Haciendo memoria del proceso de aprendizaje de pintor de cuadros ( 5 ) Mi viejo violìn "TESTORE"

Anduve un tiempo, siempre a ratos libres, solicitando modelos entre los familiares más próximos, y unas veces por una cosa, otras veces por otra, no se me arreglaba pillar a nadie dispuesto a posar durante varias sesiones con la misma luz y con la misma ropa.

Solamente mi mujer tuvo la santa paciencia de posar durante algunas sesiones, pero nada más para pintar la cara y hacer un boceto de dibujo para captar lo estricto de las distintas formas del cuerpo, pero tuve que seguir inventando un atuendo y elresto de los elementos del cuadro. Ese cuadro respondió a un sueño. Esto ya lo comentaré en otro artículo.

Como no encontraba modelo me dediqué a pintar paisajes, del natural o inventados, bodegones, marinas, y también probé por otros derroteros que me supusieran contento y regocijo. Pero hubo unos años, en que llevaba a mis niños al conservatorio y yo me matriculé con ellos en la carrera de música, pues no soportaba tener que esperar la hora de clase fuera. De manera que, año tras año, me encontré estudiando violín: primer curso, segundo, tercero, etc. Así hasta octavo. Abandoné el violín cuando llegué a tocar el "Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn" y las tres partitas de Bach, y ya no tenía tiempo suficiente pues necesitaría seis o siete horas diarias para el instrumento, aparte de que sólo por mucha ahínco y voluntad férrea no basta, aunque llegué al octavo curso, pero sinceramente no me consideraba con las cualidades que necesita un buen violinista como oído perfecto, elasticidad de las articulaciones de las falanges etc.

El violín, como cualquier otro instrumento, exige una dedicación plena, de lo contrario no es que salga más o menos, es que supone un verdadero desastre intentar tocar solamente de vez en cuando. Así que lo abandoné definitivamente, pero quise guardar un recuerdo de mis violines: mi viejo violín “Testore” fechado en 1705, y el violín que construyó para mí el violero malagueño Ángel Chacón en el año 1988.

Estaba seguro de que cualquiera de los dos violines no iba a protestar por muchas horas que posara para mí delante del caballete, así que me decidí a pintarlos.

No me resultaba una composición en la que encontrara una armonía de colores por más vueltas que le dí a los dos violines haciendo de modeles, cambiándolos de posturas, juntos, separados, cruzados etc. Por lo que decidí probar con otros objetos.

Probé con varios, hasta que dí con una forma armónica y que además me serviría para hacer un estudio de trasparencias con dos tarros de cristal, una botella de coñac vacía.

Rompía con tonos sienas y ocres en el centro, el color de las pastas del diccionario de Real Academia que utilizaba entonces profesionalmente para preparar mis clases de léxico, también el blanco de un libro de literatura Iirlandesa, el "Ulises" de James Joyce de difícil lectura, que por aquel entonces no lo leía sino que lo estudiaba, la partitura del "Concierto N, 1 de Bach"

que había estudiado para examinarme del curso cuarto; y por supuesto, el violín Testore que tenía un color más curtido y añejo que el nuevo Chacón. La técnica siempre la misma que había hecho mía desde que empezaba a pintar al óleo hacía muchos años.

En las próximas fotos se ve la técnica que utilizo, siempre tratando de seguir los consejos que me imagino me estaría diciendo Velázquez si lo hubiera tenido presencialmente de maestro con sus pinceladas.

El resultado final con la firma en un lugar discreto.