El enigma de Baphomet (227)

in #spanish6 years ago

Después de veintiséis años —ya cuento dentro de poco con 45 tacos—, veo las cosas de otra manera. ¡Sólo faltaba! Entonces creía que todo era inmutable, que mis actitudes se conservarían sempiternas. Y sin embargo, cada día que pasa me siento más voluble y volátil. ¡Cómo se arriesga el amor más apreciado por ser un inexperto y creerse que uno tiene la razón en todo! Aquella mezcla de sentimientos hizo que el empecinamiento triunfara en mis entresijos, y no sé si artificialmente, pero soporté con pavor gélido una mirada penetrante de Clara con una lejanía de abismo en sus pupilas inundadas. ¡Qué barbaridades cometíamos a los dieciocho años!
Naturalmente, hoy considero la quema del pergamino como una barbaridad histórica. Menos mal que entonces le hice caso a Clara aunque no quise reconocerlo, ni que ella supiera que triunfaba su opinión sobre la mía. Todo esto está minuciosamente relatado en el primer libro que publicó el profesor titulado “El Baco”

Captura de pantalla 2018-10-17 a las 11.34.57.png

No hubiera pasado nada a nadie si lo hubiéramos devuelto al archivo de la catedral de Astorga. La culpa la tuvieron los policías que me amedrentaron.
Clara me suplicaba con una angustia silente que no lo quemara. Al recordarla y tener presente su expresión de angustia impotente, se me derriten los sesos en el centro del cráneo. Es hoy el día en que me dice que lo olvide de una vez, que son cosas pasadas, que todos tenemos obsesiones, pero que ya me estoy pasando. Repito otra vez que, cuando se publique esto, no sé por qué se me habrá quitado un peso de encima. ¡No me explico cómo pude tener valor para engañarla! Clara me creía a pies juntillas. Cuando íbamos a quemar el pergamino, Clara iba llorando, algo consolada porque por lo menos quedaban las fotografías del pergamino de Arias Didaz. No obstante yo tenía que tener un testigo para, incluso, jurar ante cualquiera que lo habíamos quemado. Yo tenía encima de mi cabeza dos azotes: uno que me azuzaba indicándome que ni se me ocurriera quemar aquella joya paleográfica, y otro por el que, con pánico cerval, me obligaba a hacer desaparecer el cuerpo del delito después de haberlo robado en el Archivo Diocesano de Astorga. Cuando yo eché al fuego aquel cartón apergaminado que se volatilizó en breves segundos, Clara sólo vio acrecentarse el fuego en el que desapareció inmediatamente. Al fin y al cabo, venció ella con su candor y delicadeza.

Coin Marketplace

STEEM 0.20
TRX 0.15
JST 0.029
BTC 63396.80
ETH 2615.51
USDT 1.00
SBD 2.86