Cuentos para asustarte: Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinoamericanas – Noche de caza

Sales del trabajo a toda prisa pensando en los planes de la noche. Te diriges sin demora a tu casa. Primero una parada rápida en Farmatodo. Esta noche no pueden faltar los preservativos, por supuesto pides los de la mejor marca, tan valiosos como tu. Los viernes no escatimas en gastos, todo por conseguirte a la mejor hembra del lugar.

Son las 8 pm cuando llegas a casa, el tráfico te puso de mal humor pero eso no dañará tu noche de conquista. Una ducha caliente relajara todas las tensiones del trabajo y las interminables colas de Caracas. En la ducha aprovechas y con una gillete rasuras de tu cuerpo todo aquel vello indeseado que no te gusta. Esta noche todo debe ser perfecto. El jabón resbala por todo tu cuerpo, esta semana te esforzaste mucho en el gimnasio y se nota: pareces un dios griego, exactamente como les gusta a las mujeres. (Por lo menos a las que quieres llevarte a la cama).

Frente al espejo admiras los vestigios de barba, apenas se nota, pero sabes que hace una gran diferencia en el cuello de las chicas. Estás indeciso si eliminarlos o dejarlos. Decides dejarlos y usar la jugada del conquistador casual. Si, esa jugada nunca falla. El look de esta noche es cortesía de Old Navy: pantalones verde oliva y camisa cuello en v blanca, con la chaqueta negra que ofrecerás impregnada de tu perfume como acto galante cuando la chica del vestido escotado finja tener frío. Un poco de perfume Aqua di Gió de Giorgio Armani para completar tu imagen irresistible de esta noche. Estás listo para salir de caza. Esta noche regresarás a tu penthouse en Prados del Este con la chica más bella del lugar. Como todos los viernes.

Te diriges a Las Mercedes al encuentro con los panas, el mismo ritual todos los viernes. A las 10 pm se reúnen en un restaurante, comen algo mientras conversan de sus conquistas del fin pasado, luego se dirigen al lugar de moda. Mientras cantas la última de Maroon 5 en el semáforo, en una camioneta negra, ves a una mujer de cabellera larga y abundante. Sus ojos de pantera te atrapan. Llevándote a lo profundo del espacio infinito. Hipnotizado no te percatas de la luz verde. Solo las cornetas son capaces de hacerte salir del trance. Sigues tu camino hacia tu destino.

Mientras tus amigos llegan al lugar, pides un trago para despejar tu mente. Aparecen unos minutos después en el sitio de encuentro con sus “amigas”. Siempre es bueno tener mujeres hermosas cerca cuando sales de caza. Te hace ver codiciado. Y por supuesto lo eres. Para presumir un poco, pides un servicio de Grey Goose para todo el grupo. Nunca falla. Las amigas te invitan a bailar, pero son rechazadas. Estás ocupado aún pensando en aquellos ojos negros. Sin percatarte estas buscándolos entre la multitud. Aquella mujer fue un instante fugaz. Pero la deseas.

Luego de un par de tragos uno de tus amigos te recuerda la apuesta de la noche. Reaccionas y decides volver a tu plan original. Te levantas a bailar con la rubia de tu derecha. Al ritmo de la música y las luces escaneas el lugar buscando a la más hermosa: Alta, cabellera larga, bien proporcionada y muy bien vestida son algunos de tus requisitos antes de hablar si quiera con ella. Te detienes en seco. A lo lejos los mismos ojos del semáforo te atrapan. Dejas a la rubia bailando sola claramente molesta. Atraviesas el lugar en busca de esos ojos. Si, esta noche ganarás la apuesta.

Mientras te acercas, tus latidos se hacen más fuertes y tu respiración se corta. Pero te controlas como buen cazador al acercarse a su presa. Por tu mente pasan todas las posiciones que harán esta noche. Todas las maneras en que poseerás aquel cuerpo de miss. Si, debe ser una miss la mujer de los ojos de pantera. Toda una Miss Venezuela. Será tuya toda la noche. Amanecerá y ya no volverás a verla. En realidad, luego de esta noche no verás a ninguna otra mujer jamás.

Esta noche no necesitabas preparar tantas jugadas ni trucos. Yo elegí mi presa el viernes pasado y te elegí a ti. Hiciste todo exactamente como yo te lo iba susurrando. Te creías lobo y no eres más que oveja. Igual a todos los que me encuentro cada viernes en el lugar de moda.