Hoy, día de los Santos Inocentes.steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago (edited)

Los santos inocentes sufridores de injusticias.

La distribución de la corrupción ha sido como la distribución de la lluvia, muy desigual: en unos lugares cae fina, lenta y amplia, que empapa hasta los huesos y en otros cae en tromba, puntual y catastrófica.

La primera es aquella de “¿con IVA o sin IVA?” y similares.
La segunda, la de los que tienen exclusivo acceso al dinero de todos y lo roban a espuertas.

Pero existe un tercer tipo de corrupción puntual, brutal, individual, y que deja huellas indelebles por la calumnia levantada por prensa, radio, redes sociales o televisión a una persona determinada, o al calumniado sempiterno al que se le condena públicamente para siempre y ahí se queda con su mochuelo colgado, así como al que un tribunal lo declara, al fin, inocente de toda maldad después de haber estado en boca de todo el mundo como culpable. En este caso, a pesar resultar inocente, las cicatrices perduran para siempre.

Todos son casos reales, que responden a una negligencia por parte de nuestra sociedad permisiva y donde la corrupción ha campado sin cortapisas. En España han tenido que saltar los casos más escandalosos, por la cuantía, de algunos cargos públicos de varios partidos políticos.

No cabe duda de que no ha estado extendida la corrupción en todos y cada uno de los miembros de los partidos y sindicatos, sino que han sido casos sueltos y no generalizados en la mayoría de los casos.

Se ha utilizado la acusación y la difusión en los medios de comunicación a políticos que luego han resultado ser calumnias como fueron los casos de alcaldes y otros cargos políticos de distintos partidos, a los que terminada la investigación judicial correspondiente se les ha declarado absolutamente inocentes después de haber pasado sendos calvarios por las vejaciones a las que han sido sometidos por unos y otros, con lo que eso deteriora la salud física y síquica de las personas implicadas.

Hemos visto en nuestra querida España muchos casos de calumniados como el del socialista Demetrio Madrid o el del popular Óscar Clavell, y dicen que ha dicho el juez que de haber sido juzgada hubiera sido declarada inocente Rita Barberá.

Quizá somos más sensibles a las calumnias quienes en algún momento de nuestras vidas las hemos sufrido en nuestras propias carnes, por lo que no se lo deseo ni al peor enemigo.

No creo que exista mayor crueldad, por la impotencia tan aplastante que se siente que en algún momento de tu vida, la sociedad que te rodea te desprecie por la calumnia que algún malvado te la levantado.

Contaré brevemente:
Siendo niños aún, a un compañero de clase de este colegio

Portada

le habían regalado sus padres un reloj y una pluma estilográfica que eran la admiración de toda la clase porque ninguno poseíamos joyas tan valiosas. No sabíamos bien, pero dado el detalle, García Egido, que así se apellidaba el afortunado compañero de pupitre, debía de proceder de una familia adinerada, porque aquel regalo, entonces , era un signo de relevancia social y económica. Un reloj de oro y la pluma con el plumín también de oro. Algo parecidos a los de las siguientes fotos, pero el reloj era de pulsera.

Un buen día, a García Egido le desaparecieron los dos objetos a la vez. El revuelo en todo el colegio fue total, no se hablaba de otra cosa. Todo el mundo era sospechoso de la felonía, de tal manera que cada cual miraba al compañero de pupitre de reojo por si acaso tenía a su lado a un criminal irredento.

Era la primera vez que algo parecido sucedía en la historia del colegio, de tal manera que se formó un ambiente tan enrarecido que ya nadie quería jugar con nadie en las horas de recreo. Unos hablaban en corrillos por lo bajo sin saber lo que decían otros. Se formaban corrillos de confidentes que cuchicheaban compulsivamente haciéndose sospechosos unos a otros y otros a unos.

Los profesores no eran capaces de encarrilar la vida académica normal del colegio pues ya comenzaban a acusarse por grupos llegando a amenazas que ya no eran ni juegos inocentes ni rencillas infantiles. Aquello se convirtió en una guerra de todos contra todos.

El lío que se formó fue tan monumental que al director se le ocurrió una buena treta: decir muy claro a todo el colegio que no se culparan unos a otros pues las pesquisas ya estaban muy avanzadas con intervención, incluso, de la policía de la ciudad y que ya se sabia quién era el autor del robo.

Como si hubieran sido palabras milagrosas le dieron resultado inmediato y positivo pues desde aquel momento cesaron los insultos infantiles y los conatos de agresiones en aquella bruma que había crecido desmesuradamente en el colegio.

Al director se le ocurrió otra treta arriesgada con la que a la postre acertó: “Es justo perdonar al arrepentido -dijo-, así que, como los profesores y el director ya sabemos quién ha tenido esa debilitad, vamos a dar la oportunidad al autor de la sustracción para que, discretamente, entregue el reloj y la pluma a uno de los profesores en el momento que crea más oportuno; no hace falta que diga nada, sólo que los entregue y se guardará en secreto absoluto y será perdonado, con lo que la vida del colegio recobrará la normalidad con la promesa formal de que se olvidará lo sucedido y nunca se le recordarán estos hechos, de lo contrario, el castigo será terrible y mañana mismo llamaremos a sus padres y haremos pública en su presencia y en la de todo el colegio la expulsión irremediable”. Las palabras no son exactas pero en esencia fueron estas ideas las que nos transmitió.

Los ánimos se calmaron momentáneamente pero durante toda la tarde se mascaba una calma tensa.

A la mañana siguiente, al entrar en el aula a la primera clase, de matemáticas por cierto, con el profesor don José Luis Bustillo Pacheco, abrí la tapa de mi pupitre para sacar el libro y el cuaderno encima de los cuales estaban brillantes el reloj y la pluma.

Me dio un salto el corazón que casi me caigo sin sentido.

Los pupitres eran individuales; y estaban colocados en filas por orden alfabético, de tal manera que yo, García Castrillo estaba colocado en el pupitre inmediatamente anterior del de García Egido.

En dos o tres segundos, sin tocarlos, se los mostré a su dueño que se abalanzó como un resorte eléctrico y los recuperó al instante. En el segundo siguiente se transmitió la noticia como el fuego en un charco de gasolina y el profesor, sin percatarse de lo ocurrido, comenzó la clase sobre “el teorema de la altura proyectada sobre la hipotenusa”

Yo caí en una especie de angustia con taquicardia, pero me hice el fuerte y aguanté toda la clase sin moverme, tenso, sin atreverme a cruzar la mirada con ningún colega porque estaba suponiendo lo que estaban todos pensando.

No me enteré de nada de lo que el profesor explicaba en el encerado. Estaba suponiendo lo que ocurriría cuando terminara la clase e imaginando las mil y una ocurrencias para demostrar mi inocencia.

Estaba atrapado. Sentía que caería sobre mí la culta siendo absolutamente inocente.

Efectivamente, tocó el timbre y salieron todos raudos al pasillo para bajar al patio a la carrera hasta hacer un corro denso alrededor de García Egido. Inmediatamente se corrió por todas las clases que salían al recreo y ahí empezó mi calvario.

Nadie se acercaba a mí, como si fuera un apestado. A medida que fue bajando al patio el resto de las clases se formaban corrillos. Algunos de otros cursos se me acercaban con disimulo hasta dos otras metros para conocerme e edificar de cerca al ladrón y me traspasaban con miradas de odio.

Yo solamente tenía ganas de entrar en clase, que era donde nadie me acosaba con gestos y ademanes.


(La clase es aquella de la esquina derecha del primer piso)

A medio día, en el comedor, me serví medio cazo para manchar el plato y hacer como que había comido algo porque no era capaz de tragar ni un bocado. Las mesas eran de cuatro y mis tres colegas permanecieron en silencio durante toda la comida sin levantar los ojoss de sendos platos. Yo los miraba tranquilo pero aplastado. De vez en cuando sorprendía a otros de mesas más apartadas mirando de reojo o cortando la mirada al cruzarse con la mía. Esta situación fue soportable a pesar de todo. Lo peor vino en el estudio de la tarde después del último recreo. Era una hora para hacer los deberes cotidianos y había que estar en silencio cada cual sentado en su pupitre, con los libros y cuadernos abiertos aunque por dentro estuvieras pensando en las musarañas. A los cinco minutos de comenzar esa hora, cosa inaudita, el director del colegio entró de súbito en la clase, y hasta el normal ruido de arrellanarse en los pupitres o del paso de las hojas se convirtió en sepulcral silencio. Se acercó a mí, me tocó el hombro con la yema del dedo índice y me hizo una señal con el mismo dedo para que saliera de la clase siguiéndolo. Así hasta su despacho.

-Siéntate -me dijo. Yo estaba tranquilo con mi verdad interna, pero se abría a la vez una incertidumbre, porque estaba suponiendo que salvo un milagro, no iban a descubrir quién había sido el cleptómano. Y me empezaron a temblar las piernas.

Yo me senté debajo de un flexo enfocándome la cara de tal manera que si levantaba la mirada me deslumbraba. Él estaba al lado contrario de la mesa en su sillón.
El interrogatorio fue rápido, conciso y contundente. Empezó con una frase de alivio: “Yo estoy suponiendo que no has sido tú quien robó el reloj y la pluma, pero no te preocupes, porque aunque tú hubieras tenido en un momento de debilidad no se enterará nadie, pero me lo tienes que decir a mí solamente. Ya me encargaré de guardar el secreto y de que no caiga sobre ti culpa alguna. Dime: ¿fuiste tú o no fuiste tú?”

Yo le contesté contundente: “el reloj y la pluma aparecieron en mi pupitre pero alguien los metió allí. Yo no he sido”. El corazón se me disparó que parecía que se salía de la caja torácica.

No obstante, por el tono de voz del director, pues no le veía la cara detrás de la luz del flexo, sentí corto alivio cuando me repitió que si le decía que había sido yo, no me iba a pasar nada, pero si se seguía demostrando que no había sido nadie más que yo, al día siguiente llamaría a mis padres para que me fueran a buscar al colegio porque me expulsarían sin más contemplaciones.

Estuve a punto de claudicar y para salir del embrollo decirle que sí, que había sido yo pues confiaba en su promesa, porque ve veía tan atrapado que no vislumbraba escapatoria de la acusación tan contundente y que por momentos se me antojaba que nunca se descubriría el verdadero ladrón y cargaría yo con la culpa y sería expulsado y por más que le dijera a mis padres, mis padres tampoco me creerían.

Esto era lo que más dolor me producía, y casi se me saltan las lágrimas. Sólo tenía ganas de echarme a llorar, pero, por un momento me hice el fuerte sosteniendo ante mí mismo que no, que no debía claudicar, y me acordé de lo que tantas veces de muy niño me había repetido mi madre: “Antes de decir una mentira córtate la lengua”. Ese recuerdo me hizo fuerte y sostenerme recto, y seguí diciéndole:

“Yo no he sido, yo no he sido. Me estaban dando ganas de decirle a usted que he sido yo porque veo que me van a expulsar y que mis padres le van a creer a usted y a mi no me creerán, pero yo no he sido aunque me expulsen del colegio”.

Me debió de ver tan firme y resoluto que me dijo que me levantara y me volviera a la sala de estudio.

Cuando salí de la Dirección, me temblaban las piernas. Parecía que me iba a caer y llegué al estudio pensando que por qué mi madre iba a creer al director y no a mí cuando le jurara que me expulsaban por un error absoluto; que yo nunca robaría ni un pizarrín, acordándome de otro dicho que me había repetido de niño mi misma madre ya desde el primer momento en que a los seis años fui a la escuela: “antes de robar un pizarrín, córtate un dedo”.

A pesar de todo tipo de pensamientos exoneradores que se me ocurrían no pude estudiar nada; sólo pensaba en que al día siguiente vendrían mis padres a buscarme con la mayor vergüenza e impotencia insufrible.

( Hasta aquí, “posteo" este relato resumido pero verídico, y fiel al desarrollo de los hechos. Hoy no tengo tiempo de más. Mañana seguiré relatando el resto)

Fotos tomadas de :

https://www.google.es/maps/uv?hl=es&pb=!1s0xd3f263e91514f4b%3A0xae8b90c5235f8c2b!2m19!2m2!1i80!2i80!3m1!2i20!16m13!1b1!2m2!1m1!1e1!2m2!1m1!1e3!2m2!1m1!1e5!2m2!1m1!1e4!3m1!7e115!4s%2Fmaps%2Fplace%2Fcolegio%2Bmaestro%2Bavila%2F%4040.9649434%2C-5.6705415%2C3a%2C75y%2C176.93h%2C90t%2Fdata%3D213m4211e1213m2211sjvIojch4-XiG6_sVSgo9cg212e0214m2213m1211s0x0%3A0xae8b90c5235f8c2b!5scolegio%20maestro%20avila%20-%20Buscar%20con%20Google&imagekey=!1e4!2s131751908&sa=X&ved=0ahUKEwj454OS2ZbRAhUVO1AKHT4qATsQpx8IbDAN

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