Parásito

— ¡Mátalo!, ¡mátalo antes que tenga crías! 

— ¡Ya!, calla, sabes que no lo puedo matar. 

— ¡Claro que puedes! 

—Claro, lo mato y después, ¿qué? 

—No importa el después, simplemente mátalo y ya está, hazle un favor al mundo. 

— ¿Y para qué?, el mundo no me hace favores a mí, ni a ti si a eso vamos. 

—Tienes razón, pero, sabes que sería divertido. 

—Para nada, sería divertido para ti, tú no te mancharías las manos. De hecho, no tienes manos. 

—Pero tú si tienes. Anda mátalo. Es fácil, un simple corte en la yugular, ni siquiera debes hacer mucha fuerza. 

—Claro y el chorrero de sangre. ¿Y qué hago con la sangre? Que sencillo lo ves “un simple corte en la yugular” y listo. Pan comido. No, no es pan comido, el sangrero, ¿sabes lo difícil que es quitar manchas de sangre en la ropa? 

—Botas la ropa. 

— ¿Y ando desnudo por la calle? 

—Dices que te atracaron, te haces un corte en la ceja. Fácil, nadie pensará que la sangre no es tuya. 

—Wow, que inteligente, me asombras. ¿Y si tiene sida?, ¿no lo has pensado? Con mi mala suerte, además de tener que escuchar tus estupideces me enfermo y muero por algún sabañón. No, gracias, mejor cállate. 

—Sólo por diversión, mátalo. Si lo matas, te prometo no insistir más. 

— ¡Que no coño! 

—Ok, ok, pero no te molestes. ¿No te provoca una cerveza? 

—Oye sí, una bien fría.   

—Vamos pues.  

Fuente

—Eso es lo que necesitábamos, una bien fría. Con este calor, cerveza néctar de dioses, elixir sagrado. Ahora solo nos falta un cigarro. 

—Acá no puedo fumar. 

—Bah, préndelo, no importa. 

— ¿Ya vas a empezar? 

— ¿Ya vas a empezar? 

— ¿Por qué siempre te pones como un niño malcriado? 

— ¿Por qué siempre te pones como niño malcriado? 

—Te faltó el “un” 

— ¿Qué? 

—Que te faltó el "un". 

— ¿Qué un? 

—Que dije “¿Por qué siempre te pones como un niño malcriado?” y tú dijiste “¿Por qué siempre te pones como niño malcriado?” 

—Claro, el “un” era irrelevante, se llama sobre escritura. 

—Pero no estoy escribiendo, estoy pensando. Ya va, ¿esto es pensar o conversar? 

—Buena pregunta, filosofemos. El pensar implica que eres tú hablando contigo mismo, el conversar implica a otra persona. ¿Soy yo otra persona? 

—Pero se puede conversar con uno mismo, la gente habla sola. 

—Pero no estás hablando, no te veo mover los labios salvo para beber la cerveza. Por cierto, tómatela antes que se caliente. Y hazte un favor y pide otra. 

—Aún no, vamos afuera a fumar. Y tú no puedes ver, no tienes ojos que yo sepa. 

—Uso los tuyos, ¿no lo sabías? Al fin una buena idea, necesito nicotina.  

—Ya va, repite eso. ¿Usas mis ojos? 

—No los uso exactamente, veo lo mismo que tú, pero tú los controlas como el resto de tu cuerpo. Pero yo estoy acá, veo y siento todo lo que experimentas. ¿Sabes? Es desesperante, imagínate despertar y que tu cuerpo haga cosas sin que puedas controlarlo. Imagina que un día despiertes en el cuerpo de una gorda de cien kilos y no puedas hacer nada. 

—No soy una gorda de cien kilos. 

—Y no sabes cuánto te lo agradezco, por favor, no engordes nunca. 

—No creo que me dejes, cada vez que como una hamburguesa empiezas a joder. 

—Te estoy cuidando, sabes, la grasa, el colesterol. No querrás morir de un paro cardíaco. Hablando de eso, deberías hacer ejercicio. 

— ¡No empieces! Por cierto, ¿por qué el trauma con la gordura? 

—Porque estuve en una gorda de 100 kilos durante seis meses. No sabes lo mal que se siente no poder caminar y fumar a la vez. Que la gente te vea con asco por la calle. No quiero ni recordarlo, al menos logré que se suicidara. 

—Oye, ¿no te parece que te pasaste? Además, pero si se suicidan, ¿no mueres tu también?  

—No, para nada. Algunos lo pensaron antes que ella, si se suicidan es incomodo y doloroso para mí, pero al final termino encontrando la manera de sobrevivir. Pero para ser sincero prefería morir que pasar más tiempo en esa gorda. Era deprimente. Y no me pasé, le hice un favor a ella y al mundo. 

—Sí, claro, tú y tus favores al mundo. Hagamos un trato, si me dejas en paz te prometo no engordar, ¿te parece? 

—No intentes manipularme. 

—Es lo que tú haces siempre. Manipular, chantajear, intentar obligarme a hacer estupideces solo por diversión. 

— ¿Y qué esperas que haga? Es decir, ponte en mis zapatos, no puedo hacer absolutamente nada aparte de hablar contigo, es normal que después de tantos años esté aburrido; de hecho he experimentado prácticamente toda la experiencia humana y para ser honesto la vida aburre después de un tiempo. Décadas, quien sabe si siglos comiendo, bebiendo, cagando, durmiendo, teniendo sexo monótono, trabajando. Es aburrido. Las cosas se vuelven rutinarias, el tedio mata. Por eso el fastidio para que mates. 

—No sigas con eso. No lo haré. 

—Pero es entretenido.  

— ¿Cómo lo sabes?, ¿Lo has hecho? 

—No, pero imagino que debe ser divertido. 

—Es decir, ¿quieres que mate para ver si es entretenido? 

—Si lo dices así suena muy feo. 

—Es muy feo. Estamos hablando de matar a un ser humano por diversión. 

— ¿En serio te crees eso? Sabes que muchos no merecen vivir. 

—Tienes razón, pero ¿quién soy yo para decidir?  

—No te preocupes, si te pillan, me echas la culpa a mí, dices que te obligué. 

—Claro y me van a creer. Señor oficial, no es mi culpa, el absceso que tengo en la oreja me hizo matarlo. Además, sé que no me obligarás porque no puedes. Pero ya que estamos hablando como seres relativamente civilizados, pensé que yo era el primero; ¿cuánto tiempo llevas por acá? 

—No sé en realidad, no llevo la cuenta del tiempo. Después de unos pocos huéspedes dejé de llevar la cuenta. 

— ¿Tanto? 

—Bueno tampoco creas que estoy acá desde que eran cavernarios, menos mal. ¿Te imaginas los apestosos que debían ser? 

—Esa no es una respuesta. 

—Oye, ya te dije que no recuerdo. Pero al menos la gente se bañaba, no a diario, pero se bañaba. 

— ¿Y cómo fue tu primer huésped? 

— ¿Vincent? 

— ¿Qué voy a saber cómo se llamaba? 

—Bueno, no estaba tan mal, pintaba tulipanes. 

—No me jodas, ¿ese Vincent? 

—Si claro, ese Vincent. ¿Por qué crees que se cortó la oreja?