Primer acercamiento al parentesco lingüístico entre el Euskara y el Armenio
Antoine Meillet en París, en los años 30, era la autoridad lingüística indiscutida. Sentaba cátedra con sus opiniones. Pero algunas de sus opiniones se habían forjado bebiendo en la fuente de la tradición de la historia sagrada predicada en el siglo XIII por el obispo Jiménez de Rada y cultivada por los clérigos vascos hasta el siglo XX. Esta tradición de que el idioma vasco procedía del nieto de Noé y que ya se hablaba en tiempos del diluvio universal, se había metido en las mentes de los vascos marcando una impronta casi indeleble. No obstante había sido contestada tímidamente por algunos profesores europeos de lingüística. Pero en ese tiempo, lo que dijera Meillet iba a misa.
Contradecir al sumo sacerdote de la lingüística europea Antoine Meillet era poco menos que una blasfemia intelectual. Meillet creía con pasión casi religiosa en el método de la escuela comparatista, que sólo se fijaba en los elementos fonéticos de las lenguas siguiendo leyes ciegas en su evolución histórica. Según lo que se sabía en el momento, era imposible sacarlo de ese pozo y sentó cátedra diciendo que, a pesar de que algunos lingüistas veían elementos iguales entre las lenguas armenia y vasca, había un hecho diferencial que anulaba cualquier atisbo de relación: sentenció que el vasco no procede del indoeuropeo y el armenio sí que procede del indoeuropeo y de ahí concluyó que si se encontraba alguna semejanza entre palabras del euskera y del armenio sólo era fruto de la casualidad. Lo dijo Meillet y todo mundo a callar y a “empollar” los apuntes para aprobar la asignatura de lingüística en las distintas universidades.
Pero un mozo curioso y estudioso, un poco más joven que Meillet, de los que ahora no abundan, se metió en la universidad de Estrasburgo a estudiar nada menos que Armenio en la cátedra del profesor Hübschmann; y lo aprendió bien. Aquel mozo alemán llamado Joseph Karst, llegó a ser profesor de la misma universidad de Estrasburgo y se atrevió a contradecir al santón de la lingüística Meillet.
Karst, sintió curiosidad por las opiniones de su colega inglés Edward Spencer Dodgson, quien ya había estudiado ciertas relaciones del vasco y el armenio, pero que en Francia habían sido ninguneadas.
Karst aprendió vasco y una vez que sabía vasco y armenio y los comparaba se le encendieron otras luces en su cerebro, que le hicieron desechar el dogmatismo de Meillet. Publicó un artículo en el año 1911 titulado “La situación étnica de los armenios” en el que tímidamente abordó unas consideraciones lingüísticas, pero todavía aplicando la losa de las leyes fonéticas comparatistas. Y comparó, mediante esas leyes, alguna palabra, deduciendo que, en su evolución, cada una por su lado, procedían del mismo étimo, compartían la misma etimología, o lo que es lo mismo, procedían de la misma palabra.
No contento, siguió profundizando en las dos lenguas y publicó otros libros en los que encontraba más “teselas” (la metáfora es mía) con las que intentaba reconstruir el gran mosaico del origen de la lengua vasca.
Los diez últimos años de su vida trabajó incansablemente pero murió sin publicar su último libro que se conservaba en un cajón de su escritorio: “Ensayo sobre el origen de los vascos, iberos y pueblos afines”; pero se murió, y su aportación quedó truncada. Un halo de misterio envuelve el silencio y olvido de Karst por parte de los estudiosos oficiales del vasco en las universidades del país vasco, a pesar de haber escrito que las tribus alorádicas, es decir las tribus armenias más antiguas y las vascas fueron idénticas en raza y en lengua. Esto lo dice en el libro titulado “Alarodiens et Proto-Basques: Contribution à l’ethnologie comparée des peuples asianiques et liby-hespériens.”
Tengamos en cuenta, aunque es evidente, que Karst todavía no tenía ni idea de la historia de los pueblos cristianos armenios que se expandieron, huyendo de matanzas, por todo el norte África hasta Canarias, y que luego se funden con otras tribus formando los bereberes; y, por supuesto, estaba muy lejos de los descubrimientos genéticos actuales. Pero observa en el vasco y el armenio coincidencias en los sonidos en las palabras y hasta en la gramática. Todavía no se había explorado el concepto fonemático, por eso sólo habla de sonidos y no de coincidencia de fonemas. Habla todavía rudimentariamente, según la nomenclatura de su momento, del sonido “ f ” para decir que no existe en ambos idiomas. (Sabemos que, según Wartburg, el idioma vasco es la causa de la desaparición en castellano de la “efe” inicial latina). Y también habla de que vasco y armenio comparten el fenómeno lingüístico de la metátesis para eludir la acumulación de consonantes.
Cuando observa identidades gramaticales es cuando siente que debe contradecir al maestro Meillet. Pero influenciado por la creencia vasca de la ascendencia primitiva y aislada del idioma euskera no duda en advertir que el armenio se había formado sobre los patrones del euskera. Es decir, al revés.
Ve identidades en cuanto a los formantes de declinación, en la afirmación y la negación y sus derivados, la formación del grado comparativo de los adjetivos donde el vasco y el armenio son iguales.
Y sobre todo logra encontrar el caso “ergativo” del idioma vasco en el armenio, lo que corona las investigaciones en cuanto a las identidades de los dos idiomas.
En el plano léxico, documenta más de trescientas palabras iguales o tan próximas en la articulación, que sólo el espacio que las separa y unos siglos sin contacto explican las pequeñas diferencias fonéticas.
Después del concienzudo estudio durante años, con el que Karst concluye a través de la ciencia lingüística que el pueblo armenio y el vasco son dos pueblos hermanos ¿a qué se ha debido este olvido por parte de los señores sacerdotes y otros intelectuales vascos?
Yo pondría la mano en el fuego por que el catedrático Luis Michelena, el mayor vascólogo, no conocía las conclusiones de Karst, porque, de haberlas conocido, algo le hubiéramos oído en las clases en Salamanca. Incluso hubiera presumido de genes armenios. Aunque la grave persecución política que sufrió del franquismo, con cárcel incluida, no es extraño que marcara una impronta en su personalidad que le impidiera emprender otros caminos de la investigación que se salieran del tradicionalismo vasco en cuanto que el euskera no tiene nada que ver con ninguna lengua del mundo. No obstante, Michelena no tuvo la suerte de estudiar en Alemania -estudió en la cárcel-, por lo que es más explicable que se le escaparan las obras de Karst.
Pero más extraño es que Antonio Tovar, que fue Rector de la universidad de Salamanca, y buen amigo de MIchelena, y que además había estudiado en Alemania, se le escaparan las obras de Karst sobre el euskera, cuando era un tema que también a él le interesaba, y sobre el que también investigaba, y sobre el que escribió un libro y un diccionario etimológico vasco en el que ni menciona el armenio ni ninguna de las investigaciones de Karst.
Los lingüistas armenios del momento, cuando Armenia era una república soviética, tampoco quisieron saber nada de las investigaciones de Karst, hasta que el Profesor de la universidad de Erevan, el políglota Dr. Vahan Sarkisián estudió y publicó los hallazgos de Karst.
¡Ha tenido que ser un armenio quien nos ha abierto los ojos y nos ha recordado que no solo Karst en el siglo XX, sino que antes, ya Esteban de Garibay, Andrés de Poza y Baltasar de Echave vislumbraron coincidencias del vasco y el armenio sobre todo en los nombres de lugares.
Después de estudiar esta historia de los hechos, hay que concluir que, gracias a la investigación de Koldo Zuazo -catedrático de la Universidad de Vitoria-, con la que demuestra que el euskera es una única lengua hasta el siglo XV, y que a partir del siglo XV se diversifica en varios dialectos, es radicalmente imposible que haya sido una sola lengua durante miles de años y, de golpe, se haya roto esa unidad y se haya dividido en más de 20 dialectos. Con las investigaciones de Joseph Karts en la mano y sabiendo la intimidad de cruzados y templarios con los armenios, los mayores artesanos de la piedra y la madera hasta la Edad Media, ¿podía echarse en el olvido seguir investigando? Escarbando y escarbando, son muchas las teselas perdidas del gran mosaico, las que van apareciendo.
http://www.jgcastrillo.com/2013/01/vasco-y-armenio-estado-de-la-cuestion.html
Que interesante, yo soy de Bilbao, entiendo y leo bien en euskera aunque no lo hablo porque no tengo costumbre, al no haber sido mi lengua materna, que ha sido el castellano. Mi principal ascendencia es burgalesa por parte de mi familia paterna y extremeña por parte de la materna.Pero siempre me ha gustado el folklore ,la historia y la lengua de esta tierra donde me he criado y vivo. Además creo que el estar libre de cualquier tipo de ideología política , nacionalista o no, me permite acercarme a cualquier teoría libre de los prejucios que éstas conllevan.
Mientras leía el artículo, iba recordando términos en euskera con la raiz AR (con o sin H, la ortografía es algo moderno pues no había contancia de escritura hasta el año 1540 con la publicación del Linguae Vasconum Primitiae de Beñat Etchepare...o Etxepare) ARdia-oveja ,ARria-piedra, ARkatza-lapicero, ARtoa-maiz, ARraina-pez, ARitza-roble o toponímicos y gentilicios ARrate,ARalar,ARtea,ARgote,ARkaute,ARamaiona,ARaba......pero lo que ya me ha dejado impresionado es saber que eran los ARmenios un pueblo experto en canteria,es decir famoso por el dominio de la ARria- piedra, ¿Coincidencia?
Que digo todo esto como cosa curiosa a ojos de un mero aficionado a este tipo de cuestiones.
Ansiando el siguiente artículo, un saludo.