuarto en donde la vi con “vida” la última vez. Lloro siempre que pienso en ese día, hubiese querido decirle tantas cosas.
“Amanda falleció”, decían en aquella llamada. Yo lo veo más como haber dejado atrás una larga y dolorosa agonía. Cumpliendo quince años y vestida con un hermoso traje blanco, como es costumbre vestir a las cumpleañeras, le dimos el ultimo adiós.
¡Pobre Amanda! Sin padre, con una madre que no le hizo su infancia nada grata, y aunque tenía belleza y todas las comodidades, la felicidad para ella nunca significo lo que para otros, a pesar de todas aquellas series de eventos tan desdichados en su corta vida, rebozaba de alegría, y optimismo, regalándola a todos a su alrededor. No sé exactamente como describirlo, solo sé que en el mundo no hay muchas personas con un alma tan dulce como la de ella. Que dicha haberla conocido.
¡Gracias, princesa! Miles de gracias por darle otro sentido a la felicidad y enseñarme a verla igual que tú lo hacías.
Aún estas en mis sueños.
Muy buena joke...viste que no se pierde la costumbre jaja...seguís escribiendo excelente
Matu!!!
Gracias por pasarte, por leer, y por confiar ^_^
Jajajajaja
Si te sientes desvalido, solo, abandonado y sin objetivos en la vida, lo mas probable es que tu cuerpo no te defienda del Cancer, que acecha cada minuto con cada division celular. Buen Post !!
Gracias por leer el post. Que bueno que le haya gustado!
Invitado a volver.