El enigma de Baphomet (132)

in #spanish6 years ago

Me acordé de Roderico y de Gelvira mientras el cura aderezaba los caballos y la cama: un jergón bien mullido en el que teníamos que pasar la noche. Ni se le pasó por la cabeza decirme que le ayudara. Aquel bribón nunca había trabajado tanto.
—¿Qué tenemos de cena, amigo? —le devolví el trato de nuestra primera entrevista.
—Pan, jamón, queso, manzanas, un barril de agua y una bota de buen vino —me dijo queriendo agradarme. Le dejé que bebiera todo el vino que quisiera.
Después de cenar, quedó dormido a mi lado nada más acostarse. Estaba yo seguro de que no intentaría sorprenderme en el sueño porque, a la menor, sabía que se encontraría con la daga en el cuello. El cura no tenía ni media torta.
Me despertó al rebullir por la mañana. Había dormido de un tirón sin desprenderse del zurrón ocultando los legajos.
Para desayunar repartimos lo que quedaba como buenos hermanos. Decidí cambiar el talante: por primera vez le ayudé a aderezar los tres caballos, y a engancharlos a la tartana. No me dijo nada pero le agradó el detalle.
Poco a poco, le fui dando confianza y me preguntó por la cicatriz de la cara a lo que no le respondí nada. Durante un buen trecho del camino sólo se oía el graznar de las urracas, los cascos de los caballos y el bisbiseo de las ruedas. El sol comenzaba a molestarle y se ató un pañuelo a la cabeza con cuatro nudos. Yo permanecí sentado a la sombra de la cubierta. Una vez, me miró volviendo la cabeza, pero no se atrevió a pedirme que lo relevara en el mando de las riendas. No obstante, me mostré risueño y le dije que lo invitaría a comer cuando llegáramos a Plasencia, que él ya había puesto bastante con los tres caballos y la tartana. Con esto, afiancé su confianza: la inquietud que lo había mantenido temeroso se fue transformando en templanza y sosiego. Tenía que arrebatarle los pergaminos sin emplear la fuerza.
Me dijo que había estado pensando invitarme a su manjar preferido, que Plasencia era el único lugar del reino donde se preparaba exquisito:
—¡Lagarto en su salsa! —me dijo.
En la tapia que corría a lo largo del camino se escondieron varios en sus madrigueras. Nunca había visto yo tantos lagartos juntos y tan grandes. Creí que era una broma porque al ver mi cara de asco, se reía. Por un momento pensé que trataba de distraerme y ganar mi confianza para aprovechar un momento en el que salir huyendo y desembarazarse de mí antes de llegar a Salamanca. Pero me desconcertó al decirme:
—Será mejor no entrar en Plasencia. Yo allí soy muy conocido.
Podría haber pensado en pedir auxilio o escapar huyendo con los pergaminos dentro de la ciudad donde cualquiera lo hubiera socorrido si hubiera dado voces diciendo que yo era un malhechor que lo perseguía. No pude entender lo que pretendía
—¿No quieres que te vean con un hombre que parece un pordiosero? —le dije.
Al seguir riéndose me pareció sincera su risa.
—Yo no tengo vergüenza de nada. Si alguien piensa que eres pobre, virtud será y no desdoro seguir el ejemplo de Jesucristo, que siempre se arrimó a los pobres y detestó a los ricos.
Miraba a lo lejos moviendo la cabeza como si no estuviera seguro de lo que veía.
—Para no tener problemas —me dijo—, sólo podríamos pasar a la ciudad por una de las puertas, al lado del puente de madera. Todos los portazgueros pensarían que eres un moro que vendo y me querrían cobrar impuestos. Si fueras rubio podrías pasar como cristiano; no habría problemas; pero con la cicatriz en la cara y cojo, todo el Cabildo y los señores del Concejo se echarían encima para investigar tu procedencia. Mejor será quedar fuera de las murallas para evitar trastornos.
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Cuando avistábamos el puente de madera,
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(Parece ser que ninguno de los puentes actuales existía a principios del siglo XIV. El puente de madera debería haber estado en el lugar del Puente de San Lázaro)

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volvió insistente a echar la vista a la caseta del portazguero moviendo la cabeza como si no viera bien de lejos, porque no lo distinguía, hasta que me dijo:
—No. No está el portazguero que es mi amigo. Hay alguien que lo sustituye. Mejor será que sigamos el camino hasta la venta, fuera del pueblo, camino ya de Béjar y Guijuelo.

Fotos tomadas de: https://www.tripadvisor.es/LocationPhotoDirectLink-g609019-d4258661-i122479480-Plasencia-Plasencia_Province_of_Caceres_Extremadura.html

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