CONEJITO (Cuento bizarro: sólo para gente con estómago)

in #spanish6 years ago (edited)

Isaías era un chiquillo que vivía en la granja de sus abuelos, estos criaban pollos y cerdos para su consumo personal y el intercambio de diferentes alimentos con los demás productores locales. En verano, el niño se pasaba los días jugando en los pastizales y correteando animales, pues no había otros pequeños en la zona. Una de las señoras vecinas, encariñada con Isaías, le regaló uno de los conejitos que se producían en su negocio para que tuviese una mascota de acompañante, y el muchacho emocionado lo recibió con la efusividad propia de los albores de la vida. El conejito se cagaba por aquí y por allá, e Isaías muerto de risa pateaba las bolitas como mini pelotas de fútbol. Lo cargaba, abrazaba y perseguía divertidamente... ciertamente el conejito lo hizo más feliz.

En una de sus lúdicas partidas, el conejito se le escapó del campo visual y atravesó las cercas que delimitaban los terrenos de la granja. Al recuperarlo y cargarlo en brazos, notó preocupado como se rasgó el costado con un alambre sobresaliente. Se lo llevó a sus abuelos y éstos lo curaron, no parecía -no era- nada grave.

Los días pasaron y los juegos continuaron como de costumbre, Conejito tenía la misma energía de siempre a pesar de que su herida no cicatrizaba.

Isaías lo levantaba a la altura de sus ojos para examinarlo cuidadosamente, dándose cuenta de que el minúsculo rasguño emanaba un aroma deliciosamente pestilente. Isaías dejó de jugar con el conejito, sólo se recostaba en la yerba con el mismo sujeto a su pecho, inhalando profundamente la piel tierna en estado incipiente de putrefacción. Aunque Conejito quería soltarse y correr, el niño no lo permitía, no le importaba si le orinaba encima o no comía; nada más quería oler aquel adictivo perfume de la naturaleza.

Fue tal el descuido hacia el pobre animalito, que obviamente terminó muriendo.

El niño, triste y manipulador, lloró a la señora para que le repusiera la mascota y así lo hizo ella, pues no veía nada fuera de lo común en su actitud, y ciertamente no se equivocaba.

Cuando estuvo a solas con la nueva criatura, Isaías cogió un alambre y le abrió un pequeño agujero en la piel para degustarse con el olor de la muerte.

El ciclo se repitió. Conejito 2 murió y fue suplantado por Conejito 3 y así sucesivamente. El infante interrumpía los patrones de tiempo para no levantar sospechas...

No sabemos qué fue de la vida de Isaías cuando se hizo hombre.


Por Jesús Pulido.
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