HOMO HABILIS (Hombre constructor) Parte nueve
La obra exterior que más trabajo me costó, fue la piscina. La diseñé aprovechando el trozo de parcela que quedaba. Me gustó una forma irregular curva. Así:
Lo primero, como siempre, hablar con dos o tres dueños de excavadoras con camioneta para hacer la excavación y contratar el más barato. No conservo fotos.
Lo segundo, hablar con albañiles que supieran. Encontré a una familia de “un padre e hijos y un sobrino” sensacionales y buenas personas en un pueblo no muy lejano.
No tuve que recorrer mucho para decidirme. Fueron formales y cuando les ofrecía hacerles la comida no aceptaron. Me dijeron que ya tenían la rutina de llevar comida a la obra o comer en un restaurante el menú del día. Lo que sí agradecían era la sombra del porche ya construido para comer sentados en mi mesa tranquilamente. Sólo me requerían agua fría. Yo les decía que después de sudar no era muy bueno, pero no me hacían caso. Y fumaban Kent como cosacos. Yo les decía que yo no fumaba, que era malo, que lo dejaran. Pero sonrían y me ofrecían tentándome, hasta que sucumbí y se acepté un cigarrillo. Me supo a gloria bendita.
Se habían presentado puntuales a las ocho de la mañana, y descargaron muchos materiales. Montaron la cizalla para cortar los hierros. Yo quise probar la cizalla y ver si podía a la misma velocidad que ellos.
Estuve dos horas cortando hierros y sudé la gota gorda. Estos fueron los hierros que corté yo.
Y me decían que no me contratarían de obrero porque no rendía lo suficiente, entre risas y bromas.
Todo el día estaban gastándose bromas. No he visto gente más sana y más inteligente. ¡Sensacionales! Como el trabajo estaba contratado por el total de la obra, trabajaban deprisa para terminar pronto pues tenían otras obras esperando.
Mientras yo cortaba esos hierros en dos horas extendieron el hormigón de limpieza, una vez llegado el camión que habían ya encargado a la planta de cementos.
Cuando terminaron, siguieron ellos cortando hierros a velocidad supersónica y dejaron casi todos los hierros preparados para empezar a colocar el día siguiente: una doble parrilla en el suelo y doble parrilla en las paredes curvas.
Mi capricho de hacer el vaso de la piscina con curvas, se estaba complicando, y yo me mostraba temeroso. Jacob me decía que no me preocupara, que no era la primera vez que trabajaban en este oficio.
No les he pedido permiso para publicar estas fotos porque viven lejos, así que ocultaré sus rostros.
Al día siguiente ya estaban colocando hierros. Yo me dedicaba a acercarles los hierros que me pedían para que no tuvieran que estar subiendo y bajando por las escaleras portátiles.
El que verdaderamente domina y dirige los trabajos es el padre. Los chavalotes obedecían y aprendían con cada consejo.
Así estuvimos tres jornadas hasta que terminamos los encofrados.
No tuve tiempo de hacer fotos porque ya me ocupé en un trabajo de precisión que consistió en nivelar y colocar los tubos dentro del encofrado que serían los impulsores del filtro futuro, los “skimers” y los sumideros.
Para esto estuve estudiando el tema previamente durante una semana antes de contratar esta obra. Cuando terminé este trabajo volvieron con un camión de hormigón hidrófugo para echar 30 centímetros de hormigón hidrófugo en el suelo del vaso de la piscina.
Después de otro día que ya estaba fraguando en la base de lo que iban a ser las paredes curvas, compré cartuchos de un producto “SIKA” para hacer un cordón hidrófugo por todo el perímetro. Este trabajo fue penoso, pues tenía que ir poco a poco ya que los hierros estaban colocados a 20 centímetros. De esto no conservo fotos, es una lástima.
A la mañana siguiente empezamos a desencofrar y a colocar los elementos en los tubos impulsores etc. Las paredes de la piscina también a 30 centímetros de espesor, y a 45 centímetros en la parte más profunda ya que iba a soportar mayores presiones del agua. Yo me dije: “ Más vale que sobre que no que falte. Algunos me decían que era matar las moscas a cañonazos pero, desde luego, esta piscina no ha tenido ni un fallo. Es toda una pieza. El vaso ya quedó hecho.
Una parte más profunda de 2,20 metros de profundidad para poder tirarnos de cabeza.
El día siguiente ya solo vino el padre con uno de los hijos para empezar a colocar las piedras alrededor de los bordes.
Yo me decidí a trabajar con ellos.
Yo ponía piedras a un lado y ellos hacia el otro. Me fui fijando en la técnica que utilizaban y no me costó ningún trabajo aprender muy pronto. Lo único que tenía que tener presenta era la nivelación, con un poco de desnivel hacia fuera, para que el agua salpicada no revirtiera de nuevo hacia dentro de la piscina; y así ya concluía lo fundamental de la arquitectura de la piscina.
La parte menos profunda para los dos nietos de entonces, donde hicieran pie, aunque ya estaban aprendiendo a nadar. Pero posiblemente vinieran más nietos que tendrían que llegar de vez en cuando a disfrutar de la costa del sol durante sus vacaciones y fines de semana.
Este fue el trabajo contratado y concluido. Y se me acabó el dinero.
Tendría que ahorrar para terminar el proyecto y contratar de nuevo el resto.
Estuve estudiando el tema durante una semana y concluí, no sin cierta incertidumbre, que iba a terminarlo yo solo con mi hormigonerita, mi carretillo, mi pala y mis palustres: comprar los filtros y el motor, instalar toda la fontanería de entrada, desagües y electricidad para el motor; y la albañilería para seguir colocando la piedra en los alrededores.
Me metí en una nueva aventura.
Veremos cómo me las arreglé con algunos inventos para no contratar a nadie más. Tenía que hacerlo con imaginación y ganas.
Hasta ahora todo bien. Veremos en lo que queda.