Comienzo del fin | Escritos de una mente desequilibrada XIX

Con la duda de la caricia del cuchillo sobre la piel te acercaste a mí, dijiste que no querías herirme, pero lo hiciste, así como el cuchillo hace que llore lágrimas de vida.

Te pedí volver, lo hiciste, yo mismo te tomé y lloré con cada una de las caricias que si bien te obligaba a darme, nunca impediste, no, nunca evitaste el daño que sabía que me hacías.

Otros cortes, otras lágrimas, nuevas vidas llegaron a la mía asfixiando mi existencia, casi logrando que con uno de mis suspiros eternos apagara el fuego puro de mi alma; no lo hice, de mis lágrimas, de mi sangre, del dolor renací.

Hoy comienzo contigo, hoy, arranco las costras de mis heridas antes de terminar de sanar, hoy pruebo por última vez mi sangre, sangre que tú por primera vez derramaste, sangre a partir de ahora voy a sustituir con la de todos los que me hirieron.