Cuando conocí lo que era el Islam (13)

Charlamos y charlamos. Resultó que Yamal, se embebía mirando la media luna en los atardeceres de cuarto creciente, y rigurosamente cumplía todos los preceptos de su religión a rajatabla pero no había reparado en la sura 66:9 por ejemplo, que dice “ “Matadles donde quiera que los encontréis y expulsadles de donde os hayan expulsado.”.

Así fuimos recorriendo todas las suras que hacen referencia a matar a quienes no profesen el Islam.

Es más llegamos a la sura 8:17 , según mi entender la más cruel de todas —le dije—, porque justifica la matanza de los que los musulmanes consideráis infieles, que somos todos los que no somos musulmanes, los de la “dar-al Harb” que no tenemos salvación, frente a los de la “dar-al -Islám” ,los que sí tenéis salvación. Es la sura que yo considero más peligrosa, Yamal -le dije-, porque descarga toda responsabilidad de matar al no creyente en Aláh, en el mismo Aláh. Esa sura es la que puede hacer trastornos psíquicos en las gentes de buena voluntad y transformarlos en peligrosos criminales en vez de creyentes en una religión de paz.

No es cuestión de ir aquí repasando las suras (4:34,89,101,144) (5:33,51,82) (49:15) y otras muchas en las que se insta a los musulmanes a no tomar como amigos a judíos y cristianos. Es difícil la traducción, pero es esto: “ No hagáis amistad con ellos, no os mezcléis. No los toméis por aliados a no ser que abandonen sus hogares y marchen con vosotros y si cambian de pensamiento matadlos y no aceptéis su amistad ni auxilio”

-“Nos vamos, Yamal. Lo nuestro no ha sido una verdadera amistad, porque solo lo sería si nos hubiéramos convertido como tú querías. Ojalá te encuentres luces para comprender que no es El Corán precisamente un camino de paz”.-Nos depedimos.

Cuando salimos para volvernos a España ya en Tetuán cerca de la frontera con Ceuta tuvimos un incidente con un churti, (un policía supuestamente de tráfico con un uniforme raído y un pistolón en la cintura. Al entrar en una plaza, me dijo que no había hecho un stop, pero era mentira, había parado el coche y lo había pasado por punto muerto. Como para no andar con cuidado observando todas las señales de circulación, por la cuenta que me traía.

Me pidió la documentación y yo, como un ingenuo, se la di sin más como lo hubiera hecho en España o en cualquier nación europea. Me pidió el carnet de conducir y también se lo di. Metió todos mis papeles en el gran bolsillo de su gabán. Y me pidió 20 dirhams.

Me hirvió la sangre.
Nunca he sentido una impotencia igual. Me dijo que aparcara el coche a un lado de la plaza y me repitió que le diera 20 dirhams.

Cogimos los enseres personales más imprescindibles en una cartera. El coche lo teníamos cargado de regalos y recuerdos que habíamos comprado, teteras, espejos repujados, y hasta una mesita tallada con una bandeja de latón reputada también, alfombras hechas a mano, y algunas cosas más. Teníamos la dirección del Consulado y sin recriminar nada salimos con el plano a buscarlo. Llegamos y era una casa privada. Preguntamos a una vecina y nos dijo que sí, que allí vivía el cónsul español pero que no estaba. La casa estaba cerrada.

Nos vimos sin coche y sin documentación. Con dinero, eso sí, por eso el nerviosismo se calmó. La máquina de fotos había quedado en el capó, con las maletas.

Nos paramos a pensar y se nos ocurrió ir a la casa de España a pedir consejo.

Llegamos a la casa de España y en el bar había unos españoles. El regente del bar también era español. Sobreexcitados les estuvimos contando con detalle lo que nos había ocurrido, y en una mesa de al lado un hombre vestido con traje y corbata, a la europea, leía un periódico y tomaba un café. Era asiduo del bar de la casa de España, y aunque estaba oyendo todo nuestro relato, el regente del bar detrás de la barra nos dijo en voz alta señalando: “ese señor es el jefe de la policía de la ciudad”. El hombre hizo como que no había oído nada, y nos preguntó a ver qué había pasado. Sobre todo a mí, me vio tan furioso en la explicación que nos dijo que fuéramos con él. Pagó su café, nos despedimos de los españoles que allí quedaban y nos dijo que subiremos a su coche: un “SImca 1000”.

Sin decir palabra se dirigió a la plaza donde teníamos nuestro Renault 12 y paró al lado del Churti en cuestión. El churtí se le cuadró muy respetuoso y cabizbajo mientras que le daba voces en una lengua que no era el árabe que estudiábamos, hasta que el churti sacó los papeles del bolsón, y se los entregó. Nosotros estábamos todavía en su coche. Nos hizo una señal para que bajaremos y me entregó toda la documentación. El churti se fue a zancadas al otro lado de la plaza a dirigir la circulación.

El comisario nos despidió seco, lacónico, y nos deseó una feliz vuelta a casa. Sin más que contar pasamos a Ceuta.

Cuando cogimos el barco, en cubierta mirando a África, nos dijimos mi amigo y yo si no habría sido un sueño del que todavía no habíamos salido. Nos palpamos, nos cacheamos y proferimos una carcajada de satisfacción. Las siguientes fotos no son de entonces. Son de Ceuta y su costa, son fotos actuales. En la vuelta no hicimos fotos porque no teníamos el humor suficiente para ello.

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