Mi colegio, un edificio del siglo XVI

in #spanish7 years ago (edited)

Antes de venir a Málaga, siendo profesores del Instituto Fray Luis de León de Salamanca, a nuestro hijo mayor de seis años lo matriculamos en la “Aneja a la Normal de Magisterio” y al segundo hijo en “Preescolar del Maestro Ávila”. En aquel año 1978 el colegio apenas había cambiado en la distribución de los espacios, las clases, los laboratorios etc.

Después de casi cuarenta años, las distribuciones y organización del colegio han cambiado algo, pero el edificio sigue siendo el mismo. Quedé desolado una vez que pasé por allí y me enteré de que el Teatro en el que tantas horas pasé ensayando, pintando decorados y representando distintas obras había sufrido un incendio. No me extrañó pues sin ser electricistas hacíamos verdaderas diabluras con los enchufes y con los cables, para sacar luces extra de cualquier sitio, incluso reóstatos con placas de cinc en ácido sulfúrico para hacer un amanecer en el escenario en el que la luz aumentaba la intensidad gradualmente.

Pero ya digo que el edificio sigue en pie tal y como el pintor y arquitecto Italiano en el siglo XVI, por precisar, en el año 1557 lo concibió y dirigió las obras. Tal arquitecto era Giuseppe Valeriani, quien pidió ayuda al mismo Herrera porque no estaba seguro si los forjados eran los propios con las vigas tan largas; y si las cubiertas estaban bien trazadas para que no se cayeran.

Los muros eran de piedra extraída de Villamayor, de las canteras de donde se extrajo toda la arenisca noble, la “piedra de oro” de la ciudad desde tiempos medievales.

Estoy imaginando durante unos años de aquel Renacimiento el repiqueteo de los canteros que con sus mazas y sus cinceles estuvieron labrando las piedras incesantemente. Mientras tanto, Valeriani, dirigía otras obras en Italia, en Nápoles en concreto, como la Iglesia del “Buen Jesús” y concomitantemente Juan de Herrera dirigía la obra quizás más importante encargada por Felipe II: el Real Monasterio de El Escorial. El mismo Herrera se acercó a Salamanca para darle consejos a Valeriani en la construcción de nuestro edificio, en el que más tarde Suárez el filósofo escribiría sus “Meditaciones Metafísicas”. como así consta en una placa en la fachada del colegio.

En el siglo XVI el jefe de los canteros, sobre todo de una obra monumental como esa, era el que trazaba, generalmente con hilos y otros artilugios e ingenios, con precisión milimétrica, desde los cimientos hasta la última cornisa y trabajaba a pie de obra como también hiciera ya en el siglo XX Antonio Gaudí, que vivía en la misma obra que construia y dirigía.

El arquitecto de tiralíneas y compás con paralés y regla de cálculo llegó más tarde.

El cantero Juan de Nates, que luego llegó a dirigir obras importantes por todo el Reino de León, también intervino en la construcción del Colegio Maestro Ávila. Es de lo que se conserva documentación.

Aquellas mismas piedras labradas y probadas por tan insignes maestros albergaron mis mejores momentos de infancia y adolescencia cuando en España no existían fotos en color.

Estaba prohibido en el colegio subirse a caballo en la barandilla para dejarse deslizar. Es comprensible dado el peligro que entrañaba de que cayéramos al vacío desde un tercero, segundo o primer piso por el hueco de las escaleras, pero cuando no nos veía ningún profesor era una de nuestras diversiones, amén de evitar bajar escalón por escalón.

Ni advertencias, ni amagos ni castigos. Éramos trastos irredentos y, como no hacíamos caso, y de vez en cuando pillaban a alguno resbalando, el director decidió mandar clavetear tachuelas doradas en la barandilla. Desde entonces ya se acabaron los deslizamientos y comenzó nuestra frustración.

Hoy, en el hueco de las escaleras han instalado un ascensor. Ahí --ver la foto-- en la planta baja, debajo de las escalera, estaba la tienda del colegio, que sabiamente administraba mi buen amigo y compañero M.J. P.M. durante un rato del primer recreo de la mañana ( no cito su nombre y apellido sino sólo sus iniciales, pues no le he pedido permiso) y le comprábamos lápices, cuadernos, bolígrafos y todo lo necesario de material escolar y hasta patines con ruedas de cojinetes y correas con hebillas para ajustarlos a los zapatos.

Estas barandillas no existían:

El comedor de los mayores, lo han convertido en aula:

Pero la afición a los futbolines persiste intacta. Entonces había un pabellón para los recreos lluviosos de invierno con futbolines, ajedrez y mesas de pimpón.

Fomentaban el ajedrez y yo mismo junto con Javier Méndez Juanes, representé al Colegio en los campeonatos de los “Juegos Infantiles Provinciales”. Compruebo que sigue la misma dinámica pedagógica dando importancia al ajedrez:

Las personas han cambiado pero las piedras perteneces intactas y la Piedra Franca de Villamayor sigue brillando al atardecer cual oro bruñido que envuelve el patio central y “el otro patio” que así le llamábamos al de la parte posterior.

Las aulas son iguales, si bien aquellos pupitres individuales de madera maciza con tapa han sido sustituidos por mesas de formica y metal.

Veo que se han introducido las fiestas de carnaval, entonces prohibidas por orden gubernamental

La costumbre del bocadillo de la merienda sigue igual. El mejor no era el de embutidos sino el de cinco sardinillas en aceite y dos pastillas de chocolate marca “Santa Juliana”. Hoy le llaman “bocata” a saber de qué conservantes industriales….

El comedor de los pequeños sigue igual, un poco reformado:

En los eventos y fiestas, mutatis mutandis, siguen las mismas costumbres.

En los años sesenta, lo más espectacular eran las tablas de gimnasia con figuras y leyendas diversas.

Fotos:
http://www.maestroavila.com/Otras-fotos-Colegio-Maestro-Avila.html

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