REALIDAD Y FICCIÓN EN LA NOVELA HISTÓRICA . CONFERENCIA. (PRIMERA PARTE)

in #spanish7 years ago (edited)

)Iba a reanudar hoy la novela que interrumpí hace unos días, ya que algunos lectores me han insistido en que no retrase más la continuación de las entregas. Pero antes quisiera plasmar un evento agraciado que ocurrió un tiempo después de publicarla la editorial Bohodón.

Un día, uno de los directores de la UNED, conocedor de mi novela sobre los últimos templarios del castillo de Ponferrada, me propuso dar una conferencia sobre el los Caballeros Templarios medievales.

Yo supuse que se dirigiría a mí pensando que sería un historiador del Temple, y le dije que no, que sólo había sido un estudioso pero que sobre el Temple yo no había hecho más investigaciones que las que ya conocía por los tratados de la verdadera investigadora doctora Helen Nicholson y dos historiadores que fueron profesores en Salamanca de los que tuve el honor de recibir conocimientos cuando yo era estudiante en aquella universidad: Bernardino Llorca e Ignacio Telechea.

Lo que yo podría hacer sería una conferencia sobre cómo se escribe una novela histórica donde se funden la realidad histórica y la ficción literaria o, por lo menos, cómo yo la había concebido, estructurado y escrito.

De inmediato aceptó tomándome por la palabra y no tuve argumento para no aceptar tan digna proposición. Conque de inmediato me puse a pensar cómo abordarla por lo menos para no aburrir al público asistente ya que me anunció que a estos ciclos de conferencias asistía un público muy versado y exigente.

La conferencia quedó grabada y la guardo tal y como fue, incluidas las ilustraciones en diapositivas, en un salón de actos de la ciudad de Cuenca.

Cuando llegué a la ciudad de Cuenca encontré este cartel anunciador:
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El día siguiente por la mañana me dirigí al auditorio para preparar las diapositivas que iba a proyectar durante la conferencia y tener todo preparado para la tarde-noche.

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En la pantalla mientras el delegado de Cultura de la ciudad me presentaba al público figuraba proyectado el título:
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Y después de la presentación comencé así:

Señoras y caballeros: Ya que tengo la ocasión, quiero dirigirme a ustedes muy intencionadamente con esta acepción protocolaria, muy antigua por cierto, y clásica, quiero rescatarla del olvido para deshacer de un plumazo la moda, coloquial por otra parte, que han introducido nuestros políticos al comienzo de sus discursos como “ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas y lindezas semejantes. Hasta a un cura en su sermón ha llegado el contagio comenzando: feligreses y feligresas.
Debe de ser por deformación profesional ya que tantas veces tuve que explicar a mis alumnos de COU la arbitrariedad del signo lingüístico, axioma lingüístico del que partir para explicar el resto de la teoría lingüística lo que me ha llevado a este saludo.

Por lo tanto, señoras y caballeros, amigos todos:

Lo primero que tengo que decir antes de comenzar la charla, es que, aunque a los lectores de mis libros pueda parecerlo, yo no soy un historiador al uso, por eso, cuando tan amablemente me invitó don Miguel a compartir este rato con ustedes, le dije sinceramente que no estaba seguro de, si este destacado lugar me correspondería, porque no ha sido mi cometido añadir elementos nuevos a la investigación histórica del Temple. Ha habido muchos e insignes profesores en todas las Facultades de Historia, de la talla de por ejemplo Helen Nicholson por no citar a otros tantos, de cuyos libros yo me he aprovechado.

Mi interés por el Temple tiene su origen en mi etapa de estudiante en Salamanca.
Durante mis años universitarios, tuve la inmensa suerte de haber recibido enseñanzas allí, de entre otros insignes profesores de distintas facultades, de los historiadores Bernardino Llorca y José Ignacio Telechea Idígoras. Tras sus lecciones y conferencias sobre los templarios me entusiasmé con múltiples lecturas al respecto y, cuando creía que las había agotado porque ya se repetían los datos, forjé en mi mente esta visión de los siglos XII, XIII y comienzo del XIV, tanto de la vida cotidiana en los pueblos y por los caminos, como de la vida oficial en palacios, catedrales y monasterios.

Cuando me decidí a situar la novela en el contexto de la aniquilación del Temple, en los mismos días en los que el gran maestre era quemado en la hoguera de París, sí tuve que profundizar en los hechos históricos relatados, de gran trascendencia para la historia, no sólo de Europa, sino, yo diría que, para la historia de la Humanidad.

Circunscribí el libro, narrando las peripecias de los tres últimos templarios del Castillo de Ponferrada: aunque, en realidad se desconocen sus verdaderos nombres, yo los he llamado Martín, Roderico y Rechivaldo.

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Cuando pensaba en la arquitectura de la creación literaria no tuve más remedio que acudir a pergaminos medievales

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donde aparecieran referencias y datos del castillo; escrituras de donaciones, contratos, incluso litigios y pleitos de sus monjes guerreros, disputas que mantuvieron con los abades de los monasterios cluniacenses como el de San Pedro de Montes, ubicado en las cumbres de los montes Aquilanos, a pocas leguas del castillo templario de Ponferrada.

Del castillo templario de Ponferrada se conserva un relicario del “lignun crucis”, una cruz de oro macizo de doble brazo, que en la actualidad se exhibe en el museo de la Catedral de Astorga; pero no se conserva ningún escrito, así que no tuve más remedio que estudiar la colección de pergaminos del monasterio medieval de San Pedro de Montes,

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que era el monasterio benedictino más cercano. Esa colección se llama El Tumbo Viejo del Monasterio de San Pedro de Montes.

Al estudiar la numeración de los códices me encontré con que le faltan diez manuscritos, A esta carencia yo la consideré de vital importancia. Nada mejor, me dije, que un enigma en medio de otros muchos datos para comenzar una investigación, pero no de ensayo historiográfico, sino una investigación novelística.

Estos diez documentos, por más que buscaba, no aparecían por ninguna parte. Se habían perdido. Y esta situación impactante es la que tomé como un hilo literario del que tirar, que me sirviera para hacerme creer a mí mismo que comenzaba un libro partiendo de la nada, partiendo de la no existencia, haciéndome creer a mi mismo que, más que una investigación, intentaría componer una obra de arte, la más auténtica,-los resultados tienen que decirlo los lectores- donde sólo interviniera la imaginación y el folio en blanco.

Bien pronto me di cuenta de que, la vanidad de todo artista me había conquistado, porque de la nada es imposible sacar algo, y casi me consideré un blasfemo, y más planificando la peripecia en un concreto y conocidísimo momento histórico en los albores del siglo XIV.

No obstante, la imaginación empezó a volar hasta derroteros insospechados; y en ese devenir se me agolpaban en la mente, hechos históricos: veía a Jacques de Molay y a sus templarios ardiendo en las hogueras, mientras que a otros templarios los veía en sus barcos atracados en el puerto de La Rochelle, veía que desplegaban las velas signadas con su inconfundible cruz paté de cuatro brazos iguales huyendo Atlántico adentro con cofres llenos de oro, veía a los templarios de Ponferrada huyendo por los montes Aquilanos a través de Portugal por la senda de los templarios vivos, amén de otras situaciones posibles de aquellos terribles años.

Llegué a imaginar al ministro Nogaret de Felipe IV enfermo grave, y que el físico templario Gotier lo curaba ganándose sus favores, y no sólo curaba al ministro malvado sino al mismo rey Felipe IV el Hermoso, a quien más que este apodo, mejor le hubiera correspondido el de “usurero”.

Llegué a soñar, como cuando era niño, una noche de sueño profundo, con una película en la que encarnaran a mis tres templarios de Ponferrada, los artistas más famosos del momento:

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Cuando desperté del sueño, volví a la realidad de lo cotidiano.

Recordé apasionadamente el devenir de toda mi vida intelectual y recordé que :
Hasta tercer curso de mi carrera, creía que eran ciertas todas las citas antiguas que leía. Fue a partir de entonces, cuando, curioso, buscaba dónde estaba el escrito de Ptolomeo, o el de Herodoto, o el de Cicerón… y resultaba que no existían… que todas eran citas supuestas, que eran tradiciones orales de transcripciones de otras transmisiones orales, de tergiversaciones y de esas, copias y copias medievales. Total, como para fiarse de la autenticidad de las citas…

Ni siquiera conserva el Cristianismo de su tesoro más sagrado sino unos trocitos de papiros de los escritos originales de los Evangelios. Concluí que Todo lo escrito anterior al siglo XI hay que ponerlo entre interrogantes, incluso los textos incisos en piedra, porque a veces nos encontramos con falsificaciones vergonzosas.

Como la trama de mi novela se iba a desarrollar a principios del siglo XIV, no tuve más remedio que aplicarme en cuando a documentación y estudio diplomático pues contaba con tratados històricos y autoridades académicas de las que tomar datos y datos.

Permítanme el inciso: “La ventaja de plantear el descubrimiento del Enigma de Baphomet como una novela, y no como un ensayo, es que nunca tendré que dar más explicaciones que las que se desarrollan en la novela”

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Aquí tenemos la primera escritura, el pergamino de Arias Didaz, del que parte la investigación y sigue la intrincada peripecia novelística. Inbricada, a su vez, con la peripecia de mi primer libro.

(CONTINUARÁ)

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thanks your post!

Muy bien. Muchas gracias.

Hola, gusto en disfrutar su narrativa, definitivamente para escribir hay que investigar para documentarse bien sobre el tema, esta máxima es para cualquier tema y más para escritores de momentos historicos, gracias por tan extraordinaria clase que leere nuevamente para seguir aprendiendo y así mejorar como novel escritora que soy, espero su próximo post para seguir con el aprendizaje, gracias

Estoy informatizando toda la conferencia. En dos o tres post la concluiré. Gracias.

Una suerte encontrar una conferencia sobre novela histórica por aquí. Más tratándose de una temática medieval y ambientada en la península Ibérica. Mi meta no es exactamente una novela histórica sino una novela de fantasía histórica, y ahí ando, documentándome sobre el siglo XII, la toma de Cuenca (amén de todo tipo de leyendas y mitologías ibéricas). Muchas gracias por compartir algo tan preciado.

Acabo de ver que la encomienda del temple en Ponferrada se estableció en 1178. Justo un año después de la fecha que he establecido para mi comienzo. Qué bueno; ahora voy a tener que indagar también sobre eso.

La labor de investigación sobre la que construir una novela histórica es dura pero apasionante.

Interesantísimo.

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