Pintando debajo de los puentes, entre el rumor del torrente.

in #spanish6 years ago (edited)

Como hay algunos lectores de la novela “El enigma de Baphomet” que van retrasados leyendo con interés las entregas del libro, voy a dar un respiro estos días, en que he publicado un artículo sobre arqueología, dos días más del fin de semana y este de hoy sobre mi mayor afición: la pintura.

Cuando yo era joven, y me encontraba sin dinero, recurría a pitar cuadros y venderlos.
La verdad es que luego siempre me he arrepentido de haberlos vendido porque para mí eran obras de arte irrepetibles, aunque de algunos realicé copias para no perderlos para siempre.
Cuando vendía un cuadro suponía un desgarro o una especie de traición. Me asaltaba el pensamiento de que el cuadro me hablara y me llamara “mal padre” por venderlo al mejor postor. Pero no había más remedio. Algo así me decía un pastor en una de mis excursiones por los montes de los pueblos de León cuando tenía que vender sus corderos. Me decía que siempre tenía que contener las lágrimas, pero no había más remedio para seguir subsistiendo. Creo que el sentimiento del pastor sería mucho más intenso todavía que el mío al vender los cuadros.
Un verano organicé una exposición en las ferias y fiestas de San Roque de Villablino (León) un pueblo rico en minería, y precioso por sus valles y montañas. Estaba yo un poco escéptico porque suponía que al ser un pintor desconocido quizá las gentes del Valle de Laciana, no prestaran interés a mis obras. Pero no fue así. El éxito fue rotundo y se vendieron todos los cuadros. Algunos de ellos no los he vuelto a ver porque los compraron veraneantes madrileños de los que no he sabido más..
Reservé uno especial, pues mi hermana era entonces maestra de los niños de un pueblo llamado Rioscuro. En el curso alto del rio Sil, por cierto, rico en pepitas de oro durante toda la historia, y todavía hoy día rebuscando y rebuscando se encuentran algunas. Pero sobre todo es tierra de bravas montañas y torrentes con aguas furiosas cargadas de truchas y grandes cantos rodados que salpican un exuberante paisaje verde cuyos colores me entusiasmaron para pintar este cuadro, que lo reservé sin vender para regalárselo a mi hermana, que lo conserva con mimo.
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Este cuadro es el segundo según el valor que doy a mis obras. El primero es el de mis abuelos en la nieve.

Ya no recuerdo si era el año 66 ó 67. Planté el caballete en una losa plana entre las piedras del río debajo del puente de la carretera. A mis pies los peces juguetones.
Aquel verano hice muchos amigos en los altos valles leoneses y no nos perdíamos ni una verbera de cada fiesta de todos los pueblos de la comarca. Entre los amigos y amigas de aquel verano estaba Margarita Cueto Baelo, que me daba conversación amena mientras yo pintaba y me decía con entusiasmo que en octubre comenzaría la carrera de Medicina.

http://www.jgcastrillo.com/2013/06/los-puentes-de-rioscuro.html

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Una gran historia, no es sencillo desprenderse de algo con tanto valor, intrínseco, saludos, tienes mi voto.

Siempre me han encantado todos tus cuadros. Yo también le doy un gran valor a este, pero, por supuesto, a todos . Eres un artista completo, @jgcastrillo.

Gracias, @pinus. No puedo por menos de ruborizarme un poco con estas tus palabras. Lo que más me gustaba por aquellos años jóvenes era salir al aire libre, plantar el caballete y pintar sin descanso.

excelente post... me ha gustado mucho... te invito a pasar por mi blog y éxito en todo...

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