El enigma de Baphomet (213)

in #spanish6 years ago

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Gelvira Nuñez Osorio
Anno Domini 1313
Mi padre tenía la intención de solicitar una prebenda: que no quemaran el cadáver de Martín, que atendieran mis ruegos y tuvieran piedad de mi persona, porque no iba a ser capaz de aguantar ese martirio de ver arder el cuerpo muerto del padre de mi hijo.
No encontraba el modo, porque sabía acerca de la crueldad que invadía el alma del alcalde, siempre predispuesto a complacer a los monarcas incluso en los mandatos más aberrantes.
Por parte de los jueces, lo hubiera conseguido —me decía—. Ya los había tanteado y veía en ellos personas que, sin ser bondadosas, podían mostrarse algo más clementes y sensibles que los merinos, los alguaciles y el mismo alcalde. Pero los jueces no se presentaron a la ejecución en el puente Valimbre y llegó el momento álgido sin saber lo que habían decidido acerca de la quema del cadáver de mi marido.
Como no obtenía respuesta, ni sí, ni no, y veía que yo estaba muriendo de pena y angustia, lo intentó con el obispo para que intercediera, pero su poder en esos días había disminuido, y pululaba, en el ambiente que respiraban las autoridades, un anticlericalismo implacable aunque subyacente, y promovido por nobles solapados, inaudito hasta entonces, como nunca había existido, no sólo contra los templarios sino contra todos los jerarcas de la Iglesia.
Cuando Roderico salió de debajo del puente, yo estaba tan aturdida que no acertaba a discernir si vivía una pesadilla o era que tenía los sesos congelados con la mente inmersa en la mañana gélida, velada con una cortina que no me dejaba ver ni pensar con claridad todos los recuerdos e impresiones que me pasaban por la cabeza a velocidades de cometa celeste.

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(Lo que queda del empedrado del puente)

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