Omnipresencia singular y cotidiana
El sol tan dorado como oro, las palomas picoteando el piso de roca, ese mismo que se convierte en una mini trampa de agua cuando llueve, ese mismo que pareciera una estufa cuando los grados empiezan a subir, está transitado por gente, algunos van tranquilos por ahí, otros más apurados por allá, los niños corren, las ancianas van lento, las gurisas van tranqui respondiendo al celular, los pibes sin remera sentados en el murrillo, comparten una botella que parece whisky mientras uno de ellos sostiene a un bebé, a unos pasos, el shopping, lleno como siempre, es sábado, afuera también, los vendedores, la gente caminando pasa por ahí, parece una película, pareciera como si fuera una pista de patinaje y... ¡Sorpresa! Lentes de sol a 100 pesos, perfectos para el verano, estaría de más estar en el Starbucks, luce fresco y con aire acondicionado, dos señoras sentadas en un banquillo conversan, un niño emocionado va con su madre al cine, suena un celular, hay música al fondo, o quizás son voces, una vendedora le dice a un hombre que no puede comprar otro teléfono porque tiene demora pagando el que ya compró ¡que grande es la tienda de instrumentos musicales! Una chica rubia super linda va con su madre a comprar un boleto de avión, a varios metros está una puerta, una puerta que da a la salida del estacionamiento, ese estacionamiento al aire libre, cuya salida a su vez da a un carro de panchos, sentada y a unos pasos del carro, una de las cocineras respondiendo al celular.
Cámara | Nikon D3300 |
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Ojetivo | 50mm AI f2 |
Ubicación | Montevideo, Uruguay |
Revelado | Ligthroom 5 |
Todas las imágenes y textos incluidos en este post son mi obra original.
Jesus Solis ©