¡Mi Silla de Ruedas Voladora...y Yo!

in #spanish7 years ago (edited)
Estoy completamente seguro que quien camina poco a poco, llega muy lejos; además, preguntando se llega a Roma y a la Conchinchina, como lo refleja además el sabio vulgo literato de mi país. Contradictorio es, muy aparte, hacer referencia al acto de caminar, cuando precisamente comienzo este post, con el título: "Mi Silla de Ruedas Voladora...y Yo", en ocasión de recordar aquellos momentos circunstanciales, de mucha crudeza o entereza personal, cuando de la noche a la mañana dejé de caminar, siendo algo vivido por mí, junto a mi familia y amigos más cercanos, con el apoyo total de todos.

Fuente: www.pinterest.com

¡¡¡Hola, hola amigos y amigas de Steemit, bienvenid@s nuevamente a mi blog, a este post, donde recordaré a, mis queridos steemians, parte de lo que viví como paciente oncológico, por allá fumea, en el año 2007. De la noche a la mañana no pude trasladarme sobre mis propias canillas. Para poder ir del timbo al tambo, mi papá, un hermano, una hermana y una prima, se convirtieron en mis muletas humanas. Cuando ellos me movían, así, gritaba fuertemente del dolor sentido, algo así como el producido por un serrucho partiéndome en dos. Precisamente por la cintura, donde tenía el segundo tumor. ¡En realidad, el cáncer es inclemente!

¡Así comienza la tragi-comedia!

De repente no puedo caminar más -como ya expresé- y me veo postrado en mi cama, con dolor de día o de noche. Necesitaba ir de un lugar a otro, para lo habitual, como por ejemplo asearme (ducharme), y hacer mis necesidades fisiológicas. ¡Caray! me daba pena que otras personas me vieran en ese afán, por cuestión de pudor. Del mismo modo,debía ir tres veces a la semana a consulta y tratamiento médico, desde mi pueblo Villa de Cura, a Caracas, la Capital de la República Bolivariana de Venezuela.

Sin embargo, el traslado de Villa de Cura (Aragua) a Caracas (Dtto. Capital), era lo de menos, aunque eran 126,7 kilómetros por carretera (aproximadamente 1 hora y 45 minutos), el problema era trasladarme como dicen los pipirisnais, desde mi habitación a la sala sanitaria (léase: de mi cuarto al baño), por lo que les referí con antelación, los dolores al tratar de moverme por mis propios medios o auxiliado, por mis familiares y amigos, más el inefable pudor. Pero la situación apremiaba, y con mis dolores, las idas al médico eran impostergables. Fueron momentos de mucho dolor físico - espiritual...pero yo quería seguir viviendo, no deseaba morir... a Papito Dios le decía, guindándomele en la chiva: ¡Mira papito lindo, yo quiero vivir y no me puedes desamparar! Una voz interna me decía: ¡Ahhh muchacho del carrizo, cuando te he abandonado yo a tí! Es cierto...¡¡¡Dios nunca nos abandona!!!

¡Y así comenzó el bochinche!

Al salir de mi casa en Villa de Cura, en horas de la madrugada, y llegar al hospital en Caracas, en la puerta siempre estaba un camillero con tres sillas de ruedas allí dispuestas para los pacientes sin poder caminar. Como en mi caso. Me hice pana de ese chamo (era muy joven), y él mismo me trasladaba desde la recepción hasta el consultorio donde me aguardaba el médico o los médicos. ¡Me trasladaba rápido; yo sentía que volaba! ¡Quizás era la buena vibra del camillero el factor generador de paz y tranquilidad!

Mi papá y mi hermana, que me acompañaban, se iban detrás del chamo y yo. En el trayecto, habían muchas rampas o subidas y bajadas; desde ese primer momento, entre el compinche camillero y yo, surgió una complicidad. Mientras conducía la silla de ruedas apresuradamente, en lo particular disfrutaba de aquel paseo dentro del hospital (algo extraño). Por todos los lugares donde pasábamos saludábamos a las personas y les deseábamos los buenos días, pero lo hacíamos en voz alta, con euforia, levantando el ánimo a todos los presentes. Los pacientes, junto con sus familiares y amigos, se reían, porque percibían la intención del camillero, más este servidor, que tres veces a la semana, lo pretendido era: ¡Levantar el ánimo a todos allí! ¡Fue todo un bochinche!

¡Me prestaron una Silla de Ruedas!

Siguieron pasando los días y mi situación empeoraba, ya que sin poder caminar, todo era más difícil, todo era más complicado. Entonces una tía materna me prestó una silla de ruedas de la bisabuela de su esposo, es decir, mi tío. Me acompañó durante mucho tiempo (me refiero a la silla). El primero en sorprenderse por la referida en mi poder, fue el camillero del hospital, que al verme sobre ella dijo: ¡Conchale, tenemos vehículo nuevo, vamos a probarlo! y no había terminado de pronunciar la frase, cuando este cuerpito ya era paseado por y hacíamos el recorrido habitual...yo, el pasajero, con mi dolor físico y espiritual, además del conductor (el camillero), con su alegría contagiante.

Hubo un tiempo, en que por sus múltiples ocupaciones en el hospital, el camillero no podía ser mi compañero de travesía con la silla de ruedas prestada. ¡Pues ni modo! Debí aprender a manejarla. Al principio me costó y me deprimí un poco. Ya no tenía a ese compinche - cómplice en el hospital, pero pasadas dos semanas, retome la actitud mantenida en compañía de mi amigo el camillero, a quien por cierto, siempre veía y podía conversar con él. Me hice diestro con la silla de ruedas, iba y venía a cualquier lugar. Me lanzaba por las rampas (subiditas o bajaditas). En dos oportunidades me caí al volcarme de lado; en otra, choqué contra una pared. Por donde pasaba, daba los buenos días con alegría, mientras era correspondido por todos a mi paso. Una vez, una doctora al verme, al acercarme a ella, dijo en voz alta: ¡Ahí viene el loco, con su silla voladora! Así, me comenzaron a identificar: ¡El loco y su Silla de Ruedas Voladora!

¡Mi Silla de Ruedas Voladora...y Yo!

Aunque la silla de ruedas utilizada no era mía, la llegué a sentir como tal. Sin yo quererlo, se convirtió en mi medio de transporte más inmediato; pero aprendí a verla como un instrumento de apoyo y sanación. No deje de ir a donde debía ir por gusto o compromiso. Mi tratamiento fue avanzando al igual que mi destrezas sobre aquel conjunto de hierros, tubos, cuero u otros elementos que conformaban aquel objeto rodante, manipulado por mí, con mucha velocidad.

Pero con mis locuras, al caerme, chocar contra las paredes, etc, poco a poco se fue deteriorando. Luego, me decían quienes me conocían (y conocen aun): ¡Coyee vale, esa silla voladora tiene que ir al taller para ser reparada! Así se procedió para restaurarla y volverla a su estado natural o por lo menos al estado presentado cuando me la prestaron: ¡Sana! como yo: ¡Sano! porque el tratamiento comenzó a hacer efectos positivos y comencé a caminar con unas muletas; luego con un bastón. Cuando mi amigo el camillero, el conductor de las sillas de ruedas mías, sin ser mías (del hospital y mi tío) me vio caminar, se me acercó, después de saludarme, con el rostro iluminado de alegría y felicidad, me dijo: ¡Amigooo, que alegría verte de pie...Dios es grande! Y sí, lo es: ¡Dios es grande! Así, caminó a mi lado, acompañándome hasta la puerta del consultorio, donde los especialistas médicos me iban a hacer un chequeo general.

¡Reflexión Final!

Sin duda alguna, la vida y las circunstancias nos hacen vivir situaciones fáciles y agradables, difíciles y desagradables. Las primeras deben vivirse a plenitud, y las segundas también, aunque resulte difícil de entender, aceptar y actuar sin aflicción y pesadumbre.

No obstante, en mi caso, una silla de ruedas no me iba a limitar ante mis ganas de vivir. Y para lograr mi objetivo: ¡Vivir! tuve que aceptar el hecho de usarlas, por el tiempo necesario. No es fácil, y nunca lo será. En mi situación fue circunstancial, y en definitiva no dependí de esa silla de ruedas por tiempo indefinido. No sé como hubiera sido mi reacción, si mi destino era permanecer dependiendo de ese objeto rodante. Creo haberme adaptado, si no me equivoco al conocerme como me conozco.

Puedo entender a quienes deben utilizar una silla de ruedas permanentemente. Asumo que es difícil, al mismo tiempo considerado necesario, en primer lugar, aceptar la realidad y las situaciones vividasd; y en segundo lugar, buscar ayuda profesional, que conlleven al establecimiento de alternativas de acción, pro soluciones. Una silla de ruedas no puede condicionar la vida de nadie. Conozco a un chico de mi barrio, atracado para quitarle su moto, recibió un disparo en la columna y quedo inválido, y utiliza una silla de ruedas, pero es el ser más familiero, amistoso, alegre, jovial, conocido por mí, en su situación. Muchas veces es el alma de las fiestas y transmite mucha energía.

A quienes permanecen hoy en día en una silla de ruedas: ¡Ánimo caracho! La vida no se acaba, la vida no se detiene. Todo continúa. Si se sienten afligidos, es hora de cambiar los pensamientos negativos por los positivos. Es el momento para cambiar la actitud y sonreír por estar vivos, por tener a la familia a un lado, a los amigos, compañeros de estudios y de trabajo. No les voy a pedir que conviertan su silla de ruedas en un instrumento volador, no no no, pero por lo menos, acéptenla como una herramienta para recorrer el camino, hasta el lugar que Dios Creador, a dispuesto, para usted, para todos, para mí.

Sort:  

Excelente tu historia, y la reflexión final.. pa que maaasss... Dios no pone carga que no podamos llevar amigo querido dtb

Siempre estuve seguro que aquel par de sillas de ruedas, y el camillero, el chamo aquel, que me apoyo tanto, eran la representación de Dios, ante mí, en aquellas circunstancias que en vez de amilanarme, me hicieron más fuerte, pero no duro de corazón. Amén por las bendiciones e igual.

Estimado amigo! Que historia!!! Dios todo lo permite para el bien, aunque a veces no entendemos el por qué pasan las cosas. Es mejor pensar en el para qué... Estoy seguro que todo lo vivido te ha permitido evolucionar favorablemente y convertirte en la persona que eres hoy en día, con virtudes y defectos. Los límites nos los ponemos nosotros mismos... Adelante y cuenta con mi admiración y mis oraciones!!!

¡Gracias! Pienso que Dios tenía un propósito conmigo. Antes de enfermar con cáncer no le prestaba atención al tema, a las personas afectadas, ni pensaba en que podía ser útil, en que podía ayudar. Después de la experiencia vivida, mi perspectiva de vida cambió por completo. Ahora me cuido más. Estoy pendiente de las personas que me rodean, sobre todo aquellas que enferman con cáncer y allí estoy siempre para apoyar.

De nuevo gracias, por sus palabras. Son alimento para el alma. Por aquí, siempre a la orden...Saludos y éxitos...

Este Articulo ha sido Resteemed como parte del apoyo a la comunidad hispana del PROYECTO ENGRANATE.
Valorando los buenos contenidos.
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¡Muy agradecido! Pasaré para revisar el contenido y apoyar. Saludos...

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