Las leyendas de don Jacinto el nacimiento del capibara

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Esta es una adaptación de la leyenda del Carpincho
Hace mucho tiempo en la provincia de Corrientes, en los parajes de la encrucijada perteneciente a la ciudad de Empedrado había una pulpería donde se reunían el gauchaje.

Esta pulpería era muy popular por la presencia de un anciano que concurría a diario a beber caña, el hombre era una persona que vivía sola y mataba su aburrimiento en el establecimiento.

El viejo Jacinto era muy popular por ser un gran narrador de leyendas, los gauchos de la zona se acercaban hasta la pulpería para beber y escuchar las anécdotas de Jacinto.

Cierto día el anciano conto una leyenda de su pago la encrucijada, en un lugar inhóspito cerca de los esteros que lindaban el campo de su padre se estableció un gaucho llamado Juan Zoilo un hombre grande, fuerte muy astuto para cazar, pasaba más de la mitad de su vida cazando, su piel avezado por el sol y las bajas temperaturas, era un individuo humilde y trabajador, con mucho trabajo y dedicación construyó su casita de adobe y techo de pajas a la vera del estero.


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Una casita humilde pero acogedora, ayudaba a pasar los días de frio a él y a su pareja, cuenta don Jacinto que este hombre sabía tener hijos, pero el aña los llevo para Buenos Aires, a los chicos jóvenes débiles de corazón la metrópoli los tienta, ofreciéndoles fortuna, decía don Jacinto, hizo una pausa bebió un sorbo de caña y aprovecho para escupir una mascada de tabaco que tenía en su boca, el gauchaje lo miraba con atención, el viejo Jacinto se acomodó en la silla y continuo con su relato.

Don Juan venía a este lugar, le gustaba por demás tomar caña, decía en viejo Jacinto sin arrancar con la leyenda, los gauchos le miraban impaciente, querían seguir disfrutando del relato, don Juan era conocido acá en el boliche, relataba Jacinto, tomaba el vaso de caña y le pegaba otro sorbo, movía el vaso en señal que la bebida terminó, los guachos entendieron la seña y compraron otra botella de caña, ahora sí!, dijo Jacinto y arranco con la leyenda.

El viejo Jacinto era un hombre muy astuto, sabía que sus leyendas gustaban. El hombre se hacía valer! no era mucho lo que cobraba, de tanto en tanto una botellita de caña, si los presente no advertían que no tenía caña, el muy tranquilo se los hacia saber.

Don Juan salía a cazar en su canoa, una vieja embarcación que construyo con madrea de timbo, de remo tenía una rama de lapacho bien torneada, hundía en el agua hacia fuerza hacia atrás y así avanzaba con su canoa por medio del estero.
Excelente cazador, muy baqueano!, conocía todos los secretos del monte, preparaba simbras para cazar palomas torcazas, conocía la mejor técnica de caza de perdiz, un hábil cazador de tatú mulita, gran mariscador de yacarés y liebres, Tenía tan claro como cazar que debió pensar en algo para acopiar los cueros de su cacería.

Un gaucho muy ordenado y prolijo, guardaba celosamente sus trofeos de caza en un viejo galpón de adobe y paja que construyó con sus propias manos.

En el galpón entraba solo él, ahí guardaba cueros de animales, plumas de faisán, al lugar lo usaba de curtiembre, estoqueaba los cueros y los curtía, tenía cueros de víbora, yacaré y de liebres, estos cueros y plumas eran vendidos a los acopiadores que se acercaban al poblado, ganaba mucho dinero, con esto compraba los víveres para su casa.

Después de negociar los productos de su cacería, se acercaba a un almacén de ramos generales y compraba todo lo básico para la alacena del hogar, harina, azúcar, yerba, fideos, grasa, antes de volver a su rancho pasaba por la pulpería a tomar un vaso de caña y jugar unas partidas de cartas con sus vecinos, esta era la vida humilde de Juan.

Detrás de un hombre bueno siempre hay una gran mujer, la señora de juan era una mujer encantadora, muy compañera, lo acompaño toda su vida, desde niña estuvo con juan, aprendieron a crecer junto, pasaron muchas cosas, ella jamás se quejó de la vida que don Juan le dio.

Don Juan, decidió asistir al pueblo a vender sus cueros, un día antes alisto los productos, preparo la canoa, era de vital importancia sin ella no podía llegar al poblado, lleno de cuero la cayuco, tenía más cuero que otras veces, se despidió de su señora, echo la embarcación al agua y partió con sus pieles rumbo al pueblo.

Don Jacinto narraba con gran entusiasmo, los gauchos estaban entretenidos escuchando el relato, el viejo Jacinto hizo una pausa para beber un sorbo de caña, sus ojos se llenaron de lágrimas, espero unos segundos y quiso retomar el relato, la voz le jugó una mala pasada, la voz ronca no salía, bebió otro sorbo de caña y continuo con el relato, pidió disculpas por ese arranque de melancolía, es que recordé la vida trágica de este hombre, dijo el viejo Jacinto.


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Don Juan salió con su canoa cargada de cueros rumbo al pueblo, el viaje fue normal y pudo llegar al pueblo sin contratiempo, llegado al poblado se dirigió a vender los frutos de su cacería, esta vez hizo más dinero que nunca, paso por el almacén de ramos generales para aprovisionarse de víveres para su hogar, hizo una gran inversión en alimento llenado la canoa de víveres, antes de partir para su rancho paso por la pulpería a beber un vaso de caña, muy contento por lo bien que le fue en su venta de cuero, festejo más tiempo que de costumbre que se hizo de noche, los dueños de la pulpería invitaron a que se quede a pasar la noche y emprender viaje bien temprano, no es conveniente que viajes en canoa de noche con este temporal, enfatizaban los dueños de la pulpería.

Don Jacinto para el relato poniendo un poco de suspenso a la historia, los gauchos impacientes esperan con ansiedad el desenlace de la historia, el viejo sabio sabe contener al gauchaje, tranquilo bebe un vaso de caña, toma un poco de aire, prepara la voz y continua con el relato.

Don Juan era muy testarudo emprendió el viaje en medio del viento fuerte, la canoa iba más cargada que de costumbre, el hombre que había tomado más de la cuenta faltando poco para llegar perdió el equilibrio cayendo al agua, con tanta mala suerte que se enredó los pies con las raíces de los camalotes y murió ahogado.

Las horas iban pasando don juan no llegaba al rancho, la mujer estaba muy afligida por el cazador que no regresaba a casa, se puso un abrigo, tomo un farol y salió en busca de su pareja, camino rumbo al estero que no estaba muy lejos del rancho, desde lejos por el reflejo de la luna vio el bulto de la canoa en el agua, desesperada corrió al encuentro de don Juan, no vio que en el camino había un tacurú y tropezó con él, al caer dio la cabeza contra una piedra quedando muerta en el mismo instante.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron alumbrar las costas del estero, un roedor grande emergió de las aguas, dirigiéndose directamente al lugar del accidente de la señora de don Juan, ahí se encontró con su pareja otro roedor hembra y juntos se dirigieron en dirección del rancho de don Juan.

Los demás cazadores, buscaban a la pareja que hacía rato no se las veía por los esteros, no encontraban una explicación del porqué desaparecieron de la noche a la mañana, algunos decían que los llevo el aña a la metrópolis, esa ciudad de Buenos Aires para reunirse con sus hijos.


Fuente: http://animalescontentos.blogspot.com/2013/07/el-capibara.html

Este fue el nacimiento del carpincho o capibara como se lo conoce, Dios concedió a la pareja vivir juntos para siempre a la vera del estero, tal como era su pasión en vida, don juan fue premiado por ser muy trabajador y humilde y la señora por ser una gran compañera y bondadosa. Cuando veas un carpincho a la vera del estero recordaras esta leyenda.

Fuente: http://corrientesesasi.webcindario.com/ley_carpincho.html

Te espero mañana para disfrutar de otro relato de mi tierra Corrientes.

José Luis Fernández
Corrientes Argentina