Barba Azul se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Lo último que recordaba era a su esposa sirviéndole ron. Debía hablar con ella antes de irse de viaje. Pese al dolor de cabeza punzante buscó ponerse de pie. Lo intentó sin éxito. Quiso gritar, pero por más que gritara con todas sus fuerzas no se escuchaba su voz.

Trató una vez más de levantarse y se sorprendió al ver sus horribles patas de insecto flotar en lo alto. Se le revolvió el estómago. “¿Qué me ha sucedido?”, se preguntó tomando conciencia de que era un asqueroso insecto. Pensamientos asesinos lo dominaron.

Lleno de rabia logró darse la vuelta cayendo estrepitosamente al suelo con sus seis patas. Sólo podía pensar en una cosa: Venganza. Él sabía muchas maneras de provocar una muerte lenta y dolorosa. Si. Ahora con esta forma de insecto tendría aún más. Todos se aterrorizarían al instante y nadie podría detenerlo. No se atreverían. Salió con dificultad de su habitación, ciego de la ira. Excitado por toda la sangre que obtendría con su nueva apariencia.

Se detuvo en seco al encontrarse con su esposa. Uno frente al otro. En ese instante Barba Azul el insecto descubrió que cada día estaba más enamorado, sintió en su corazón como el amor le borraba lentamente la sed de sangre. Por fin había encontrado a la esposa perfecta, a ella no le haría daño. Sería la única que se salvaría. Ella por primera vez, además de con repugnancia, lo miró con coraje. Y entonces, de un taconazo, acabó con él.